sábado, 5 de enero de 2013

(2) Por un modelo europeo de “mejoramiento” del trabajo mediante una “acción sindical europea” que así lo sea



Sigue la conversación que nos traemos entre manos, ayer lo hacía Miquel Falguera en (1) DEBATE SOBRE EL MODELO EUROPEO DE EMPEORAMIENTO DE LAS CONDICIONES DE TRABAJO


Isidor Boix


Gracias, José Luis, por tu nueva provocación. Lo cierto es que llevaba unos días (mejor dicho, semanas y meses) con ganas de sacar del buche algunas ideas que se me iban acumulando ante hechos vistos y palabras recibidas en torno a lo que es el título de este comentario de Matteo Rinaldini, “el modelo europeo de empeoramiento del trabajo”.

Me resulta fácil afirmar mi coincidencia con el análisis formulado desde la perspectiva de Rinaldini en calidad de atento espectador. También con las que considero escasas y vagas afirmaciones de cómo responder, pero las formuladas como tales las considero insuficientes. Y desde tal coincidencia y consideración me decido a lanzar algunas afirmaciones con mi por adelantado agradecimiento de participar desde esta tribuna como es tu blog “Metiendo bulla” (y nunca mejor dicho).

Empiezo por lo que es para mí una conclusión: llevamos demasiados años llorando, quejándonos de los males, de las consecuencias resultantes de la deriva “neoliberal” de la política económica y social europea. Denunciamos la crisis, sus efectos, y también sus responsables, que lo son, y a los que hemos señalado repetida y acertadamente con el dedo, pero sin asumir que también las organizaciones sociales progresistas, sindicales y políticas, alguna responsabilidad podemos tener al haber orientado en demasiadas ocasiones las reivindicaciones sociales a una mejora en la capacidad de compra, sin cuestionar el modelo de consumo, y probablemente poco a la conquista de espacios de poder en el posible, necesario e inevitablemente conflictivo cogobierno de la vida económica y política del entramado europeo, un cogobierno más necesario aún en el marco de la crisis. Pero la denuncia de los culpables no resuelve por sí misma el problema y tiene además el riesgo de parecer que ya hemos cumplido nuestra función.

Añado algunas observaciones del texto de Rinaldini que comparto como punto de partida. “Los modelos organizativos, la regulación del mercado y las mediaciones institucionales han obturado los espacios para democratizar las relaciones de trabajo”. “La construcción de la Unión Europea(ha representado) un decisivo apoyo institucional para que pudiesen realizarse los procesos de re-articulación del tejido económico y social de los países europeos”. “Durante todo el proceso de construcción de la Unión Europea el equilibrio entre la ‘Europa social’ y los procesos de desregulación del mercado, de restricción del welfare y de la mercantilización de bienes y servicios … no solamente no se ha realizado sino que ni siquiera se ha buscado verdaderamente”.

Y una que no comparto: “la integración de los trabajadores … no pueda corresponderse con una representación y una ciudadanía democrática … (como) tendencia general …”, que parece afirmar la incompatibilidad entre un proceso de “integración de los trabajadores” (en la actual sociedad europea) y las formas de acción y representación democráticas. Quiero añadir en todo caso que lo planteo desde la concepción no peyorativa del concepto de “integración”, como sinónimo de formar parte, incluso como resultado de la lucha por conseguirlo, y, por tanto, como sinónimo de “implicación”, “participación”,  “intervención”, …

Coincido también en su denuncia de los dos riesgos que señala para la estrategia sindical. Uno, el de “adaptación (repliegue burocrático)”. Quiero añadir que considero que estamos hablando de adaptación a la deriva europea, no a su posible traducción nacional. En mi opinión, esta adaptación se da tanto en la ausencia de respuesta, como entiendo que ha sido la práctica de los sindicatos del centronorte europeo, los alemanes en primer lugar, como en la reiteración de movilizaciones cuyos convocantes saben de antemano, o podrían y deberían saber, que no van a modificar el curso de los acontecimientos, con las huelgas generales griegas como mayor exponente. Y otro, el “defensivo (el repliegue a la dimensión nacional)”, aunque podría considerarse como otra expresión del anterior, puesto que supone una renuncia (“adaptación”) a intervenir en el ámbito europeo, en el que en la práctica se decide el rumbo.

Y sigo coincidiendo en la necesidad de “la recuperación de una acción crítica y autónoma por parte de los sindicatos europeos”. Pero comparto menos su afirmación de que “los sindicatos están considerados (como) los únicos actores potencialmente para oponerse al estatus quo y relanzar una idea alternativa de Europa”, sobre todo si se considera no tanto como una constatación (en cuyo caso tengo simplemente mis dudas), sino más bien como una afirmación del protagonismo sindical como único posible, lo que llevaría a la renuncia a otros necesarios actores, a los sujetos políticos en primer lugar. Y, sobre todo, estimularía una perversa tentación sindical ya presente en muchos casos, la de considerarse como únicos, o principales, depositarios de la necesaria respuesta social, lo que puede llevar, lleva, a esconder detrás de la acción “sociopolítica” las carencias de la necesaria acción “sindical”, en la que los sindicatos han de ser, y pretender ser, los únicos protagonistas.

