martes, 2 de agosto de 2016

El Talón de Aquiles del sindicato



Luchando contra las calores



¿Cuándo dejamos de hablar del control de las condiciones de trabajo? ¿cuándo dejamos de escribir sobre ese particular e importante tema? ¿cuándo empezó a diluirse esa reivindicación en las plataformas de los convenios colectivos? Dos recordatorios merecen traerse a colación: la historia del movimiento obrero en Inglaterra es, según sus cronistas más relevantes, la historia del control de las condiciones de trabajo y los antiguos documentos de Comisiones Obreras –véanse las octavillas y las plataformas de los convenios--  inciden machaconamente en el control de las condiciones de trabajo. Pero, en un momento dado y a la chita callando, se fue evaporando de la gramática sindical.

Ni siquiera hoy la literatura oficial que habla del «repensamiento del sindicato» se refiere a tan importante cuestión. Es como si el movimiento vecinal estuviera de espaldas a las condiciones de vida de la ciudad.

La cosa viene a cuento porque Paco Rodríguez de Lecea nos despertó ayer del letargo de las calores pegajosas del verano con un inquietante artículo, KAROSHI,  abordando este asunto en el Japón. La Vanguardia publica hoy un reportaje, Trabajar hasta morir,  que pone los pelos de punta (1).  «Muy lejos, se dirá, está el Japón». Y, sin embargo, todos sabemos que el mundo es un pañuelo, que bien podría ser el lema de la globalización. Más todavía: todavía colea la desgracia de los suicidios en Télécom France que tratamos en su día en este mismo blog.

 

En el ecocentro de trabajo se vive una situación chocante: las condiciones de trabajo se han endurecido –ahora estamos hablando de España, no de Japón ni de Francia--  extremadamente, pero el control de dichas condiciones se ha debilitado no menos extremadamente. Cierto, el sindicalismo confederal está denunciado todo lo que puede y sabe (que es mucho), aunque poco orienta para que ese control reaparezca en las plataformas de los convenios colectivos. Me refiero a que no se trata tanto de acumular más control, que sería lo preferible, sino el de ejercer el que ya disponíamos.

Bruno Trentin escribía hasta el agotamiento que el sindicalismo del siglo XX había sido subalterno del taylorismo, combatía su abuso pero se instaló en el uso. Pero lo cierto es que ahora no ejerce sus poderes para controlar el abuso. Y, como se ha dicho antes, la literatura pretendidamente renovadora está un tanto distraída sobre estos pormenores. No es una impresión; es la constatación de su ausencia en las cláusulas negociales de los convenios de los últimos años. Más todavía, allá donde se han negociado elementos de control de las condiciones de trabajo ni siquiera se han difundido como ejemplo a seguir.



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