Homenaje a Marianita Pineda
“Comprometernos con la regeneración democrática de la actividad política y sindical”, así queda dicho en el punto quinto del Manifiesto de CCOO por un cambio de políticas y un impulso democrático. Todo un compromiso de primera magnitud, una palabra de honor que se ha dado no sólo a la familia sindical sino al conjunto asalariado. Así pues, el grupo dirigente se ha autoemplazado explícitamente a lo que Toxo indicó en la clausura del congreso del sindicato. Es, además, un ejemplo claro de algo de gran envergadura: desde la independencia y autonomía del sindicalismo, no se es indiferente (sino, al contrario, beligerante) a la calidad de la democracia y de la vida política. Así pues, bravo por el lúcido coraje de ese compromiso.
Entiendo que el mensaje quiere decir lo siguiente: desde la regeneración sindical se propicia la regeneración de toda la vida política. Es decir, desde nuestras propias decisiones en la forma-sindicato se intenta que, además, se contagie el resto del asociacionismo político y cívico. O, lo que es lo mismo, la tarea empieza por nosotros mismos. Para empezar, diremos que la compleja tarea autoemplazada tiene una ventaja: la que parte de la estabilidad que, por lo general, preside los grupos dirigentes del sindicato.
He dicho en muchas ocasiones que el sindicato practica una democracia próxima, vecina. Así lo indican todo un conjunto de prácticas de “calidad” como, por ejemplo, la preselección de las listas electorales para la representación de las candidaturas en los comicios sindicales. Esta es una práctica que viene desde prácticamente los primeros andares de Comisiones Obreras. Más o menos, se trata de unas “primarias”, algo que parece que han inventado otros muy posteriormente.
En todo caso, algo debe rondar por las cabezas del grupo dirigente confederal cuando se han autoimpuesto la regeneración sindical. Una tarea que no sólo afecta al comportamiento ético –esto es, la compatibilidad de medios e instrumentos con los fines— sino también a la naturaleza de la representación, así en el interior como en su forma extrovertida. Esto es, la que se desprende de la adecuación de la forma-sindicato a las grandes transformaciones de época del trabajo y en el trabajo; la que se infiere del emerger de todo un amplio elenco de subjetividades: de género, grupos etarios, de situación en el trabajo, en el desempleo y en la jubilación…
Tal vez faltaría ahora la explicitación concreta de ese valiente autoemplazamiento en unos cuantos puntos estableciendo sus prioridades y las compatibilidades entre sí. De entrada, sólo unos pocos puntos, periódicamente sujetos a verificación. Digo “unos pocos puntos” porque, como ya sabemos desde antiguo, Zamora no se ganó en una hora. Porque, en este caso (y en casi todos) no conviene aturrullarse y querer hacer las cosas de repente y todas a la vez. Lo que importa, hablando machadianemente, es el camino y el sentido de ese itinerario. Que, ¿quién sabe?, podría conducir a la bulla que metí sobre la “soberanía” sindical.
“Comprometernos con la regeneración democrática de la actividad política y sindical”, así queda dicho en el punto quinto del Manifiesto de CCOO por un cambio de políticas y un impulso democrático. Todo un compromiso de primera magnitud, una palabra de honor que se ha dado no sólo a la familia sindical sino al conjunto asalariado. Así pues, el grupo dirigente se ha autoemplazado explícitamente a lo que Toxo indicó en la clausura del congreso del sindicato. Es, además, un ejemplo claro de algo de gran envergadura: desde la independencia y autonomía del sindicalismo, no se es indiferente (sino, al contrario, beligerante) a la calidad de la democracia y de la vida política. Así pues, bravo por el lúcido coraje de ese compromiso.
Entiendo que el mensaje quiere decir lo siguiente: desde la regeneración sindical se propicia la regeneración de toda la vida política. Es decir, desde nuestras propias decisiones en la forma-sindicato se intenta que, además, se contagie el resto del asociacionismo político y cívico. O, lo que es lo mismo, la tarea empieza por nosotros mismos. Para empezar, diremos que la compleja tarea autoemplazada tiene una ventaja: la que parte de la estabilidad que, por lo general, preside los grupos dirigentes del sindicato.