Seguramente un análisis menos triunfalista del 14 N europeo nos ayudaría para analizar estas cuestiones. Es cierto que hay que reconocer el avance que tal “jornada de acción europea” supuso por la coincidencia de las movilizaciones nacionales. Pero, además de la muy heterogénea respuesta, hay que tener en cuenta que no fuimos más allá de esta coincidencia en la fecha, pero menos en las formas y en los objetivos. Precisamente porque el valor de una movilización (si no queremos repetir el error de Artur Mas al contabilizar todos los manifestantes del 11 de septiembre como adeptos) entiendo debe medirse no sólo por el número de los movilizados sino por su consciente movilización en torno a un mismo objetivo.

En el inicio de la crisis aventuré la opinión de que deberíamos asumir una necesaria “austeridad”, precisamente para poder discutir qué tipo de austeridad, con qué contrapartidas de presente y de futuro. Pero se impuso, desde el sindicalismo organizado, a nivel nacional y europeo, el “no a la austeridad”, una política sindical que ha resultado impotente para corregir el rumbo de la política económica europea y ha significado convertir en realidad tanto el primero de los dos riesgos señalados por Rinaldini, en las dos variantes en que lo entiendo, como el segundo.

En tal coyuntura resulta curioso, o quizás significativo, que los alemanes, nada menos que el Presidente de su DGB, viniera a arengarnos contra la austeridad en nuestra primera huelga general de esta etapa, sin explicarnos por qué ellos la habían asumido en los prolegómenos de la crisis, negociando reducciones de los costes salariales no solo por unidad de producto sino también por unidad de tiempo de trabajo, y que, en  cuanto a una huelga general, ni la habían realizado ni se planteaban realizarla. Y sin argumentar el por qué de su ausencia en todas las jornadas de acción europea convocadas por estructuras sindicales europeas y dirigidas casi al 100% por sindicalistas alemanes.

Hoy la austeridad se ha impuesto, con fórmulas no consensuadas y muy negativas, por lo que la discusión en el movimiento sindical debería ya ser otra de la posible en los inicios de la crisis. En primer lugar, si partimos de que se ha impuesto es una política económica de ámbito europeo, y, aún, de la supuesta voluntad europeísta del movimiento sindical, será necesario plantearnos qué iniciativa corresponde al sindicalismo europeo, es decir cuáles pueden ser los objetivos y reivindicaciones de un sindicalismo que debe pretender organizar y representar tanto a los trabajadores alemanes y suecos como a los españoles y griegos, así como a los búlgaros, lituanos, portugueses, franceses, … Estoy hablando de objetivos y reivindicaciones “comunes”, que así deben ser y entenderse, y que, precisamente por ello, deben encontrar formas de movilización conscientemente solidarias en torno a los mismos, así como exigencias de interlocución y negociación sobre tales reivindicaciones comunes, contribuyendo de tal modo a configurar las contrapartes empresariales e institucionales, necesariamente de ámbito también europeo.

Adelanto que en mi opinión sobre ello supone asumir con claridad una “negociación colectiva europea”, tema aún tabú en las actuales estructuras sindicales, federales y confederales, europeas. Y también contenidos en tal ámbito, orientados a la defensa y desarrollo de los derechos básicos europeos, derechos del trabajo entre los cuales no pueden estar ausentes los temas salariales, elemento esencial de la relación laboral, entre ellos el “salario mínimo europeo”, otro tema tabú. El problema está en que los trabajadores nórdicos, y los alemanes, entiendan que les “interesa” que mejore el mínimo europeo y se tienda a una homogenización europea, igual que las trabajadoras de Inditex entendieron que les interesaba que mejoraran las condiciones salariales y de trabajo de las trabajadoras textiles de Bangladesh o de China. Pero para ello hace falta que también lo entiendan los y las dirigentes sindicales respectivos, como también hemos comprobado en Inditex.

Elocuente es asimismo el devenir de la Campaña aprobada en el Congreso de la CES de mayo 2011 en Atenas con el título de “Campaña sobre la igualdad de derechos salariales y sociales en Europa”, propuesta precisamente por la DGB alemana y la CGT francesa, a la que ya en su momento me referí ligado a las demás cuestiones que entonces se planteaban (http://iboix.blogspot.com.es/2011/05/congreso-ces-cronicas-atenienses-3.html), y de la que aún se esperan concreción e iniciativa.

En mi opinión no hemos sido capaces de formular adecuadamente el problema, por lo que será difícil encontrar la solución, aunque quizás la búsqueda, necesaria por otra parte, de ésta nos ayude a formularlo mejor, contribuyendo así a avanzar hacia un “modelo europeo de mejoramiento del trabajo”.

Y para no dejar cabos sueltos, o al menos intentarlo, quiero terminar señalando que esta voluntad de “mejoramiento” del trabajo en Europa debe ir acompañada de similar objetivo en el ámbito de nuestro mundo globalizado, ya que existe una inevitable interdependencia entre ambos espacios.

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