Nota editorial. Tal como decíamos en EL SINDICALISMO EN LA TRANSICIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA dentro de muy poquito se publicará el libro “Conversaciones en Colomers, reflexiones sobre sindicalismo y política durante la transición a la democracia en España”. Publicamos ahora el prologo, a cargo de Joan Carles Gallego, con la idea de picar la curiosidad del público. Este es el prólogo.
Recuperar debates sindicales “inconclusos” puede ser un ejercicio hoy oportuno. Sin duda es desde la memoria reconstruida e interpretada que podemos aproximarnos a este presente de incertidumbres e indagar como el movimiento sindical establece sus estrategias para seguir siendo sujeto activo en la construcción de los equilibrios sociales, en la empresa y en la sociedad, que permitan hacer compatible progreso y equidad, creación de riqueza y seguridad, desarrollo y sostenibilidad.
Creo que nos toca felicitar la iniciativa de nuestra Fundación Cipriano García de CCOO de Catalunya que fiel a sus objetivos fundacionales de difundir y preservar la memoria de los trabajadores y trabajadoras y del movimiento obrero catalán, a través entre otras actividades de la elaboración de una potente colección de fuentes orales que nos debe permitir superar una cierta tendencia existente a creer que vivimos en un presente perpetuo que se explica por si mismo, al margen de un pasado olvidado y caduco. Esta publicación, a mi entender es un magnífico ejemplo de ese propósito en forma de reproducción de las conversaciones de tres sindicalistas, de visión profunda y absolutamente vigente, que fueron protagonistas de un pasado próximo pero determinante para explicar la reconstrucción del movimiento sindical en Catalunya y España.
Consecuentemente, acercarnos a la explicación e interpretación de lo que ha sido ese pasado sobre el que nos asentamos, debe ayudarnos a entender que este presente, lo que en él se resuelve, es también la anticipación del futuro. Sin duda este pasado recuperado en las primaverales conversaciones intercambiadas en la rectoría de Colomers, animadas por Javier Tébar, han puesto a nuestra disposición algunos de los debates –de buen seguro entonces inconclusos y aún hoy en buena parte abiertos- que José Luís López Bulla, Isidor Boix i Carles Navales protagonizaron en su momento y que hoy reinterpretados, desde el propio subjetivismo de quien ha protagonizado su desenlace, puede ser para nosotros, que hoy afrontamos nuestros (no sé si nuevos) retos, un instrumento útil para entender este presente y definir estrategias para anticipar ese futuro que queremos construir desde el compromiso ético que trasciende en esta memoria colectiva que se asienta en unos valores que seguimos reivindicando.
Los años de la transición política han sido ampliamente historiados e interpretados. Pero en muchas ocasiones las referencias al movimiento sindical han aparecido de soslayo, como anécdota de un cambio institucional, el paso de la dictadura a la democracia, que en determinada tradición se nos publicita como protagonizada por los gestores aperturistas del antiguo régimen, incluyendo un destacado papel de la monarquía, dejando así en un plano oscurecido el largo proceso de conflicto y mobilización democrática que fue determinante para desbloquear lo que hubiera podido ser un simple proceso de liberalización con limitaciones democráticas. Tal y como nos recordó acertadamente Nicolás Sartorius en su libro “El final de la dictadura”, «la democracia española no fue otorgada, sino conquistada por el pueblo», donde destaca que nada hubiera sido posible sin el activismo de la clase trabajadora, y especialmente de CCOO principal fuerza de choque contra el régimen.
Sin duda las conversaciones entre los tres sindicalistas protagonistas de aquellos años pueden ayudarnos a repensar la actualidad del movimiento sindical. Si convenimos que determinadas insuficiencias de la actual democracia -sea el sistema electoral o el marco autonómico, por citar algunas de las comúnmente referenciadas- pueden obedecer a las particularidades en que se desarrolló el proceso de transición política, podemos también intuir que el propio proceso de transición sindical, de aquellos mismos años, encierre algunas claves interpretativas del presente sindical –sea el papel del sindicato en la empresa, sea la unidad de acción-. Con toda seguridad que acercarnos a ellas puede ayudarnos a orientar estrategias de futuro.
