(Dos notas muy condensadas)
Tras una etapa de áspera confrontación entre los
sindicatos italianos parece que las cosas se están redimensionando hacia una
situación distinta: de entendimiento y de, tal vez, de vuelta a la unidad de
acción. El acuerdo sobre la representación sindical, de un lado, y, de otro, la
convocatoria de la manifestación nacional en Roma para el día 20 de junio
(«lavoro è democracia») podrían ser dos elementos de gran relevancia en esta
–esperemos— vuelta a la cultura unitaria, que dio los mejores frutos al
sindicalismo italiano.
El acuerdo por la
representación ha sido comentado en este mismo blog por el amigo Mimmo Carrieri
REPRESENTACIÓN Y REPRESENTATIVIDAD SINDICAL EN ITALIA
y en términos parecidos se ha expresado Landini, el secretario
general de la FIOM. Seguramente
no habrá pasado desapercibida la observación que hace Carrieri en torno a la CSIL que «parece tener la intención de dar una interpretación de
movimiento a su tradicional visión asociativa y a moverse sin reticencias en la
búsqueda de un consenso en todos los estratos del universo del trabajo y no
sólo entre sus afiliados». Esta es una novedad en este sindicato.
El acuerdo
permite una relación más democrática entre el sindicalismo confederal y el
conjunto de los trabajadores que, ante cada convenio, deberán manifestar con su
voto la decisión de firmarlo o no. Esperemos que esta práctica merezca una
reflexión a los sindicatos europeos y se contagien de ella. En todo caso a un
servidor le plantean una serie de importantes consideraciones.
Un
sindicalismo que ponga el acento en dar la palabra al conjunto de los
trabajadores, en la línea de las normas que han convenido las confederaciones
italianas, requiere una profunda
transformación en la línea de la «refundación» que ha planteado Toxo. Por
paradójico que pueda resultar, un sindicato que dé la palabra a los
trabajadores necesita una mayor capacidad de liderazgo, de relación capilar
entre los grupos dirigentes y las personas afectadas por los procesos de la
convocatoria. Debe entenderse, en todo caso, que esa expresión, «dar la
palabra», no es un estatuto concedido. Es un nuevo derecho que adquiere el
conjunto afiliativo y los trabajadores en general. Lo que supone un sindicato
que es más sindicato. Que transciende las reglas tradicionales del tradicional
asociacionismo, concretando nuevas normas obligatorias y obligantes.
Por lo
demás, dar la palabra a los trabajadores no exime de responsabilidad a los
grupos dirigentes de cualquier nivel. En absoluto quiere decir estar a la
espera. Vale la pena, en relación a lo
que estamos diciendo, traer a colación al maestro de sindicalistas Vittorio
Foa, que acostumbraba a decir: «Para que los trabajadores confién en los sindicatos,
éstos deben confiar en los trabajadores»: uno de los quiasmos más macizos que se
hayan pronunciado en la historia del sindicalismo.
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