Voces, sospechosamente coincidentes –o tal vez sin
sombra de sospecha-- se han coaligado
para reclamar nuevamente la regulación del derecho de huelga. Son, como es
notorio, el tristemente célebre Ignacio González (presidente de la Comunidad de Madrid) y
la indeciblemente churrigueresca Rosa Díez. Del primero poco podemos decir que
sea nuevo; de la segunda tan sólo podemos constatar el acelerado viaje hacia
posiciones autoritarias que la convierten en la demagoga mesocrática que espera
escarbar en esas capas medias una considerable porción del malestar.
González y Díez apuntan a los sindicatos como los
responsables de la situación de crisis y el empobrecimiento generalizado de
amplias masas ciudadanas. Se trata, de todas formas, de una vieja lucha
ideológica que tradicionalmente habían usado las derechas más rancias y los
populistas de barra libre. El objetivo
era (y ahora lo desempolvan con desparpajo) apartar del conflicto social a las
capas medias empobrecidas y, en todo caso, que éstas vean como los causantes de
sus males no a los auténticos responsables sino a quienes ejercen la auto
defensa mediante la presión sostenida. Por lo demás, en esta historia hay otro
interés: una sorda disputa de electoral por los caladeros de las mencionadas
capas medias entre el Partido popular y Rosa Díez. Lo que indicaría que la
orientación de la Díez
irá alcanzando mayor diapasón de demagogia y autoritarismo. El tiempo dirá
hacia dónde conduce esa deriva.
Las "Propuestas
sindicales para promover el crecimiento, el empleo y la cohesión social, ante
la crisis de la economía española" son un material lo suficientemente
consistente para: 1) reiniciar el camino de convertir las movilizaciones de
auto defensa en presión de alternativa, y 2) ampliar el carácter del
sindicalismo como sujeto extrovertido que sepa encontrar los mayores puntos de
conexión posible con las capas medias. De
esta documentación se desprende, por ejemplo, la confluencia de intereses de
los trabajadores y las capas medias por: la recuperación de las parcelas del
Estado de bienestar que se han perdido, la promoción de un welfare más
inclusivo y una reforma digna de ese noble nombre.
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