Sin duda el movimiento sindical hoy en día se encuentra delante de importantes retos. La profundidad de la actual crisis económica, que implosiona en la segunda mitad del 2007 con la quiebra del sistema financiero internacional y que aún hoy día sigue colapsando nuestra capacidad de crecimiento y desarrollo económico y social, está generando nuevos requerimientos al sindicalismo de nuestro país para hacer frente a los problemas, elaborar alternativas y demostrarnos útiles en la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores y trabajadoras. La crisis muestra como en el actual mundo globalizado la falta de reglas y controles aumenta las ineficiencias del sistema y por ello se hace más perentorio superar el marco de la acción local para establecer estrategias globales, sea estableciendo instrumentos y reglas para la gobernanza mundial, sea reforzando las organizaciones sindicales internacionales. La crisis económica no es solo el producto de la quiebra del sistema financiero ya que en la misma podemos observar como la crisis climática, la alimentaría y la energética están todas ellas interrelacionadas y son interdependientes en un mundo global y enormemente financiarizado..
Las políticas con que se enfrenta la actual crisis están soportadas por la hegemonía del discurso neoliberal. Se acentúan medidas y políticas económicas dirigidas a la reducción del déficit público, vía contención del gasto público social, tanto por la vía del recorte en la provisión de servicios y en la dotación de recursos humanos y materiales, como de las privatizaciones. Se abunda en la reducción de los derechos y garantías de los trabajadores y se presiona a la baja las condiciones laborales, buscando la disminución de los costes laborales que se define como atajo (inútil!!!) para aumentar la competitividad empresarial. Y se cuestiona, cuando no impugna, la función de las organizaciones sindicales, tanto en su representatividad como en su reconocimiento de sujeto activo en la consecución y defensa de derechos.
El contexto en que el sindicato realiza hoy su acción es muy distinto de la década que envuelve las “Conversaciones en Colomers” alrededor del proceso de reconstrucción sindical a la salida de la dictadura y que avanzó en paralelo a la institucionalización de la democracia en nuestro país. La transición sindical fue rica en debates que en la práctica han ido dejando poso en el movimiento sindical actual.
Debates recuperados sobre las relaciones del PSUC con CCOO y la apuesta por la independencia y la autonomía sindical; la huelga general política o la huelga nacional como constructo político que evidencia un papel social central del movimiento obrero y que está en la base de las alianzas estratégicas que el sindicalismo confederal establece para garantizar amplio apoyo social a las reivindicaciones relacionadas con el reparto de la riqueza; libertad sindical y la tensión entre esta y la unidad sindical como respuesta orgánica imposible (no posible) en un contexto político determinado y la instrumentación de la representación unitaria en la empresa que condiciona el propio desarrollo pleno del hecho sindical; los cambios en el mundo del trabajo, en la clase trabajadora, en las formas de auto-organización, en el carácter de las reivindicaciones, etc., como referencias necesarias en la aproximación al proceso de reconstrucción y desarrollo del sindicalismo en nuestro país.
La relación partido-sindicato, es seguro un elemento referencial que puede explicar algunas de las claves de la materialización institucional de la reconstrucción del movimiento sindical organizado en nuestro país. Un debate que sin duda está detrás de las respuestas organizativas que se van dando y que nos transportan a la actualidad. El debate de la unidad sindical y el de los organismos unitarios de los trabajadores, tiene de buen seguro parte de su explicación en la toma de posición de los distintos sujetos políticos que actuaron en aquellos años. Buena parte del diálogo se dedica a recuperar algunas de sus claves, desde las vivencias protagonizadas en primera persona y desde su reinterpretación subjetiva.
La distancia temporal permite afirmar claramente que el movimiento sindical, en general, ha recorrido, no sin algunos traumas, el camino a la independencia y autonomía sindical. Podemos decir que en unos sindicatos más que en otros, seguro, pero en cualquier caso hay un claro asentimiento que el sindicato es un sujeto político per se, que se autoreferencia en los intereses que quiere representar y desde ellos construye su posición de sujeto conflictual, de sujeto político en definitiva. Es esta capacidad de independencia en la elaboración de la propuesta que le permite la relación autónoma con la contraparte, sea el poder económico, sea el poder político. Creo intuir que en las conversaciones ya hay una clara reivindicación de la independencia sindical desde el primer momento constructivo de CCOO, cuando se establece la diferencia entre la voluntad del Partido de situar su centralidad política interfiriendo en la línea del sindicato y el convencimiento que la línea del sindicato nace desde el lugar exacto en que se genera el conflicto, la empresa, el sector, la sociedad. El sindicato no aparece subordinado a un poder externo, sino que autoconforma su posición desde la presencia directa en el mundo del trabajo, a través de la práctica representativa y dando respuesta al conflicto capital-trabajo.
