viernes, 9 de agosto de 2013

LA EXTREMISTA VIOLENCIA DE LA CEOE

La CEOE tampoco se ha sumado a las exigencias de Olli Rehn, en la actualidad Comisario de la Unión Europea para asuntos económicos, de rebajar los salarios un diez por ciento. Como es sabido el origen de ello está en el Fondo Monetario Internacional. Sin duda, es mejor que la patronal orgánica haya rechazado, de momento, la extremista petición de Olli Rehn, un personaje que, como el Fondo, ensalza sus propias calamidades.   


Ahora bien, ¿dónde está el gato?

El gato está en que la CEOE no quiere abrir dos frentes simultáneamente de tanto calado: el de la desestructuración del mercado de trabajo y el de los salarios, pues «casa de dos puertas mala es de guardar». Son dos teclas que intenta gestionar sin aturrullamiento. Así lo ha hecho siempre: campañas de potente agitación en torno al tema que le interesaba en cada momento. Y ahora lo que «toca» es ampliar el diapasón reivindicativo en torno a los contratos.

De hecho, la cuestión salarial está bajo mínimos: en 2012 se pactó un alza del 1,2 por ciento, pero  el resultado global fue un descenso del 0,6 por ciento y el 28 por ciento de los acuerdos registrados hasta julio pasado ha sido del cero por ciento. Así las cosas, no hace falta seguir formalmente las instrucciones de ese Olli Rehn: el pescado está vendido.     

Como decíamos ahora toca seguir limando al máximo el elenco de derechos sobre las condiciones de trabajo y sus mecanismos de protección. Lo ha dejado claro el documento titulado Las reformas necesarias para salir de la crisis, que la patronal aprobó en la última Asamblea General del mes de julio para remitírselo al Gobierno. En este sentido, la CEOE apuesta por que el empresario pueda convertir unilateralmente contratos a tiempo completo en contratos a tiempo parcial cuando concurran causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, y cuando esta modificación suponga una alternativa a eventuales despidos objetivos. Hacemos notar la expresión «unilateralmente». Es todo un concepto que quiebra el código genético del Derecho del Trabajo y que situaría la condición trabajadora en un espacio de darwinismo social.  Y, al mismo tiempo, añade más grietas a la calidad de la democracia española, hoy presidida –como hemos señalado en anteriores ocasiones— por un termidorismo rampante. O lo que es lo mismo: nunca como ahora la cuestión social es parte fundamental de la cuestión democrática.  

Mientras tanto Mariano Rajoy, El Empecinado Chico, intenta distraernos con esas malvinitas del Peñasco.


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