domingo, 5 de junio de 2016

La facundia insidiosa de Alfonso Guerra




Un exasperado Alfonso Guerra ha declarado que «Podemos es hijo de Mariano Rajoy y de Julio Anguita». Se trata, naturalmente, de evocar el fantasma de la famosa pinza de aquellos viejos tiempos. Pero, ante todo y sobre todo, es el grito dolorido de quien parece percibir que el impulso del clan de la tortilla se va agotando progresivamente. Es, por supuesto, un error, aunque eso sea lo de menos. Lo que expresa Guerra es que su tiempo personal ha pasado y que su tiempo político es pura herrumbre. Tal exasperación no le lleva a seguir los consejos de aquel filósofo que sugería, sobre chispa más o menos, que debes callarte cuando no tengas nada nuevo que decir.

Alfonso está triste como la princesa de Rubén Darío. ¿Qué tendrá Alfonso? Tiene un quintal métrico de sectarismo y, según algunos de sus escritos autobiográficos, un sentimiento de que su personalidad no ha sido suficientemente reconocida por los anales de su partido, que siempre le pusieron–todo lo más-- a rebufo como capataz diplomado de Felipe González. Que Alfonso ni siquiera se vea honrado como penate de la socialdemocracia española le ha avinagrado en demasía.

Allfonso ya no da para más. Entre otras cosas porque no sabe gobernar sus silencios. Las consecuencias, por lo tanto, de su facundia son algo peor que un error: son la constatación de una estridente banalidad que repercute en la política mediática de su partido. O, tal vez, Guerra sigue la orientación de aquel padre abad de antañazo que, por lo que fuera, exclamó: «Para lo que me queda dentro, me cago en el convento», sin tener en cuenta que la continuidad del priorato se encuentra en entredicho.

Desde luego es un hueso demasiado duro de roer que Alfonso vea a un grupo de mozalbetes lampiños subir las escaleras con envidiable agilidad. Que, tras la quiebra del bipartidismo donde él se movía a sus anchas, aparezca una nueva generación dispuesta a ponerse el mundo por montera. Y, peor todavía, que nuestro hombre perciba que esa chavalada lo quiera hacer socialdemocráticamente.

Yo diría que no es criticable que Alfonso no entienda el signo de los tiempos. Tampoco lo es su perplejidad ante las novedades emergentes desde hace unos pocos años. Lo uno y lo otro le han llevado a un agotamiento intelectual, que ya parece ser definitivo. Torres más altas han caído. Lo criticable (mejor dicho, lo censurable) es que utilice como exposición un comistrajo que, en este caso –«Podemos es hijo de Rajoy y Julio Anguita»--  más que un argumento él sabe que es una invectiva que no se aguanta.


Apostilla.--  Quede claro: he hablado de este caballero porque a la hora de ponerme a escribir no se me ocurría ninguna otra cosa.  


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