Ciertamente el sindicato ha asumido funciones representativas más allá del ámbito de la empresa o del “mercado” de trabajo. CCOO intervienen de manera activa en la disputa social que se deriva del proceso de creación y redistribución de la riqueza. El debate de si somos un sindicato sociopolítico o socioeconómico, no puede esconder la necesidad de representar los intereses de los trabajadores en el reparto social de la riqueza. De poco sirve conseguir mejores condiciones de trabajo si las condiciones generales de vida arañan las conquistas. ¿Para que un buen incremento salarial si no hay política de control de precios o si los derechos de ciudadanía dejan de ser universales, gratuitos y de calidad? ¿Para que mejor jornada si el acceso al lugar del trabajo no es personal y socialmente sostenible? La independencia del sindicato y la capacidad de construcción autónoma de propuestas permiten al sindicato ejercer como sujeto activo tanto en el diálogo y concertación social como en el conflicto, la representación de los intereses que agrupamos. Estabilidad laboral, políticas salariales, derecho a la negociación colectiva han configurado buena parte del quehacer sindical en los años de la transición y en buena parte siguen formando parte del núcleo duro de la acción sindical del presente.
Pero sin duda disputar la redistribución de la riqueza, en la consecución de derechos de ciudadanía que doten de pleno sentido la finalidad de nuestra función de lucha y defensa de las mejores condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores y trabajadoras, hacen necesario que la acción del sindicato encuentre un marco de trabajo en el que establecer amplias alianzas con otros sectores sociales que doten de mayor fuerza a las reivindicaciones y arropen socialmente al movimiento sindical. La defensa de una fiscalidad justa, progresiva y sostenible, la apuesta por la vivienda digna y contra los abusos de la ley hipotecaria, la exigencia de una salud y una educación pública de calidad, etc., son cuestiones que tienen a ver con las condiciones generales de vida de los trabajadores y trabajadoras, de manera especial en el actual contexto de crisis donde estas son propuestas orientadas a facilitar la reactivación económica, la creación de empleo y evitar la depauperación de las condiciones de vida. Sobre estas cuestiones y otras debemos establecer propuestas y acciones. Son campos de trabajo en los que el sindicato confluye con otras organizaciones y movimientos sociales con los que comparte objetivos y formas de trabajo y facilita así el ejercicio de la función social que nos es propia, sin caer en una forma de pansindicalismo, ya que en ese caso podría ser contraproducente al confrontarnos con algunos sectores sociales con los que debemos confluir necesariamente.
La actual normativa de libertad sindical se asienta en aquella transición sindical y en lo esencial mantiene como principio la primacía de la representación unitaria de los trabajadores frente a la presencia de las organizaciones sindicales. De siempre este ha sido un elemento de debate y reflexión cruzado ¿este modelo favorece o perjudica al movimiento sindical organizado? Sin duda la LOLS obedece a un momento histórico determinado en que la necesidad de derribar el edificio del sindicato vertical y construir el sindicalismo democrático forzó determinadas respuestas institucionales. Algunas claves se apuntan en las conversaciones, entre ellas las dificultades para abordar con éxito un proceso constituyente de una organización sindical unitaria, así veremos como no cuajo el congreso constituyente o como lo que debería ser su embrión, la coordinadora de organizaciones sindicales (COS) tuvo una vida lánguida y no en exceso productiva. Podemos buscar explicaciones más o menos maniqueas o intuir interferencias externas al propio movimiento sindical, lo cierto es que la LOLS fue fruto de esa realidad y este es el modelo que hasta hoy viene funcionando. Las amplias competencias de los comités frente a las escasas de las secciones sindicales van en detrimento del hecho sindical. De ahí podemos inferir una desincentivación a la afiliación cuando sabes que el Comité te va a representar por el mero hecho de votarle.
