«El gobernador del
Banco de España, Luis María Linde, ha defendido
este miércoles las políticas "rigurosas y prudentes" adoptadas por el
Gobierno para corregir los desequilibrios de la economía española. Según el
gobernador, "apartarse de un camino que nos lleve a situaciones imposibles
e insostenibles no es austeridad, sino sentido
común y, en un sentido muy real, patriotismo". Así se ha
expresado Linde en su discurso de apertura de inauguración del 22º Encuentro
del Sector Financiero organizado por Deloitte, ABC y Sociedad de Tasación».
Ya ve usted hasta qué
punto la facundia inolvidable de Miguel Ángel Fernández Ordóñez se transmigra
en el actual gobernador del Banco de España. Con una variante: se ha pasado de
la farmacopea de MAFO a la teología de este Linde. Y de una manera altisonante
se vincula positivamente las nefastas políticas económicas y sociales con el
patriotismo. Con lo que, de un plumazo, Linde ha arrojado a los infiernos de la
anti España a la inmensa agrupación de agraviados por la crisis económica. La
novedad de la postura del Banco de España es que ya no exige medidas concretas
a lo Mafo, sino que justifica ideológicamente el carácter de lo que, desde hace
algunos años, se ha dado en llamar austeridad o austericidio.
Y lo cierto es que no
salgo de mi asombro. Porque a lo largo de mi vida he conocido directamente
diversas clases de patriotismo. No hablo de los que no he conocido.
El primero fue el
patriotismo de «todo por la patria» que, según las latitudes, tenía (y
mantiene), en algunos casos, una recurrente estética cañí y, en otros, se adoba
con gotas de chanel número 5. Enfrentados entre sí estos dos patriotismos
tienen, como se verá más adelante, algunos puntos importantes de interconexión.
El segundo
patriotismo tiene un sello radicalmente distinto. Lo ha desarrollado Jürgen
Habermas con la etiqueta de «patriotismo constitucional». En apretada síntesis, se trata de lo
siguiente: es una
concepción participativa de la ciudadanía, volcada en la promoción del bien
común. Por eso, la ciudadanía que hace suyo el patriotismo constitucional no se
remite en primera instancia a una historia o a un origen étnico común, sino que
se define por la adhesión a unos valores comunes de carácter democrático
plasmado en la Constitución .
En este sentido, es claro que estamos ante una concepción republicana
que nada tiene que ver con el «todo por la patria» del patriotismo carpetovetónico
ni con el chanel número 5 del patriotismo que legó Jordi Pujol a sus hijos y
nietos políticos. Aunque el uno y el otro comparten con mayor o menor
aproximación lo que Carl Scmitt, definió como el «nomos de la tierra».
Alguien debió de
tomar nota de la peligrosidad que conlleva la expresión patriotismo
constitucional con su continua práctica de la deliberación y acicate de los
derechos de ciudadanía y decidió intervenir reescribiendo los conceptos de
patriotismo, así del viejo con apariencia terne como el pujoliano. Y es cuando
los escribas sentados del gobernador del Banco de España trasladan el nomos de
la tierra al nomos del dinero. Comoquiera que el razonamiento tecnocrático no
ha podido impedir el conflicto social, es preciso sacar a escena un nuevo
simbolismo conformando un vínculo “sacral” entre austeridad (tal como se
concibe desde hace unos años) y patriotismo. Quienes se opongan a ello no
tienen salvación. Se trata, como puede verse, de una visión que saca a la economía de su
laicismo para darle un contenido teologal.
Lo novedoso de la
formulación del gobernador Linde está en la vinculación directa entre
austeridad y patriotismo. Ahora bien, ha mamado sus fuentes en el patriotismo
de Artur Mas. Este caballero puso los pilares de la doctrina Linde. Y hasta
cierto punto ha conseguido que una concreta multitud de agraviados por la
austeridad hayan puesto en primer plano el patriotismo del nomos de la tierra
en vez de la defensa de los derechos de ciudadanía, lesionados por recortes y pérdida
de derechos.
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