Escribe Tito Ferino
1.-- Los movimientos tectónicos que se están dando en las diversas fuerzas políticas españolas, especialmente en las que se reclaman de izquierda, son incomprensibles para un servidor. Y mucho me temo que para una gran parte de la ciudadanía. Tan sólo disponemos de medias palabras, insinuaciones y gestos a medio señalar de quienes protagonizan tales corrimientos. Y, por supuesto, de los comentarios de los medios de comunicación con su relativo valor de fiabilidad. Pongamos que hablo, aunque no solamente, de lo que está ocurriendo en Izquierda Unida.
El problema
que tenemos es la ausencia de literatura escrita de los proyectos de unos y
otros, dado el empecinamiento de los protagonistas a seguir siendo ágrafos. Con
lo que, comoquiera que nos mantienen a oscuras, la explicación más recurrente
es que se trata de «envidias frailunas» en clave de poder. Me niego a que esa
sea la única –y, tal vez, la principal--
explicación. No porque no sea un poderoso motivo, sino porque es
excesivamente simplista. Debe haber algo más.
Históricamente
las divisiones más sobresalientes que se han dado en la historia de la
izquierda han tenido sus orígenes en posicionamientos sobre los temas
internacionales; el origen de aquellas zapatiestas, que acabaron por lo general
en escisiones estaba en la cúspide, en el grupo dirigente central, que se iba
articulando y desparramando por todos los intersticios de la organización. Da
toda la impresión que, hoy, las escisiones o desestructuraciones tienen sus
raíces en el campanario. Sin ninguna relación, al menos visible, con
lo global.
2.— Lo que
está ocurriendo en Izquierda Unida durante estos días no es formalmente una
escisión; es más bien una desestructuración. O si se prefiere una escisión
encubierta. De todas formas, sea como fuere, en este caso tiene causas y
consecuencias que hacen similares los términos escisión y desestructuración.
En IU habrá
que escarbar en su biografía. Entiendo que la operación que, en su día, puso en
marcha Gerardo Iglesias fue un acierto. Ahora
bien, pronto empezaron los contrastes: si bien toda la militancia celebraba la
buena nueva, es verdad que unos la vieron en clave instrumental –para encubrir
las muchas limitaciones del Partido comunista de España— frente a quienes como
el mismo Gerardo la pensaban en clave de nuevo proyecto de izquierdas. Así las
cosas, no fueron pocos los que lo aceptaron, incluso sinceramente, pero bajo el
protectorado del PCE. Esta es una idea que ha estado presente en todo el
itinerario de Izquierda Unida. El contrasentido, pues, era evidente: era
imposible la coexistencia interna de un proyecto renovador si éste dependía de
un sujeto en la sombra que no parecía querer su propia puesta al día. Peor
todavía, quienes intentaron llevar hasta las últimas consecuencias el proyecto
reformador de IU o bien fueron puestos en un barbecho sine die o bien hicieron las maletas hacia otros caladeros más
suculentos.
Ahora bien,
incluso en la reciente biografía de IU han aparecido nuevas concepciones,
seguramente al margen del PCE, que expresarían nuevos motivos de contraste en
el interior de aquella formación. Que ya estaban presentes antes de la
aparición de Podemos, pero que van gestándose al calor del movimiento de los indignados y su 15 M . En ese sentido no hay
constancia de que el grupo dirigente de IU fuera capaz de sintetizar las diversas posiciones, ni sobre todo que
estuviera en condiciones de aprehender la novedad de aquellas movilizaciones
que iban más allá del sujeto que tradicionalmente parecía ser el llamado
«sujeto histórico». Sea como fuere, las
dos posiciones mayoritarias en IU se fueron cristalizando y consolidando sobre
unos presupuestos que ya nada tenían que ver con las tradicionales. Ya no se
sostenían en base a conflicto de generaciones sino de carácter teórico y de
análisis con sus derivadas: la acción política y sus prioridades programáticas,
las propuestas institucionales y el modelo el modelo organizativo. Julián Sánchez—Vizcaíno, un dirigente madrileño de IU
no imparcial en todo ese recorrido, me ha explicado en un correo electrónico el
carácter orgánico de las dos grandes posturas.
A) «Un sector influido por ideólogos que
sostienen la tesis según la cual ciertas categorías clásicas han dejado de ser
políticamente funcionales, defiende y ha defendido una reorientación de IU a
partir de una formulación que desecha para la acción política toda una serie de
conceptos fundamentales del pensamiento de la izquierda. La división en clases
de la sociedad, y el conflicto subyacente, se sustituyen por la esquematización
entre los de arriba y los de abajo. La movilización se entiende a partir del
uso de las redes y las nuevas tecnologías de la información. La participación
se define sobre la desaparición de las estructuras de control democrático
interno que se pretende reemplazar por el peso determinante de los
hiperliderazgos. Las propuestas y la elaboración programática por la
indefinición y la ubicación de mensajes o “relatos” en los medios de
comunicación de masas, en especial en la televisión comercial. La apelación a
la emocionalidad en los discursos políticos se convierte en impulso
predominante frente al trabajo de elevación de la conciencia crítica y de
clase. Sobre todo, no se determinan prioridades de gobierno en función de
intereses sociales dispares y en conflicto. Pero de esa forma, entienden, será
posible dejar atrás la condición minoritaria de IU para pasar a ser una fuerza
ganadora que además sale al encuentro de las nuevas generaciones y de sus
preocupaciones principales.
B) Otros sectores, dentro de la pluralidad general de IU, coinciden en
señalar que las necesidades de aproximación a las nuevas realidades sociales
que la izquierda sin duda debe abordar no hacen inservibles los ejes
explicativos básicos inscritos en el método y el marco ideológico de la
izquierda transformadora, sino que demuestran su vigencia y validez, y no
convierten en desechables los modelos democráticos de organización, por más que
estos requieran de nuevos parámetros que ayuden a superar problemas reales de
fosilización y de patrimonialización de estructuras y de representación
institucional. El mantenimiento de la identidad de la izquierda es necesario
para retener su anclaje social y político en la mayoría social trabajadora». Hasta
aquí la voz serena de Julián, que ha despersonalizado el conflicto interno y, a
mi entender, se esfuerza por dar una explicación suficientemente aproximada del
litigio entre los dos sectores principales en pugna. En todo caso, es la
primera explicación que se da de la situación actual de IU y, como tal, es un
punto de referencia para seguir investigando más sobre dicho particular.
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