Este debate, una de los “inconclusos” con que empiezan la conversación, está siendo abierto en los últimos tiempos en relación a los cambios que se operan en la negociación colectiva. La actual economía globalizada y los entornos empresariales cambiantes empujan al sindicato a asumir el gobierno de los elementos centrales de la relación capital trabajo. Cuando hablamos de flexibilidad interna negociada como alternativa al abuso de la flexibilidad externa unilateral, como concepto que permita establecer mayores garantías para el trabajo en contextos complejos y cambiantes como los que hoy definen la actividad económica, es preciso dotar de mayor capacidad de intervención a la representación de los trabajadores. Es en este sentido que el sindicato, como organismo colectivo que trasciende en experiencia y análisis el ámbito concreto de una empresa o sector, es un sujeto más dotado de capacidades de intervención en la empresa por su conocimiento complejo y global de realidad económica frente a la parcialidad limitadora que puede tener en determinado momento el comité o delegado de personal.
La estructura productiva ha cambiado mucho desde aquellos años 70 del siglo XX, hemos asistido a un importante crecimiento del sector terciario y al avance de la sociedad del conocimiento. Una realidad que dibuja nuevos perfiles profesionales, nuevas categorías, una diversidad de expectativas vitales frente al mundo del trabajo, que genera sin duda mayores dificultades al sindicalismo confederal que pretende no ser una mera suma de intereses individuales, particulares o corporativos para estar presente en la representación de los intereses del conjunto de la población asalariada. Se abre la necesidad de repensar como intervenimos y organizamos a la multiplicidad de nuevos colectivos laborales emergentes.
¿Cómo estar presente en este vasto universo compuesto por microempresas que mantienen relaciones laborales con altas dosis de individualización y que no pueden elegir representantes sindicales? ¿Cómo organizar las personas, mayoritariamente inmigrantes, que se dedican a la atención a las personas? ¿Cómo intervenir en los sectores de servicios caracterizados por altos niveles de precariedad y alta tasa de rotación? ¿Como organizar los colectivos profesionales susceptibles de prácticas corporativas? ¿Como construimos acción sindical colectiva que conjugue legítimas necesidades personalizadas que no acabe expresándose en soluciones individualizadas y a través de formulas corporativas? ¿Cómo organizar a trabajadores que a lo largo de su vida van a cambiar con alta frecuencia de empresa y sector? ¿Cómo intervenimos y organizamos a los trabajadores y trabajadoras que o no tienen o han perdido su puesto de trabajo? ¿Cómo organizamos a los trabajadores asalariados que han pasado a la situación de autónomos dependientes? La dinámica económica y los cambios en los sectores de actividad, con las repercusiones que conlleva en los colectivos de trabajadores y trabajadoras y en el aumento del paro y la precariedad, junto al cuestionamiento de la función y representatividad del sindicalismo confederal, nos obliga a responder a estos (y otros) interrogantes si queremos evitar que el debilitamiento del sindicalismo de clase favorezca la individualización de las relaciones laborales o la representación corporativa de intereses. Entendemos como imprescindible consolidar al sindicalismo, una de las pocas referencias sólidas en la actualidad, como instrumento útil y contrapoder social real y efectivo en un contexto adverso y de batalla por la hegemonía en las ideas y en la distribución política de la sociedad del presente y futuro.
Debemos repensar el valor social del trabajo, las formas de hacer sindicalismo, de representación y de negociación, de ejercer el conflicto. Debemos actuar en un contexto de globalización en el que el sindicato debe ser consciente que las respuestas locales deben incardinarse en estrategias globales y por ello la necesidad de referenciarnos en las propuestas, debates y acciones del sindicalismo internacional, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y la Confederación Sindical Internacional (CSI) que debemos reforzar para materializar la estrategia de avanzar en una gobernanza global democrática que tenga en cuenta los derechos de los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.
Sin duda las conversaciones de José Luis, Isidor y Carles nos harán repensar algunas cosas, entender algunos porqués, conocer algunos procesos. No podemos copiar fórmulas, obedecen a sus contextos, ni podemos añorar pasados, estos ya no vuelven. Pero podemos saber como hemos llegado aquí y mirar cómo hacemos las cosas y cómo debemos hacerlas para poder escribir el siguiente capítulo de esta historia.
