Algunas otras consideraciones
acerca del trabajo de Riccardo Terzi
Querido
José Luis. Vista la segunda parte del trabajo de Riccardo Terzi, SINDICATO Y POLÍTICA (Segunda parte) ahí van mis
segundas notas, que, como las primeras, son algunos apuntes sugeridos por el
texto, consciente al mismo tiempo que lo planteado apunta en definitiva a
cuestiones que afectan a la esencia del sindicalismo y sobre las que hoy como ayer
sólo aporto una especie de guión de mi opinión al respecto.
Leyendo
ayer la primera parte y su apunte sobre la relación de “lo social” y “lo
político”, esperaba una mayor profundización del tema, más allá de la
reiteradamente afirmada “autonomía” o “independencia” y más allá de la
superación de la visión leninista y de su degradación estalinista. Pero
confieso que me he quedado con las ganas e incluso decepcionado por lo que me
parece una cierto regreso a los orígenes en sentido peyorativo. Dos expresiones
de Terzi me sorprenden y me llevan a no aceptarlas, como son por una parte su referencia
a la tradición histórica que parece asumir definiéndola como “ el interés
de parte en tanto que expresión del interés general”, y otra la de que
“sólo
se puede vencer si se dispone de una sólida base ideológica”.
Considero
el interés “de parte” como base de “lo social”, con una proyección a largo
plazo, estratégica, y una de cuyas expresiones sería el “interés de clase”, es
decir del colectivo que constituyen los trabajadores, los asalariados. Mientras que el “interés general” sería la
referencia de “lo político” entendido como propuestas y ejercicio del gobierno
de la sociedad, como síntesis en cada momento, y no necesariamente equilibrada, de los intereses, no todos coincidentes, de los diversos colectivos sociales. Para
aterrizar en “lo nuestro”, quiero añadir que es necesario que desde el sindicalismo
entendamos que defendemos los intereses de una parte de la sociedad, muy
importante, pero no única, que queremos traducirlos en conquistas reales de
presente, y que para ello necesitamos influir en la política desde nuestra
independencia, pero también desde nuestra conciencia de no poder imponerlos al
conjunto, de la necesidad de negociarlos, a través de lo que Trezi define como
“diálogo
y conflicto”, con las representaciones de los demás colectivos sintetizándolos
través de la acción política ciudadana.
Quizás
una cuestión clave sea el cómo se establece la “ideología” sindical, si
importándola de los pensadores que se autoproclaman “vanguardia”, o a través de
un particular ejercicio de la democracia cuyo objetivo no sea una cruzada
antiburocrática sino un proceso de síntesis desde los intereses de los diversos
colectivos que integran el de los asalariados. Porque ello enlaza con otra gran cuestión y es
la representatividad de los representantes, porque no se trata sólo de que la
elección haya sido formalmente democrática, sino de que ejerzan adecuadamente
su función, lo que supone no recoger y sumar las preocupaciones de su ámbito de
responsabilidad, inevitablemente diversas, heterogéneas y en ocasiones
contradictorias, sino saber definir los intereses colectivos en tal ámbito que
por serlo han de poder tutelar los individuales sin ser la suma de éstos. Y ahí
sí que se precisa “ideología”, pero sindical, construida desde la propia vida
del sindicalismo, no importada, ni dirigida desde el ámbito de la política. Por
ello además no me gusta el rechazo al “centralismo”, porque el problema estriba
en mi opinión en determinar qué hay que centralizar y qué hay que
descentralizar, cuestión más de contenidos que de formas. Porque dirigir no es
sumar acuerdos asamblearios, sino estimularlos y recogerlos luego para
devolverlos elaborados en torno a un objetivo común.
Y
para finalizar otro desacuerdo. Sobre China. Calificarlo de “comunismo más
capitalismo”, añadiendo que están
“ganando su desafío”, me parece que no se corresponde con las contradicciones que
he podido apreciar en ese país y al papel que precisamente un sindicalismo “de
clase” jugará sin duda en algún momento, quizás no demasiado lejano.
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