Homenaje a los libreros
Nota
editorial.-- El lector tiene en sus
manos la reflexión que nos propone Kemal Dervis (1), recientemente aparecida en
el blog hermano En campo abierto. Como
se verá más adelante, el autor propone cuatro cuestiones, orientadas a la
reforma del Estado de bienestar, que a buen seguro interesarán a los
sindicalistas y a las fuerzas de izquierda. De entrada, el lector notará unas
potentes resonancias de nuestro amigo Bruno Trentin, que puede consultar en http://baticola.blogspot.com.es/ Los elementos centrales son: la formación a
lo largo de todo el arco de la vida y su vinculación el tiempo de trabajo, el
tiempo de trabajo vinculado a la jubilación y la flexibilidad negociada. Que el autor condensa en un audaz planteamiento trentiniano: «una amplia y
revolucionaria reformulación de la educación, el trabajo, la jubilación y el
ocio». Y, sin más, damos la palabra al autor, no sin antes agradecerle dos
cosas: una, haber seguido el consejo de nuestro Baltasar Gracián («lo bueno, si
breve, dos veces bueno»); otra, no hablarnos de infinitas prioridades, en la línea
del viejo filósofo de Parapanda («más de cuatro prioridades equivalen a ninguna»).
Por Kemal DERVIS
Hoy en todo el
mundo el persistente desempleo, la falta de correspondencia entre habilidades y
oportunidades, y las reformas a los sistemas de pensiones se han convertido en
elementos centrales de la política fiscal y los debates, a menudo feroces, que
la rodean.
Los países desarrollados se enfrentan
a un problema inmediato de envejecimiento de su
población, pero la mayoría de las economías emergentes se encuentran asimismo
en medio de una transición demográfica que tendrá como resultado en apenas dos
o tres décadas una estructura etaria similar a la de las naciones avanzadas, es
decir, una pirámide invertida. De hecho, China llegará a ese punto mucho
antes.
El envejecimiento de la población (y
los costes de salud relacionados) constituye el principal reto fiscal en estas
sociedades. Para mediados de este siglo, la expectativa de vida a los 60
habrá aumentado en cerca de diez años con respecto al periodo posterior a la Segunda Guerra
Mundial, cuando se fijaron las actuales edades de jubilación.
Al mismo tiempo, el empleo se ve
afectado por numerosos problemas. La debilidad de la demanda tras la
crisis financiera global de 2008 sigue siendo un factor clave en Europa,
Estados Unidos y Japón. Pero además en los mercados del trabajo están
pesando problemas estructurales de más largo plazo.
El factor central es el hecho de que
la globalización origina constantemente cambios en las interrelaciones de
las ventajas comparativas, creando serios desajustes cuando los
empleos que se crean en las nuevas actividades no necesariamente se compensan
los que desaparecen. En todo caso, la mayoría de los nuevos puestos exigen
habilidades distintas, lo que implica que quienes pierden sus empleos en los
sectores en desaparición tienen pocas esperanzas de encontrar uno nuevo.
Más aún, los avances tecnológicos cada vez
permiten “ahorrar más mano de obra”: los ordenadores y los robots reemplazan a
los trabajadores humanos en ambientes tan diversos entre sí como los supermercados
y las líneas de ensamblaje de automóviles. Considerando la volatilidad de
las perspectivas macroeconómicas, muchas empresas se muestran reluctantes a
contratar nuevos empleados, llevando a un alto desempleo juvenil en todo el
planeta.
Del diagnóstico realista a las
soluciones radicales
Es poco probable que los cambios
menores que se puedan ir haciendo a los sistemas actuales, tal como están
diseñados, sean suficientes para dar respuesta a las fuerzas tecnológicas,
reducir las tensiones sociales y los temores de los jóvenes, ni solucionar las
cargas fiscales en aumento. Se necesita una reevaluación radical del
trabajo, la formación, la jubilación y el ocio. Varios
principios son centrales para cualquier reforma global que se haya de
emprender.