Joan Carles Gallego
Secretari general Comissió Obrera Nacional de Catalunya
Creo que nos toca felicitar la iniciativa de nuestra Fundación Cipriano García de CCOO de Catalunya que fiel a sus objetivos fundacionales de difundir y preservar la memoria de los trabajadores y trabajadoras y del movimiento obrero catalán, a través entre otras actividades de la elaboración de una potente colección de fuentes orales que nos debe permitir superar una cierta tendencia existente a creer que vivimos en un presente perpetuo que se explica por si mismo, al margen de un pasado olvidado y caduco. Esta publicación, a mi entender es un magnífico ejemplo de ese propósito en forma de reproducción de las conversaciones de tres sindicalistas, de visión profunda y absolutamente vigente, que fueron protagonistas de un pasado próximo pero determinante para explicar la reconstrucción del movimiento sindical en Catalunya y España.
Consecuentemente, acercarnos a la explicación e interpretación de lo que ha sido ese pasado sobre el que nos asentamos, debe ayudarnos a entender que este presente, lo que en él se resuelve, es también la anticipación del futuro. Sin duda este pasado recuperado en las primaverales conversaciones intercambiadas en la rectoría de Colomers, animadas por Javier Tébar, han puesto a nuestra disposición algunos de los debates –de buen seguro entonces inconclusos y aún hoy en buena parte abiertos- que José Luís López Bulla, Isidor Boix i Carles Navales protagonizaron en su momento y que hoy reinterpretados, desde el propio subjetivismo de quien ha protagonizado su desenlace, puede ser para nosotros, que hoy afrontamos nuestros (no sé si nuevos) retos, un instrumento útil para entender este presente y definir estrategias para anticipar ese futuro que queremos construir desde el compromiso ético que trasciende en esta memoria colectiva que se asienta en unos valores que seguimos reivindicando.
Los años de la transición política han sido ampliamente historiados e interpretados. Pero en muchas ocasiones las referencias al movimiento sindical han aparecido de soslayo, como anécdota de un cambio institucional, el paso de la dictadura a la democracia, que en determinada tradición se nos publicita como protagonizada por los gestores aperturistas del antiguo régimen, incluyendo un destacado papel de la monarquía, dejando así en un plano oscurecido el largo proceso de conflicto y mobilización democrática que fue determinante para desbloquear lo que hubiera podido ser un simple proceso de liberalización con limitaciones democráticas. Tal y como nos recordó acertadamente Nicolás Sartorius en su libro “El final de la dictadura”, «la democracia española no fue otorgada, sino conquistada por el pueblo», donde destaca que nada hubiera sido posible sin el activismo de la clase trabajadora, y especialmente de CCOO principal fuerza de choque contra el régimen.
Sin duda las conversaciones entre los tres sindicalistas protagonistas de aquellos años pueden ayudarnos a repensar la actualidad del movimiento sindical. Si convenimos que determinadas insuficiencias de la actual democracia -sea el sistema electoral o el marco autonómico, por citar algunas de las comúnmente referenciadas- pueden obedecer a las particularidades en que se desarrolló el proceso de transición política, podemos también intuir que el propio proceso de transición sindical, de aquellos mismos años, encierre algunas claves interpretativas del presente sindical –sea el papel del sindicato en la empresa, sea la unidad de acción-. Con toda seguridad que acercarnos a ellas puede ayudarnos a orientar estrategias de futuro.
Sin duda el movimiento sindical hoy en día se encuentra delante de importantes retos. La profundidad de la actual crisis económica, que implosiona en la segunda mitad del 2007 con la quiebra del sistema financiero internacional y que aún hoy día sigue colapsando nuestra capacidad de crecimiento y desarrollo económico y social, está generando nuevos requerimientos al sindicalismo de nuestro país para hacer frente a los problemas, elaborar alternativas y demostrarnos útiles en la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores y trabajadoras. La crisis muestra como en el actual mundo globalizado la falta de reglas y controles aumenta las ineficiencias del sistema y por ello se hace más perentorio superar el marco de la acción local para establecer estrategias globales, sea estableciendo instrumentos y reglas para la gobernanza mundial, sea reforzando las organizaciones sindicales internacionales. La crisis económica no es solo el producto de la quiebra del sistema financiero ya que en la misma podemos observar como la crisis climática, la alimentaría y la energética están todas ellas interrelacionadas y son interdependientes en un mundo global y enormemente financiarizado..
