domingo, 25 de septiembre de 2016

AYUDA A LA LECTURA Y AL PLANO POLÍTICO



Lluís Casas


Por fin ha vuelto Bernie Günther. El policía que nos ha cautivado batallando por su supervivencia en medio de la Alemania nazi. Parecía que Philip Kerr, el celebrado autor de la serie, había abandonado al personaje y tomado nuevos rumbos en el mundo el futbol, pero afortunadamente y según confesión propia, su editor le recomendó la vuelta al éxito. Y ahí tenemos pues “La dama de Zagreb” para deleite de los que disfrutamos con el roce del infierno.
De nuevo Bernie (ya nos tuteamos) nos lleva de aquí para allá en una Europa en la que el superviviente además de valiente, debe ser un descreído. Kerr le ofrece a Bernie algunos encantos, una belleza femenina, otra belleza automovilística (un Mercedes 190) y un paisaje pretendidamente absurdo para el asesinato y la crueldad: Suiza. Todo lo demás lo deberían descubrir leyendo.

El ambiente de ambición desmedida que reflejan las novelas de Kerr no nos es ahora mismo tan ajeno en el mundo de la política. Obviamente, el asesinato no consta de momento como medio aconsejado para ascender (a donde fuere que se ascienda), pero no debemos olvidar que ese logro civilizatorio no pueda caer en desuso. En cambio, el otorgamiento de galones sin pasar por más filtro que la recomendación debida es algo que está teniendo cada día más partidarios. Partidarios de los que no consta curriculum destacable (por no decir ninguno) o que simplemente han tenido la habilidad de ser reproducidos por los medios a propósito de sus mismas palabras.

Por ello voy a completar el artículo aquí expuesto sobre una crisis sobrevenida en malos momentos que mi querido Boss del blog expuso respecto a la crisis artificial en el grupo parlamentario de “Catalunya sí que es Pot” en Podemos Cataluña y sus patologías. Y como en mi entorno discurre alguna  información fidedigna, la pongo a disposición del personal, como herramienta útil para la evaluación.

Al citado grupo parlamentario le faltan, por elección propia, miembros de En Comú (en caso de que haya alguno disponible a estas horas), por lo que a la vista de la evolución y éxito de la coalición ganadora por dos veces en Catalunya (En Comú Podem), se crea un problema de gestión y uno mucho peor de expectativas de futuro.

El primero no tendría que ser difícil de resolver aplicando simples reglas racionales: parece ser que estamos de acuerdo en casi todo, sigamos así y no lo estropeemos. Y en todo caso extendamos la coordinación parlamentaria en Catalunya a los que faltan aquí y que ya están en el congreso en Madrid juntos.

El segundo ya es otro cantar. A la vista de las buenas expectativas que tiene la coalición, la nueva política tiene ansias de comerse el pastel ella sola, en la creencia que el lideraje mediático lo es todo en este mundo. Ahí, el ego mayúsculo que algunos tienen por cerebro puede hacer mucho daño.

Parece ser que en una operación cruzada entre la Casa Gran (Ayuntamiento de Barcelona) y dos miembros privilegiados del grupo parlamentario con mando en plaza en dos de las organizaciones integradas en el grupo se han realizado ciertos repartos de poder futuro. Está la cuestión de quitar de en medio a un portavoz, excesivamente conocido y valorado para facilitar vacantes inmediatas y futuras. Incluso un presidente de grupo de gran honestidad y casualmente independiente es zarandeado sin necesidad. Algo de esto se decía en ¿A quién le importa el debate Iglesias – Errejón?



Los argumentos publicitados para justificar la crisis son de ensueño: la necesidad de repartir relevancia mediática, el hecho de que hay secretario de Podemos en Catalunya y antes no  lo había y otras cuestiones de una (aparente) mayor importancia. Los hacedores de la crisis se cuentan entre los parlamentarios menos dados a cumplir con las exigencias del cargo, ocupados como están en ardides de gran calado personal. Ahí no hay política verdadera, objetivos de la realidad ciudadana o ampliación de la influencia gramsciana. Echen cuentas de las convocatorias de la Diada y de las asistencias y verán que el asunto es todo menos parlamentario.

Gracias a Maquiavelo ya sabemos desde el siglo XV que el Príncipe (o la Princesa) tienen carta blanca en sus acciones desde el punto de vista de la moralidad mínima. Lo importante son los objetivos de Estado. Por ello no es demasiado sorprendente lo que ocurre estos días en el Parlament: unos parlamentarios siegan la hierba en la perspectiva de que otros caigan del rocín y lo dejen disponible, al margen de la política que cuenta en la calle.

En el Parlament, como en casi todas las instancias políticas o administrativas de relieve, hay dos actitudes extremas: la primera corresponde al parlamentario que trabaja, propone, negocia, entrevista a colectivos, refleja las inquietudes y los problemas de la calle, es decir, se gana el sueldo con lo que le corresponde. En el otro extremo está quien considera o que es un mero figurante de alto costo o que su trabajo se limita a hablar y conseguir fotografías en los medios. Diríamos que es el diputado selfie.

Pues bien, estas dos o tres actitudes parlamentarias están en el bollo, a la espera, si la razón no aflora, para que alguno termine el hoyo. Las víctimas, si las hubiera, no serían los del curriculum breve, sino más bien aquellos que lo tienen repleto y completo. Si la actividad parlamentaria fuera valorable objetivamente, con la simple lectura de los actos parlamentarios que suponen algún esfuerzo, estaríamos al cabo de la calle al ver la lista de acciones de cada uno. No hablo ya de la ficha de asistencia, más clara aún.

No se despisten, porque puede haber derivadas de gran interés en los próximos días. Nosotros o el de Parapanda se lo contaremos.

Lluís Casas desde el Sahara.


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