viernes, 13 de julio de 2012

SIMONE WEIL Y ENRIQUE MUÑOZ ARÉVALO


Homenaje al último alcalde republicano de Santa Fe, el socialista Enrique Muñoz Arévalo.



Conversación entre Paco Rodríguez de Lecea y un servidor sobre el CAPÍTULO 19.3 LOS OTROS CAMINOS. Simone Weil





Querido Paco, la lectura de la tercera parte de  este capítulo (¡que es el penúltimo!) me provocan algunas reflexiones que las expongo en clave de titubeos.  En todo caso, a lo largo de este capítulo podemos observar el impresionante acervo que crearon los exponentes de estas otras vías minoritarias en el quehacer del movimiento obrero del siglo XX. Esto es, el patrimonio inmaterial de los austromarxistas y los guildistas, de los woobblies y los federalistas italianos, además de las aportaciones de Korsch y Simone Weil, a quien conozco a fondo gracias a la insistencia de Alfonso Comín, que nos dejó hace tantos años. Unas referencias que, me atrevería a decir, tienen todavía en no pocos aspectos una gran validez.

De ahí que me interrogue sobre la necesidad de que, cuando se explique la historia del movimiento obrero y sindical (si es que alguien tiene esa idea en la casa sindical) ponga más atención en las reivindicaciones y planteamientos de nuestros antepasados que en la mera chanson de geste. Más todavía, ahora sabemos que muchas de las reivindicaciones –por ejemplo, las relativas al control— que preconizaban los guildistas no se quedaron en la teoría sino que se plasmaron en grandes “industrias metalúrgicas y sectores como la minería y los ferrocarriles en Gran Bretaña”  según nos explica Bruno Trentin. Todo eso habría que trasladarlo “del salón en el ángulo oscuro”, como el arpa de don Gustavo Adolfo, al lugar más abierto y público que pueda encontrar el sindicalismo de nuestros días. 

Lo que vale también para recuperar la relación de explotación, opresión y subordinación, en la que tanto insisten Korsch y Weil. Hace pocos años saltó el escándalo de los numerosos suicidios de los empleados en Télécom France; en uno de mis blogs-almacén publiqué una investigación del amigo Pino Ferraris al respecto: LOS SUICIDIOS EN EL CENTRO DE TRABAJO. El caso de France Télecom.  Pues bien, no recuerdo que a nadie, entre los nuestros,  le interesara saber qué y por qué había ocurrido aquella tragedia, y sin embargo era una ocasión propicia para debatir no pocas cosas de la estrategia sindical.

Otra de las cosas que llaman la atención es el tratamiento que la izquierda tradicional ha hecho de Simone Weil a través de una división de opiniones propia de zotes y majaderos. “Que si era una monja que le había dando un pronto”, “que si estaba majareta perdida”… Por no hablar de don León Trotski que, tras entrevistarse con ella, dejó sentado que –como estaba amargada— encontró consuelo defendiendo su personalidad contra la sociedad, amén de propinarla con los calificativos al uso: anarquista, pequeño-burguesa y “loca como un cencerro”. Me juego lo que quieras, Paco, que don León no estaba ahíto de orujo en ese momento. Que no supo ver, entre otras cosas, el potente mensaje (seguramente provinente de algunas compañera de taller, el lenguaje es femenino, desde luego) de “poner un poco de alegría en la máquina que nos aplasta”. Lo subrayo.

Lo que me lleva a otra consideración, también titubeando, ¿por qué las izquierdas han tenido esa rara habilidad para pelearse, en algunas ocasiones, con más saña que contra el enemigo? Otra, ¿a qué se debe la falta de un sastre que hubiera enhebrado, aunque fuera aproximadamente tantos retales sueltos?

Y acabo con una historia que recuerda, aunque vagamente, el compromiso ético de Simone Weil. En puertas de las últimas elecciones municipales de nuestro periodo republicano, don Fernando de los Ríos tuvo una idea: llamó a su amigo Enrique Muñoz Arévalo, socialista, que  a la sazón era un alto cargo de la Singer (la de las máquinas de coser) en Madrid. No hace falta que te diga que don Enrique, santaferino hasta las cachas, tenía un muy buen pasar en Madrid. Pues bien, don Fernando le dice, más o menos, “oye, Enrique, que estaría bien que te presentaras como alcalde de Santa Fe, mira que la derecha está apretando fuerte en la Vega”. Muñoz Arévalo deja Madrid, su alto salario y todo lo demás. Coge el tren y acepta encabezar la candidatura municipal de mi pueblo. La derecha, con Herrera Oria, antes de meterse a cura, (desde la prensa de Málaga y los periódicos de Granada) pusieron a don Enrique como un pingo. Cuando entraron los fascistas en Santa Fe lo despellejaron vivo; no es una metáfora, le hicieron tres cuartos de lo mismo que a Victor Jara, muchos años después en Chile.

Un héroe, por supuesto. Pero, ¿por qué los nuestros, rajaron tanto contra la Weil cuando se fue a trabajar a una fábrica? Con este interrogante te dejo, y saludo desde Parapanda. JL “dar un poco de alegría a la máquina que nos aplasta”.                              



Habla Paco Rodríguez de Lecea.
     


«¡Empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma! Estás llamado a ser un dirigente. ¡No temas preguntar, compañero! ¡No te dejes convencer! ¡Compruébalo tú mismo! Lo que no sabes por ti, no lo sabes.»

Es un fragmento del poema “Loa al estudio”, de Bertolt Brecht, e imagino que se ajusta a tus reflexiones, querido José Luis, como se ajusta al talante y a la intención de nuestro Trentin.

Ningún obrero, ningún sindicalista, ningún militante de las izquierdas plurales puede hoy, ni (dicho sea entre nosotros) nunca ha podido, moverse por el mundo con el bagaje de un Nikitin, o un Afanasiev, u otro manual sea de quien sea. Y menos con la última consigna de la dirección, ni con una vulgata donde se alinean las preguntas posibles y las respuestas ‘correctas’ como en un catecismo. «Lo que no sabes por ti, no lo sabes.» Para estudiar, para buscar referencias en el «impresionante acervo» (cito tus palabras) de ideas, ensayos, iniciativas y reflexiones que nos han dejado nuestros antepasados, ortodoxos y heterodoxos, hace falta la humildad intelectual de un Trentin. «¡No temas preguntar, compañero!»

Ignoro las causas del cainismo tan extendido en la izquierda y de que no haya aparecido un sastre capaz de enhebrar los retales sueltos de todo ese inmenso fondo de pensamiento reformista y revolucionario, pero seguro que no es una fatalidad perdurable, inseparable de nuestra praxis. En el libro que estamos acabando de comentar hay muchos signos, indicios, pequeñas epifanías. Hoy no se fía, pero puede que mañana consigamos retirar ese cartel de detrás del mostrador del bar Raíz Cuadrada de menos uno, en la inmortal ciudad de Parapanda.

Un saludo, Paco

Radio Parapanda. LA UE Y EL PP DESTROZAN LA DEMOCRACIA EN ESPAÑA. Joaquín Aparicio.




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