Las políticas con que se enfrenta la actual crisis están soportadas por la hegemonía del discurso neoliberal. Se acentúan medidas y políticas económicas dirigidas a la reducción del déficit público, vía contención del gasto público social, tanto por la vía del recorte en la provisión de servicios y en la dotación de recursos humanos y materiales, como de las privatizaciones. Se abunda en la reducción de los derechos y garantías de los trabajadores y se presiona a la baja las condiciones laborales, buscando la disminución de los costes laborales que se define como atajo (inútil!!!) para aumentar la competitividad empresarial. Y se cuestiona, cuando no impugna, la función de las organizaciones sindicales, tanto en su representatividad como en su reconocimiento de sujeto activo en la consecución y defensa de derechos.
El contexto en que el sindicato realiza hoy su acción es muy distinto de la década que envuelve las “Conversaciones en Colomers” alrededor del proceso de reconstrucción sindical a la salida de la dictadura y que avanzó en paralelo a la institucionalización de la democracia en nuestro país. La transición sindical fue rica en debates que en la práctica han ido dejando poso en el movimiento sindical actual.
Debates recuperados sobre las relaciones del PSUC con CCOO y la apuesta por la independencia y la autonomía sindical; la huelga general política o la huelga nacional como constructo político que evidencia un papel social central del movimiento obrero y que está en la base de las alianzas estratégicas que el sindicalismo confederal establece para garantizar amplio apoyo social a las reivindicaciones relacionadas con el reparto de la riqueza; libertad sindical y la tensión entre esta y la unidad sindical como respuesta orgánica imposible (no posible) en un contexto político determinado y la instrumentación de la representación unitaria en la empresa que condiciona el propio desarrollo pleno del hecho sindical; los cambios en el mundo del trabajo, en la clase trabajadora, en las formas de auto-organización, en el carácter de las reivindicaciones, etc., como referencias necesarias en la aproximación al proceso de reconstrucción y desarrollo del sindicalismo en nuestro país.
La relación partido-sindicato, es seguro un elemento referencial que puede explicar algunas de las claves de la materialización institucional de la reconstrucción del movimiento sindical organizado en nuestro país. Un debate que sin duda está detrás de las respuestas organizativas que se van dando y que nos transportan a la actualidad. El debate de la unidad sindical y el de los organismos unitarios de los trabajadores, tiene de buen seguro parte de su explicación en la toma de posición de los distintos sujetos políticos que actuaron en aquellos años. Buena parte del diálogo se dedica a recuperar algunas de sus claves, desde las vivencias protagonizadas en primera persona y desde su reinterpretación subjetiva.
La distancia temporal permite afirmar claramente que el movimiento sindical, en general, ha recorrido, no sin algunos traumas, el camino a la independencia y autonomía sindical. Podemos decir que en unos sindicatos más que en otros, seguro, pero en cualquier caso hay un claro asentimiento que el sindicato es un sujeto político per se, que se autoreferencia en los intereses que quiere representar y desde ellos construye su posición de sujeto conflictual, de sujeto político en definitiva. Es esta capacidad de independencia en la elaboración de la propuesta que le permite la relación autónoma con la contraparte, sea el poder económico, sea el poder político. Creo intuir que en las conversaciones ya hay una clara reivindicación de la independencia sindical desde el primer momento constructivo de CCOO, cuando se establece la diferencia entre la voluntad del Partido de situar su centralidad política interfiriendo en la línea del sindicato y el convencimiento que la línea del sindicato nace desde el lugar exacto en que se genera el conflicto, la empresa, el sector, la sociedad. El sindicato no aparece subordinado a un poder externo, sino que autoconforma su posición desde la presencia directa en el mundo del trabajo, a través de la práctica representativa y dando respuesta al conflicto capital-trabajo.
