miércoles, 9 de enero de 2013

LA ECONOMÍA COMO CIENCIA. Y como telón de fondo: Duran "Dedos largos"


En los primeros andares de la economía, entendida como ciencia, se consideraba que esta disciplina debía versar sobre “lo que no debe hacerse”. Más adelante, y ya con mejor criterio, se dio el salto de cualidad: había  que hablar de “lo que debería hacerse”. Sin embargo, visto lo visto, no estaría de más incorporar a “lo que debe hacerse” unas cuantas arrobas de “lo que no debería hacerse”.  No se trata de volver a los orígenes, por supuesto, pero sí de frecuentar la cordura y la consciencia de los límites de esta disciplina económica.

“Lo que debería hacerse” comportó, además, una especie de mandato bíblico hasta el punto que Alfred Marshall se obligó a llamar la atención a su pendenciera cofradía afirmando que la economía “más que un conjunto de verdades es un ´motor de análisis´ que él denominó organon (palabra griega que significa herramienta). Lo que nos lleva a  considerar que este gran hombre tenía la virtud de la modestia y, por eso, fue un gran sabio. Y “lo que debería hacerse”, en su mejor fase, se tradujo en el sentido en que la economía debería servir la economía, según Keynes, para “resolver el problema político de la humanidad, la combinación de los tres principios: la eficiencia económica, la justicia social y la libertad individual”.

 

El mismo Keynes, también desde su modestia, tuvo que salir al paso de la tendencia, consolidada ya, de verse los economistas (y querer ser vistos) como auténticos deus ex machina.  Y les rebajó los humos: los artistas y los escritores son los custodios de la civilización, mientras que los economistas somos los custodios de la posibilidad de civilización”.

 

Los economistas instalados de nuestros tiempos han echado a la cesta de los papeles los tres principios keynesianos, han elevado a la categoría de ciencia exacta su disciplina y la han convertido en autoritarismo, como instrumento de dominio, que --cada vez más-- se desvincula de la democracia. Mi amigo Riccardo Terzi describe ese movimiento como “la idea y la práctica tecnocrática en nombre de una presunta objetividad de las leyes económicas para las que existe una única solución, una sola agenda posible, a la que se debe someter totalmente” en Democrazia e partecipazione nella crisi del sistema político.   La ética, así las cosas, no sólo estorba sino que es un impedimento. Algunos de estos economistas instalados están dirigiendo, directa o in directamente, los destinos de no pocos países; otros, de medio pelo, haciendo de chupacharcos y chamarileros de los poderes.

 

Ahora bien, hay una pléyade de grandes economistas, keynesianos o no, que se rigen por los tres famosos principios del maestro británico. Son muchos, por eso no diré nombres… No sea que me olvide de alguno y me lo echen en cara. Vale.         


 

Radio Parapanda. En mis tiempos de diputado en el Parlament de Catalunya me tocó, desde la oposición, sacarle los colores a la coalición gobernante, CiU, (y, concretamente, a Unió Democrática de Catalunya, el partido de Duran i Lleida) por sus implicaciones directas en el tristemente célebre Caso Pallarols: una millonada de pesetas que se desviaban a las arcas de dicho partido de los fondos de empleo; se trataba de dineros que venían de la Unión Europea para cursos de formación de parados. Mis interpelaciones y denuncias (junto a las del diputado socialista Josep Maria Rañé) era calificadas como calumnias. Nosotros desmontamos el enconfrado de lo que, con malafoyá granaína, denominé the Cantipalo´s connection, esto es, Andorra – Barcelona (Pallarols y UDC). Aquello acabó en los tribunales. Ahora los cantimpalos están negociando con el fiscal para evitar el juicio.  



           

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