El partido de Jordi Pujol va a cambiar de
nombre. De hecho nos ha ofrecido dos anticipos: la coalición electoral Junts pel Sí en las
recientes elecciones autonómicas catalanas, disfrazadas de plebiscitarias y las
próximas generales, que ya están en capilla, bajo otra coalición, de nombre
asaz sobado, Democràcia i
Llibertat.
Sépase que, nada más conocerse
el pujolazo a finales de julio del año pasado, importantes dirigentes de
Convergéncia (concretamente los jóvenes coroneles) salieron a apagar el
incendio declarando que el «partido tenía que refundarse». Alguien debió caer
en la cuenta del abuso del término refundación
y de la insuficiencia de esa operación para enterrar una contradictoria
biografía que, en esta nueva fase, le creaba problemas de credibilidad y de
inmunidad políticas. Y, como es natural,
se preparó la principal «desconexión»,
vale decir desenchufar la biografía del pujolato con el aparente nuevo rumbo de
Artur Mas y sus
costaleros. Así pues, desde las algorfas
de CDC se preparó la reconversión estética del partido para, sin pecado
original, seguir cocinando el sofrito de la política catalana. El poeta de Fuentevaqueros
diría con su potente retranca que se CDC,
el partido de Jordi Pujol, «se
disfraza de noviembre para no infundir sospechas». Pero esto es solamente una
suposición tan poco descabellada como las afirmaciones del sabio de Mileto, Thales, que nos enseñó la igualdad de los ángulos
en determinadas circunstancias.
El partido de Jordi Pujol ha
muerto. Vaya usted con Dios. No será un servidor quien le llore. Pero habrá «gente
de orden» quien necesite una sábana para limpiarse los mocos. Esa gente
de orden que reclama para sí el nuevo partido como un guiño --«seguimos siendo de los
vuestros»-- a la mesocracia catalana, a los poderes económicos, a las agencias
internacionales, a la propia Unión Europea. «No os preocupéis, lo nuestro con la CUP es una obra de
caridad, es un poner un pobre circunstancialmente en nuestra mesa», dirían por
lo bajinis.
Ahora bien ¿por qué le hacen
venir al mundo a este nasciturus? Hasta los utilleros del River Plate lo saben:
para poner tierra por medio del ´colaboracionismo´ del pujolato con la pérfida
España y para concederse a sí mismo una amnistía –un borrón y cuenta
nueva-- por las mil y una corrupciones y
corrosiones del pujolato. Un inciso: el cabeza de lista de la nueva coalición
convergente para las próximas elecciones generales ha declarado en el acto de
presentación de la candidatura que el «nuevo partido nace limpio». O sea, la
mancha de la mora con otra verde se quita. Pues bien, sugerimos que el nuevo
partido se llame Don Limpio, igual que un producto de acreditada fama en el
mercado de los detergentes, según acredita su propaganda auto referencial. Un
detalle que, de momento, ha pasado desapercibido en los mentideros, la opinión
publicada y en las barberías: Don Limpio nace, según afirman sus progenitores
con la idea de aglutinar a los sectores independentistas, socialdemócratas,
cristianos y demás. Recuerde el alma dormida que eso mismo fue lo que diseñó el
Patriarca cuando fundó Convergència.
La sombra de Pujol es alargada, parece
ser.
Mientras tanto, el resistente Duran i Lleida se frota las
manos pensando que una parte de los caladeros de orden se pasarán a sus filas
democristianas. Algo podrá rebañar el caballero, pero todo dependerá de quién o
quiénes financien al histórico partido de Unió democrática. A lo mejor el
caballero Duran ignora que las instituciones financieras apadrinan a los
caballos ganadores.
Extraño título, "cambiarse", no sería más correcto, "quiere cambiar de nombre"?
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