Ciertamente el sindicato ha asumido funciones representativas más allá del ámbito de la empresa o del “mercado” de trabajo. CCOO intervienen de manera activa en la disputa social que se deriva del proceso de creación y redistribución de la riqueza. El debate de si somos un sindicato sociopolítico o socioeconómico, no puede esconder la necesidad de representar los intereses de los trabajadores en el reparto social de la riqueza. De poco sirve conseguir mejores condiciones de trabajo si las condiciones generales de vida arañan las conquistas. ¿Para que un buen incremento salarial si no hay política de control de precios o si los derechos de ciudadanía dejan de ser universales, gratuitos y de calidad? ¿Para que mejor jornada si el acceso al lugar del trabajo no es personal y socialmente sostenible? La independencia del sindicato y la capacidad de construcción autónoma de propuestas permiten al sindicato ejercer como sujeto activo tanto en el diálogo y concertación social como en el conflicto, la representación de los intereses que agrupamos. Estabilidad laboral, políticas salariales, derecho a la negociación colectiva han configurado buena parte del quehacer sindical en los años de la transición y en buena parte siguen formando parte del núcleo duro de la acción sindical del presente.
Pero sin duda disputar la redistribución de la riqueza, en la consecución de derechos de ciudadanía que doten de pleno sentido la finalidad de nuestra función de lucha y defensa de las mejores condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores y trabajadoras, hacen necesario que la acción del sindicato encuentre un marco de trabajo en el que establecer amplias alianzas con otros sectores sociales que doten de mayor fuerza a las reivindicaciones y arropen socialmente al movimiento sindical. La defensa de una fiscalidad justa, progresiva y sostenible, la apuesta por la vivienda digna y contra los abusos de la ley hipotecaria, la exigencia de una salud y una educación pública de calidad, etc., son cuestiones que tienen a ver con las condiciones generales de vida de los trabajadores y trabajadoras, de manera especial en el actual contexto de crisis donde estas son propuestas orientadas a facilitar la reactivación económica, la creación de empleo y evitar la depauperación de las condiciones de vida. Sobre estas cuestiones y otras debemos establecer propuestas y acciones. Son campos de trabajo en los que el sindicato confluye con otras organizaciones y movimientos sociales con los que comparte objetivos y formas de trabajo y facilita así el ejercicio de la función social que nos es propia, sin caer en una forma de pansindicalismo, ya que en ese caso podría ser contraproducente al confrontarnos con algunos sectores sociales con los que debemos confluir necesariamente.
La actual normativa de libertad sindical se asienta en aquella transición sindical y en lo esencial mantiene como principio la primacía de la representación unitaria de los trabajadores frente a la presencia de las organizaciones sindicales. De siempre este ha sido un elemento de debate y reflexión cruzado ¿este modelo favorece o perjudica al movimiento sindical organizado? Sin duda la LOLS obedece a un momento histórico determinado en que la necesidad de derribar el edificio del sindicato vertical y construir el sindicalismo democrático forzó determinadas respuestas institucionales. Algunas claves se apuntan en las conversaciones, entre ellas las dificultades para abordar con éxito un proceso constituyente de una organización sindical unitaria, así veremos como no cuajo el congreso constituyente o como lo que debería ser su embrión, la coordinadora de organizaciones sindicales (COS) tuvo una vida lánguida y no en exceso productiva. Podemos buscar explicaciones más o menos maniqueas o intuir interferencias externas al propio movimiento sindical, lo cierto es que la LOLS fue fruto de esa realidad y este es el modelo que hasta hoy viene funcionando. Las amplias competencias de los comités frente a las escasas de las secciones sindicales van en detrimento del hecho sindical. De ahí podemos inferir una desincentivación a la afiliación cuando sabes que el Comité te va a representar por el mero hecho de votarle.
