Ahora toca lo siguiente: quitarse el sombrero, alzar la
copa y brindar a la salud de los trabajadores y trabajadoras de las limpiezas
de Madrid y sus familias. Tiempo habrá de los necesarios análisis que, en
primer lugar, corresponden a los protagonistas; ahora es el momento de la
alegría contenida. En todo caso, no me resisto a dar algunas pinceladas de
celebración.
La primera: la plantilla se ha enfrentado, durante trece
días, a ese mensaje tan rotundo como aborrecible del «es lo que hay», un
constructo que alguien recalcó, en sentido contrario, durante el programa
Salvados, dedicado al Precariado, dirigido por ese potente Jordi Ébole. «Es lo
que hay» como símbolo de impotencia y resignación. La segunda: la plantilla
sale de esta larga huelga unida y sintiéndose ganadora. Es más, constatando que
un sector relevante de la ciudadanía madrileña le ha mostrado afecto y
comprensión. Se trata, de una parte, de una unidad manifiesta entre los
trabajadores entre sí y de ellos con los sindicatos; y, de otra parte, de una
relación amable de todos con una ciudadanía que, en no pocos casos, ha tenido
que verse representada por los protagonistas de la huelga. Así pues, se deberá
reflexionar por qué en otras ocasiones similares, dentro del mismo sector, el
conflicto no ha contado con la simpatía –es más, provocando bolsas de
hostilidad-- de los vecinos. ¿Madurez o
solidaridad de los habitantes de Madrid? ¿Hartazgo de ese fatídico «es lo que
hay? Sea como fuere –o tal vez por ambas cosas a la vez-- unos y otros han escrito un jalón en la
historia de la acción colectiva democrática.
Por lo demás, han sido trece días de lucha contra la
impunidad. De una impunidad a la que querían acogerse las empresas que ofrecían
unas condiciones de basura. Que planteaban con tétrico desparpajo ese «es lo
que hay». Pues bien, como un espejo, los huelguistas, devolviendo la metáfora,
se plantaron y dijeron: por nuestra parte, esto «es lo que hay».
Me permito un ruego: escribid el relato de los orígenes
del conflicto, del desarrollo de la huelga, de los estados de ánimo, de todos
esos pormenores que podríamos llamar la antropología de la huelga. Eso no puede
quedar en el aire porque la memoria es frágil. Y algunos la retuercen, basta
con decir que la alcaldesa, la Thatcher
Chica , ha declarado que el resultado de que no haya despidos
se debe a la reforma laboral.
Desde Pineda de Marx os saluda José Luis López Bulla, que
ha rejuvenecido cuarenta años.
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