He dicho en muchas ocasiones que el sindicato practica una democracia próxima, vecina. Así lo indican todo un conjunto de prácticas de “calidad” como, por ejemplo, la preselección de las listas electorales para la representación de las candidaturas en los comicios sindicales. Esta es una práctica que viene desde prácticamente los primeros andares de Comisiones Obreras. Más o menos, se trata de unas “primarias”, algo que parece que han inventado otros muy posteriormente.
En todo caso, algo debe rondar por las cabezas del grupo dirigente confederal cuando se han autoimpuesto la regeneración sindical. Una tarea que no sólo afecta al comportamiento ético –esto es, la compatibilidad de medios e instrumentos con los fines— sino también a la naturaleza de la representación, así en el interior como en su forma extrovertida. Esto es, la que se desprende de la adecuación de la forma-sindicato a las grandes transformaciones de época del trabajo y en el trabajo; la que se infiere del emerger de todo un amplio elenco de subjetividades: de género, grupos etarios, de situación en el trabajo, en el desempleo y en la jubilación…
Tal vez faltaría ahora la explicitación concreta de ese valiente autoemplazamiento en unos cuantos puntos estableciendo sus prioridades y las compatibilidades entre sí. De entrada, sólo unos pocos puntos, periódicamente sujetos a verificación. Digo “unos pocos puntos” porque, como ya sabemos desde antiguo, Zamora no se ganó en una hora. Porque, en este caso (y en casi todos) no conviene aturrullarse y querer hacer las cosas de repente y todas a la vez. Lo que importa, hablando machadianemente, es el camino y el sentido de ese itinerario. Que, ¿quién sabe?, podría conducir a la bulla que metí sobre la “soberanía” sindical.
Post scriptum. Convendría
añadir, como ejemplos de transparencia sindical, dos elementos, ya
tradicionales, en el quehacer sindical de Comisiones Obreras: uno, que en el caso de Catalunya cada año presenta sus
cuentas financieras en la Sindicatura de Comptes; dos, que año tras año se le concede el Premio a la Confederación por su transparencia informativa. Es decir, estamos hablando no de dos momentos
puntuales sino de toda una singladura. Es el ethos de la biografía de una
organización.
Más ejemplos concretos de una manera de ser orgullosamente diferente son: el establecimiento por norma estatutaria de la incompatibilidad entre cargos institucionales y de dirección de los partidos, hace ya muchos años aprobado y la duración de los mandatos para los grupos dirigentes sindicales, también sancionada tiempo ha.
Así las cosas, podemos presumir de unos códigos deontológicos propios muy positivos. Sin embargo, dígase abiertamente que esas conductas se han explicado muy raramente fuera de nuestra vida sindical, y menos todavía han llevado a una noble ostentación por nuestra parte. Se han vivido con una austeridad que, en estos casos, era más un vicio que una virtud. De manera que no es exagerado decir que, fuera del sindicato, se conoce bien poco. De ahí que su influencia haya sido nula o poca cosa. Por supuesto, no estoy reclamando un chovinismo sindical, ni un exaltado enrocamiento de nuestros modos y maneras. Pero sí hay que reclamar mayor publicitación de tales modos y maneras. Lo que vale para las novedades que se vayan concretando a partir de ahora en la renovación de la forma de ser-sindicato. Que, tras el autoemplazamiento del grupo dirigente confederal, no parece tener vuelta atrás.
Más ejemplos concretos de una manera de ser orgullosamente diferente son: el establecimiento por norma estatutaria de la incompatibilidad entre cargos institucionales y de dirección de los partidos, hace ya muchos años aprobado y la duración de los mandatos para los grupos dirigentes sindicales, también sancionada tiempo ha.
Así las cosas, podemos presumir de unos códigos deontológicos propios muy positivos. Sin embargo, dígase abiertamente que esas conductas se han explicado muy raramente fuera de nuestra vida sindical, y menos todavía han llevado a una noble ostentación por nuestra parte. Se han vivido con una austeridad que, en estos casos, era más un vicio que una virtud. De manera que no es exagerado decir que, fuera del sindicato, se conoce bien poco. De ahí que su influencia haya sido nula o poca cosa. Por supuesto, no estoy reclamando un chovinismo sindical, ni un exaltado enrocamiento de nuestros modos y maneras. Pero sí hay que reclamar mayor publicitación de tales modos y maneras. Lo que vale para las novedades que se vayan concretando a partir de ahora en la renovación de la forma de ser-sindicato. Que, tras el autoemplazamiento del grupo dirigente confederal, no parece tener vuelta atrás.
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