miércoles, 4 de mayo de 2011

DE NUEVO LA "CUESTIÓN SOCIAL"

Homenaje a George Julian Harney




Más allá de las contingencias políticas que puedan venir en las próximas semanas, una cosa parece clara: la reaparición de toda una serie de opiniones fuertemente críticas tanto en el ágora cultural como en la plaza pública. De un lado, intelectuales –de biografía no extremista—y, de otro, las movilizaciones sociales en curso. Entre los primeros, cabría destacar artículos como los de Joseph Stiglitz, Antón Costas en El País (Corrupción inocente) y, recientemente Emilio Ontiveros (La desigualdad no es rentable) o lo que hace unas horas ha dicho el siempre activo y activista Luigi Ferrajoli (El azote jurídico del populismo) junto a una amplia literatura de desvelamiento de los intríngulis del funcionamiento de la lepra neoliberal y sus consecuencias como lo es, por ejemplo, el libro colectivo FRENTE AL CAPITAL IMPACIENTE, coordinado por Bruno Estrada. De hecho, la diferencia de ello con el lenguaje sindical es la lógica sintaxis académica. Pero el tono templado no oculta la fuerza de la denuncia. De las movilizaciones sindicales es preciso recordar su intermitencia: sin ir más lejos, este viernes la Cgil ha convocado huelga general en “el pais donde florece el limonero” que dijera el sabio de Weimar. En resumidas cuentas, la “cuestión social” ha salido a la superficie así en el debate público como en la presencia del personal en las calles. Es cierto, no está con la vehemencia requerida, pero ¿qué duda cabe? no se encuentra sumergida como en años anteriores. Que la “cuestión social” ha vuelto al escenario lo demuestra el hecho de que el mísmísimo Jordi Pujol –tan atenta como instrumentalmente alerta, incluso para retorcer las cosas-- ha publicado recientemente un artículo donde afirma que: «Catalunya serà social o no serà». Aquest ha estat l’ADN del moviment catalanista. Per pròpia motivació interna i per l’opció del model social europeu que ha fet seu des de fa dècades, i que avui continua fent.”, lo cual es tan incierto como afirmar que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cubos de los catetos.


Cierto, la lepra neoliberal no se arredra; ahí está lo que Ferrajoli explica: “la cada vez más fuerte la relación entre dinero, información y política”, una convergencia de corporativismos que no es nueva pero que, de un tiempo a esta parte, ha alcanzado una expresión sin precedentes. Pero la novedad ahora frente a ella es la respuesta cultural y social, toda una efervescencia que hasta hace poco era desconocida. Se equivocará quien minusvalore esta incipiente respuesta, lo que evidentemente no quiere decir que haya que echar las campanas al vuelo. Ni tanto, ni tan calvo.


Ahora bien, si bien las posiciones académicas, coincidentes conceptualmente con el sindicalismo confederal, están –por así decirlo— a la ofensiva, la movilización social todavía parece estar resistiendo porque la poliorcética de los neoliberales sigue siendo potente. Lo que indica que este áspero conflicto es de largo recorrido. Y lo será más todavía si la izquierda mayoritaria no cae en la cuenta que, en los terrenos políticos, es ella la que pagará las consecuencias.


Pienso que la piedra angular de las respuestas a la triple alianza (dinero impaciente, información y política) es la amplia capilaridad de la unidad de acción entre los sindicatos españoles. Que, aunque con no pocas dificultades, también podría calificarse de incipiente unidad de proyecto. Precisamente lo contrario de Italia donde –observa atinadamente nuestro Antonio Lettieri— la división sindical se ha instalado como “cosa normal”, precisamente donde la pringue (imbrodo) atraviesa el dinero, la información y la política. En esa situación, no es arriesgado establecer la hipótesis siguiente: mientras no se remonte esa situación, Italia no levantará cabeza.


Ahora bien, si la unidad de los sindicatos es esencial, parece conveniente una amplia y sosegada reflexión acerca de las maneras de ampliar la adhesión estable –lo que llamamos afiliación— de millones de trabajadores. Por ejemplo, cómo transformar el seguimiento consciente de centenares de miles de trabajadores y empleados (con independencia de su estatus salarial y categorial) al conflicto que convoca el sindicalismo confederal. Es decir, cómo transitar de la amistad en el movimiento a la fraternidad del hecho de estar sindicado. Con lo que se tiene, siendo importante, la batalla contra la lepra neoliberal será mucho más trabajosa.


Alguna que otra vez me he planteado de qué manera sería posible avanzar en ese terreno, el de avanzar en la afiliación. Lo intenté en torno a los mecanismos de representación del sindicalismo y a sus instrumentos convencionales. Y de refilón en
EL USO SOCIAL DE LAS CONQUISTAS SINDICALES (1) donde el tema central era que las conquistas sociales –en tanto que bienes democráticos, como le gusta decir al amigo Gerardo Pisarello— no nos han motivado a las meditaciones pertinentes. De un lado, han mejorado el tenor de vida (dentro y fuera del centro de trabajo) y, de otro lado, han abierto nuevas paradojas. En el fondo es la conveniencia del consejo de Engels: conozcan ustedes cómo viven y la forma en que lo hacen los trabajadores. Lo que propone la relación entre el sindicalismo y la antropología social. Más en concreto, saber qué relación guarda, por ejemplo, las reducciones de los tiempos de trabajo, conseguidos por el sindicalismo, con el uso que, de ese tiempo liberado, hacen los trabajadores puede darnos importantes indicios para diseñar unas adecuadas conductas organizativas.


Intenté avanzar por ahí, pero a pesar de que anunciaba la continuación de aquellas reflexiones, lo cierto es que me atasqué y nunca hubo segunda parte. Sencillamente fui incapaz de enhebrar la aguja. Y así sigo, sin saber cómo continuar. Hay que convenir que los años no perdonan… Pero sí intuyo que, por ahí y desde ahí, podría abrirse un filón de propuestas.




Radio Parapanda.
MIGRACIONES LABORALES, ACCIÓN DE LA OIT Y POLÍTICA EUROPEA, desde Parapanda donde ni el músculo duerme ni la imaginación descansa.




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