lunes, 9 de febrero de 2015

¿POR QUÉ SE ROMPEN ALGUNAS ORGANIZACIONES? El caso de Izquierda Unida



Escribe Tito Ferino


1.-- Los movimientos tectónicos que se están dando en las diversas fuerzas políticas españolas, especialmente en las que se reclaman de izquierda, son incomprensibles para un servidor. Y mucho me temo que para una gran parte de la ciudadanía. Tan sólo disponemos de medias palabras, insinuaciones y gestos a medio señalar de quienes protagonizan tales corrimientos. Y, por supuesto, de los comentarios de los medios de comunicación con su relativo valor de fiabilidad.  Pongamos que hablo, aunque no solamente, de lo que está ocurriendo en Izquierda Unida.

El problema que tenemos es la ausencia de literatura escrita de los proyectos de unos y otros, dado el empecinamiento de los protagonistas a seguir siendo ágrafos. Con lo que, comoquiera que nos mantienen a oscuras, la explicación más recurrente es que se trata de «envidias frailunas» en clave de poder. Me niego a que esa sea la única –y, tal vez, la principal--  explicación. No porque no sea un poderoso motivo, sino porque es excesivamente simplista. Debe haber algo más.

Históricamente las divisiones más sobresalientes que se han dado en la historia de la izquierda han tenido sus orígenes en posicionamientos sobre los temas internacionales; el origen de aquellas zapatiestas, que acabaron por lo general en escisiones estaba en la cúspide, en el grupo dirigente central, que se iba articulando y desparramando por todos los intersticios de la organización. Da toda la impresión que, hoy, las escisiones o desestructuraciones tienen sus raíces en el campanario.  Sin ninguna relación, al menos visible, con lo global.

2.— Lo que está ocurriendo en Izquierda Unida durante estos días no es formalmente una escisión; es más bien una desestructuración. O si se prefiere una escisión encubierta. De todas formas, sea como fuere, en este caso tiene causas y consecuencias que hacen similares los términos escisión y desestructuración.

En IU habrá que escarbar en su biografía. Entiendo que la operación que, en su día, puso en marcha Gerardo Iglesias fue un acierto. Ahora bien, pronto empezaron los contrastes: si bien toda la militancia celebraba la buena nueva, es verdad que unos la vieron en clave instrumental –para encubrir las muchas limitaciones del Partido comunista de España— frente a quienes como el mismo Gerardo la pensaban en clave de nuevo proyecto de izquierdas. Así las cosas, no fueron pocos los que lo aceptaron, incluso sinceramente, pero bajo el protectorado del PCE. Esta es una idea que ha estado presente en todo el itinerario de Izquierda Unida. El contrasentido, pues, era evidente: era imposible la coexistencia interna de un proyecto renovador si éste dependía de un sujeto en la sombra que no parecía querer su propia puesta al día. Peor todavía, quienes intentaron llevar hasta las últimas consecuencias el proyecto reformador de IU o bien fueron puestos en un barbecho sine die o bien hicieron las maletas hacia otros caladeros más suculentos.

Ahora bien, incluso en la reciente biografía de IU han aparecido nuevas concepciones, seguramente al margen del PCE, que expresarían nuevos motivos de contraste en el interior de aquella formación. Que ya estaban presentes antes de la aparición de Podemos, pero que van gestándose al calor del movimiento de los indignados y su 15 M. En ese sentido no hay constancia de que el grupo dirigente de IU fuera capaz de sintetizar  las diversas posiciones, ni sobre todo que estuviera en condiciones de aprehender la novedad de aquellas movilizaciones que iban más allá del sujeto que tradicionalmente parecía ser el llamado «sujeto histórico».  Sea como fuere, las dos posiciones mayoritarias en IU se fueron cristalizando y consolidando sobre unos presupuestos que ya nada tenían que ver con las tradicionales. Ya no se sostenían en base a conflicto de generaciones sino de carácter teórico y de análisis con sus derivadas: la acción política y sus prioridades programáticas, las propuestas institucionales y el modelo el modelo organizativo. Julián Sánchez—Vizcaíno, un dirigente madrileño de IU no imparcial en todo ese recorrido, me ha explicado en un correo electrónico el carácter orgánico de las dos grandes posturas. 


A) «Un sector influido por ideólogos que sostienen la tesis según la cual ciertas categorías clásicas han dejado de ser políticamente funcionales, defiende y ha defendido una reorientación de IU a partir de una formulación que desecha para la acción política toda una serie de conceptos fundamentales del pensamiento de la izquierda. La división en clases de la sociedad, y el conflicto subyacente, se sustituyen por la esquematización entre los de arriba y los de abajo. La movilización se entiende a partir del uso de las redes y las nuevas tecnologías de la información. La participación se define sobre la desaparición de las estructuras de control democrático interno que se pretende reemplazar por el peso determinante de los hiperliderazgos. Las propuestas y la elaboración programática por la indefinición y la ubicación de mensajes o “relatos” en los medios de comunicación de masas, en especial en la televisión comercial. La apelación a la emocionalidad en los discursos políticos se convierte en impulso predominante frente al trabajo de elevación de la conciencia crítica y de clase. Sobre todo, no se determinan prioridades de gobierno en función de intereses sociales dispares y en conflicto. Pero de esa forma, entienden, será posible dejar atrás la condición minoritaria de IU para pasar a ser una fuerza ganadora que además sale al encuentro de las nuevas generaciones y de sus preocupaciones principales.

B) Otros sectores, dentro de la pluralidad general de IU, coinciden en señalar que las necesidades de aproximación a las nuevas realidades sociales que la izquierda sin duda debe abordar no hacen inservibles los ejes explicativos básicos  inscritos en el método y el marco ideológico de la izquierda transformadora, sino que demuestran su vigencia y validez, y no convierten en desechables los modelos democráticos de organización, por más que estos requieran de nuevos parámetros que ayuden a superar problemas reales de fosilización y de patrimonialización de estructuras y de representación institucional. El mantenimiento de la identidad de la izquierda es necesario para retener su anclaje social y político en la mayoría social trabajadora». Hasta aquí la voz serena de Julián, que ha despersonalizado el conflicto interno y, a mi entender, se esfuerza por dar una explicación suficientemente aproximada del litigio entre los dos sectores principales en pugna. En todo caso, es la primera explicación que se da de la situación actual de IU y, como tal, es un punto de referencia para seguir investigando más sobre dicho particular.

 

En pocas palabras: la escisión de IU no ha venido por motivos de tres al cuarto. No son banales. Es la consecuencia de un debate, más soterrado que abierto a la luz pública, que se ha desarrollado a trancas y barrancas desde la Torre del Homenaje y, como siempre, ha ido conformando en IU, durante algunos años, el famoso cuius regio, eius religio: los adláteres adoptan la religión del jefe de filas, de su particular príncipe mediante la conocida técnica de los brazos de madera. Lo que  hace casi imposible la síntesis, ya que cada bandería se preocupa más de su propio fortalecimiento que el de todo el colectivo.

 

3.-- ¿Qué consecuencias tendrá la «desestructuración» o «escisión»,  aunque en todo caso, ruptura de Izquierda Unida? Habrá que esperar a tener una visión más completa, pues –al decir de voces mejor informadas--  todavía no ha cesado esa ruptura. Mientras tanto, todo –o una parte de ello no irrelevante— podría depender de si son derrotados y, además, acaban nuevamente desunidos. Otra derrota puede ser sufrida dolorosamente, pero nuevas divisiones podrían mandar a IU al zaquizamí de los trastos viejos. 



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