§
Para comenzar, la
formación y el desarrollo deben convertirse en un proceso que dure toda la
vida, iniciándose con la escolaridad formal pero siguiendo con capacitación en
el lugar de trabajo e intervalos de educación de tiempo completo en diferentes
momentos. Los programas de inserción laboral para jóvenes se deben
convertir en parte normal de la formación profesional y laboral, con exenciones
de la obligación de aportar a la seguridad social durante los primeros uno o
dos años laborales.
§
Además, las políticas
públicas deberían estimular una mayor libertad de opciones. Por ejemplo,
cada diez años un trabajador podría tener la oportunidad de estudiar un año en
el sistema formal, financiado en un tercio por el empleador, un tercio con
fondos públicos y el otro tercio con sus ahorros personales (las proporciones
podrían variar según la franja de ingresos a la que pertenezca).
§
Un segundo principio
es que la jubilación debería ser un proceso gradual. La gente podría
trabajar un promedio de 1.800
a 2.000 horas al año hasta llegar a la cincuentena,
bajar a unas 1.300 a
1.500 horas al inicio de los sesenta, y apuntar hacia las 500 a 1.000 horas a medida
que se alcanzan los 70. Por ejemplo, una enfermera de hospital, un miembro de
cabina de una aeronave o un profesor de secundaria podrían trabajar cinco horas
a la semana hasta entrados los cincuentas, cuatro días a la semana hasta los 62
años, tres hasta los 65 y quizás dos al acercarse a los 70.
§
Empleadores y
empleados deberían negociar una nueva flexibilidad social, pero con incentivos
y apoyo financiero del gobierno, por ejemplo a través de impuestos a la renta y
contribuciones a la seguridad social variables. Las vacaciones pagadas
pueden ser de 3 a
4 semanas hasta los 45 años, elevándose gradualmente a las 7 a 8 semanas a fines de la
sexta década de la vida. Las licencias por maternidad y paternidad
deberían aumentar en países, como Estados Unidos, donde son bajas.
La imprescindible reformulación de un Nuevo
Contrato Social
El objetivo
general sería una sociedad en que, si la salud lo permite, los ciudadanos
trabajen y paguen impuestos hasta cerca de cumplir los 70, pero de manera menos
intensa a medida que avanza la edad y de un modo flexible que refleje las
circunstancias individuales. De hecho, la jubilación gradual y flexible
beneficiaría en muchos casos no solo a los empleadores y gobiernos, sino a los
trabajadores mismos, ya que una participación profesional continua en el tiempo
es a menudo fuente de satisfacción personal e interacciones enriquecedoras en lo
emocional.
Utilizando la Encuesta Mundial
Gallup, mis colegas de la Brookings Institution de Washington, DC, Carol
Graham y Milena Nikolova, han visto que los grupos estudiados más satisfechos
son aquellos que trabajan voluntariamente a tiempo parcial. A cambio de
vidas laborales más prolongadas, los ciudadanos contarían con más tiempo para
el ocio y la formación de habilidades, con efectos positivos sobre la
productividad y la satisfacción existencial.
El nuevo contrato social para la
primera mitad del siglo veintiuno debe combinar realismo fiscal, dar mucho
espacio a las preferencias individuales y contar con grandes niveles de
protección y solidaridad social frente a los embates originados por
circunstancias personales o la volatilidad de la economía. Muchos países
están dando pasos en esta dirección, pero de manera demasiado gradual.
Lo que
necesitamos es una amplia y revolucionaria reformulación de la educación, el
trabajo, la jubilación y el ocio.
*********************
(1) Kemal Dervis ha sido
administrador del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidad (UNDP), y
vicepresidente del Banco Mundial, actualmente es Vicepresidente de la
Brookings Institution.
Artículo original aparecido en Project
Syndicate y
en Social Europe Journal, (Traducido del
inglés por David Meléndez Tormen)
Radio Parapanda. Isidor Boix: CHINA 2013 - Informe de mi sexta visita
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