Este debate, una de los “inconclusos” con que empiezan la conversación, está siendo abierto en los últimos tiempos en relación a los cambios que se operan en la negociación colectiva. La actual economía globalizada y los entornos empresariales cambiantes empujan al sindicato a asumir el gobierno de los elementos centrales de la relación capital trabajo. Cuando hablamos de flexibilidad interna negociada como alternativa al abuso de la flexibilidad externa unilateral, como concepto que permita establecer mayores garantías para el trabajo en contextos complejos y cambiantes como los que hoy definen la actividad económica, es preciso dotar de mayor capacidad de intervención a la representación de los trabajadores. Es en este sentido que el sindicato, como organismo colectivo que trasciende en experiencia y análisis el ámbito concreto de una empresa o sector, es un sujeto más dotado de capacidades de intervención en la empresa por su conocimiento complejo y global de realidad económica frente a la parcialidad limitadora que puede tener en determinado momento el comité o delegado de personal.
La estructura productiva ha cambiado mucho desde aquellos años 70 del siglo XX, hemos asistido a un importante crecimiento del sector terciario y al avance de la sociedad del conocimiento. Una realidad que dibuja nuevos perfiles profesionales, nuevas categorías, una diversidad de expectativas vitales frente al mundo del trabajo, que genera sin duda mayores dificultades al sindicalismo confederal que pretende no ser una mera suma de intereses individuales, particulares o corporativos para estar presente en la representación de los intereses del conjunto de la población asalariada. Se abre la necesidad de repensar como intervenimos y organizamos a la multiplicidad de nuevos colectivos laborales emergentes.
¿Cómo estar presente en este vasto universo compuesto por microempresas que mantienen relaciones laborales con altas dosis de individualización y que no pueden elegir representantes sindicales? ¿Cómo organizar las personas, mayoritariamente inmigrantes, que se dedican a la atención a las personas? ¿Cómo intervenir en los sectores de servicios caracterizados por altos niveles de precariedad y alta tasa de rotación? ¿Como organizar los colectivos profesionales susceptibles de prácticas corporativas? ¿Como construimos acción sindical colectiva que conjugue legítimas necesidades personalizadas que no acabe expresándose en soluciones individualizadas y a través de formulas corporativas? ¿Cómo organizar a trabajadores que a lo largo de su vida van a cambiar con alta frecuencia de empresa y sector? ¿Cómo intervenimos y organizamos a los trabajadores y trabajadoras que o no tienen o han perdido su puesto de trabajo? ¿Cómo organizamos a los trabajadores asalariados que han pasado a la situación de autónomos dependientes? La dinámica económica y los cambios en los sectores de actividad, con las repercusiones que conlleva en los colectivos de trabajadores y trabajadoras y en el aumento del paro y la precariedad, junto al cuestionamiento de la función y representatividad del sindicalismo confederal, nos obliga a responder a estos (y otros) interrogantes si queremos evitar que el debilitamiento del sindicalismo de clase favorezca la individualización de las relaciones laborales o la representación corporativa de intereses. Entendemos como imprescindible consolidar al sindicalismo, una de las pocas referencias sólidas en la actualidad, como instrumento útil y contrapoder social real y efectivo en un contexto adverso y de batalla por la hegemonía en las ideas y en la distribución política de la sociedad del presente y futuro.
Debemos repensar el valor social del trabajo, las formas de hacer sindicalismo, de representación y de negociación, de ejercer el conflicto. Debemos actuar en un contexto de globalización en el que el sindicato debe ser consciente que las respuestas locales deben incardinarse en estrategias globales y por ello la necesidad de referenciarnos en las propuestas, debates y acciones del sindicalismo internacional, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y la Confederación Sindical Internacional (CSI) que debemos reforzar para materializar la estrategia de avanzar en una gobernanza global democrática que tenga en cuenta los derechos de los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.
Sin duda las conversaciones de José Luis, Isidor y Carles nos harán repensar algunas cosas, entender algunos porqués, conocer algunos procesos. No podemos copiar fórmulas, obedecen a sus contextos, ni podemos añorar pasados, estos ya no vuelven. Pero podemos saber como hemos llegado aquí y mirar cómo hacemos las cosas y cómo debemos hacerlas para poder escribir el siguiente capítulo de esta historia.
Joan Carles Gallego
Secretari general Comissió Obrera Nacional de Catalunya
¡queremos el libro ya! ¿donde lo compramos?
ResponderEliminarSaludos impacientes en nombre de la Comisión de Compras de Nutrientes Ideológicos del Colectivo Bullejos (Parapanda, of course)
Querido, el libro saldrá lo más tarde en febrero. Paciencia. Usted está en la lista.
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