miércoles, 29 de mayo de 2013

ALERTA: ATAQUE BRUTAL A LAS PENSIONES

Todo indica que pintan bastos para los jubilados y pensionistas.  Es lo que se desprende de la filtración de las conclusiones de la llamada Comisión de Sabios (la mayoría de ellos son exponentes reconocidos de las empresas de seguros privados) que ha elaborado una propuesta de reforma de las pensiones por encargo del Gobierno. Una reforma que está concebida sobre la base de la Seguridad social entendida como sistema de capitalización y no como sistema de solidaridad.

Hasta la presente daba la sensación que este inmenso colectivo (más de diez millones de personas) se había instalado en una especie cándida inocencia: «no se atreverán a meterle mano a las pensiones». Es una especie de inercia con relación al pasado: los jubilados y pensionistas eran el colectivo más halagado por los partidos políticos, que tenían más posibilidades de gobernar, en vísperas electorales, prometiéndoles casi el oro y el moro. Más todavía, el grupo dirigente del Partido popular reiteró con palabras que, después alcanzaron acentos retestinados, que las «pensiones no se tocarían». Ahora estamos en el momento de la verdad.

Por otra parte, el piquete mediático del gobierno dirá, a buen seguro, que –tras esa reforma mendaz--  las pensiones seguirán manteniendo los poderes adquisitivos ocultando al gran público los nuevos mecanismos de cálculo de la pensión, que ya no será (si no se impide) en base a la evolución de los precios sino a otras variables, por ejemplo: la evolución de la Seguridad social, la esperanza de vida y otras.  

Sépase que esta contrarreforma que representa una tremenda cesura en la historia del Estado de bienestar en España no está para ser aplicada ad calendas graecas, sino para ahora mismo.  Precisamente en un ahora mismo cuando las pensiones (ya de por sí deterioradas en su poder adquisitivo) están sirviendo de colchón para mantener al conjunto de las familias cuyos miembros están en paro. En resumidas cuentas, una contrarreforma que plantea una enorme responsabilidad al sindicalismo confederal, a la izquierda política y a todas las asociaciones de la llamada tercera edad.

Estoy firmemente convencido de que el sindicalismo confederal estará a la altura en la necesaria respuesta a tanto despropósito.



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