A propósito de SINDICATO SOCIO-POLÍTICO Y TERRITORIO: CONSTRUIR ESPACIOS DE IGUALDAD Y COHESIÓN SOCIAL según Antonio Baylos. Cierto, desde el acuerdo.
Mucho se habló en tiempos pasados de la personalidad socio-política de Comisiones Obreras. Pienso que no estuvimos aproximadamente acertados en expresar cabalmente qué intentábamos decir. A veces traslucíamos una especie de pansindicalismo (vale decir, meter las narices en todo) y, por ende, suplir mediante el substitucionismo lo que, a nuestro entender, no hacían los partidos políticos. Con más frecuencia de lo debido nos comportábamos como un político-socio sindicato que acabó siendo una excusa de mal pagador ante la impotencia de no hacer sindicalismo. Y lo hicimos tan desordenadamente que todavía parecen existir secuelas de aquella contaminación que los sindicalistas de mi quinta dejamos en el ambiente. Se trataba, dicho esquemáticamente, de que correspondía al sindicato territorial la práctica sociopolítica y a las estructuras federativas la acción contractual. Era, y allá donde todavía perdure, una artificiosa división de poderes, un sindicato bifronte, donde no había cruce entre lo federativo y lo territorial.
Entiendo, pues, que las prácticas pansindicalistas y substitucionistas --esto es, la manera infeliz de lo sociopolítico-- han connotado la crisis de identidad que se asentó en algunas de nuestras estructuras territoriales. Una crisis que, además, provocó la desconfianza hacia el sindicato territorial por parte de los organismos de alto copete, justificando la tendencia tan natural como perjudicial hacia la centralización como insensata reacción al baño pansindicalista de aquellas organizaciones territoriales que se sumieron en tal charca. De ello –todo hay que decirlo-- se libraron aquellas que han encontraron su lugar: su función de “ser sindicato”, no como prótesis de los ámbitos federativos sino como sinergia con éstos.
Hace bien un entusiasmado Antonio Baylos en reproponer la categoría de sindicalismo sociopolítico, aprovechando la importante coyuntura electoral –así en el escenario autonómico como el municipal— y recordar la cantidad de problemas que sobre los trabajadores y sus familias se van a ventilar en función de qué orientación institucional exista tras los comicios. Esta es la tesis baylosiana que compartimos plenamente:
“La política se declina en plural, y se expresa en urbanismo, vivienda, servicios sociales, educación y sanidad. En la determinación de esas políticas es muy importante el proyecto de ciudad y de territorio que puedan realizar los ciudadanos – y ante todo los trabajadores – a través de su participación en el circuito político-electoral que constituye uno de los ejes del sistema democrático. En las elecciones municipales – como también en menor medida en las autonómicas – se presentan programas de acción que se sitúan entre la realidad y el proyecto de cambio. No todos imaginan el futuro del territorio en términos de igualdad, de participación y de solidaridad. No todos conciben el espacio en términos de nivelación y de integración social. Se vota el día 22 de mayo, y escoger las opciones de progreso que enlazan con las reivindicaciones socio-políticas del sindicato es importante”.
Ahora bien, para que “lo sociopolítico” no sea la vieja reedición de las derivas de antaño, que los sindicalistas de mi quinta no supimos corregir –y que, en buena medida, impulsamos-- sería de lo más pertinente que el sindicalismo confederal español revisara a fondo qué hacer –y con qué prioridades de “estilo”-- en el territorio. Lo prioritario es el control: el control de cómo se gestiona el trabajo, el modo de cómo se retribuye, los reflejos que la gestión del trabajo determina sobre el tiempo y los tiempos de vida. O, en palabras más sucintas, el control colectivo sobre la condición social del trabajo. Una tarea que ciertamente no pueden hacer federaciones y uniones territoriales como si fueran miembros separados [membra disjecta] del sindicato confederal. En parcas palabras, se trata del control de los procesos contractuales que tienen vigencia en un territorio determinado. También, por supuesto, el control de cómo se expresa pormenorizadamente la materialización del Estado de bienestar.
¿Por qué se insiste tanto en el control? Porque, por lo general, el sindicalismo no ha estado suficientemente al tanto de ello. Quiero decir que, si bien se ha tenido una actitud insistente en las prácticas contractuales, ello no ha ido acompañado de su correspondiente verificación, vale decir, de su control. Por ejemplo, hace unos cuantos años se fue consolidando en el territorio una amplia gama de negociaciones sobre temas de notorio interés: infraestructuras, medioambiente y otras que fueron robusteciendo el carácter de sindicato urbano. Sin embargo, aquel loable celo contractual no estuvo acompañado de su correspondiente control y verificación. Es más, entró en ese proceso desde su alteridad, independencia y auto-nomía. Que es lo mismo que decir desde su condición social, sabiendo que no es un sujeto de la izquierda sino que está objetivamente en la izquierda. En suma, que él mismo --como el ejercicio del conflicto social-- no está en función de las contingencias de la política partidaria.
Apostilla. He pedido consejo al amigo Prudencio Farfán, conocido en Parapanda por su apodo, El Apotegmas, para que me hiciera llegar sus observaciones a esta revisitación de “lo sociopolítico”. Este sabio talabartero me ha dicho, en correo electrónico, lo siguiente: “Te ha faltado dejar claro que la principal tarea en el territorio es la empresa –o, como decís ahora, el centro de trabajo—, la empresa que está en el territorio. Mientras esté ahí, la empresa no es un no-lugar, sino el lugar por excelencia de la acción sindical. Otrosí, ¿por qué decir que urbanismo, vivienda, servicios sociales, educación y sanidad se corresponden con “lo sociopolítico”, cuando son espacios centrales de las políticas de Estado de bienestar –o, como dicen los relamidos, entre ellos tú mismo, de welfare— inseparables de la acción sindical que ya es clásica? Finalmente, según mis informaciones los vicios antiguos del pansindicalismo, el substitucionismo y las lecturas equívocas de lo sociopolítico no conforman ya la práctica de las uniones territoriales. Pero haces bien en traerlo a colación porque nada está descartado definitivamente. Saludos, Prudencio”.
No estoy de acuerdo con El Apotegmas, y me parece bien enfocado el texto del bloggero sobre la difícil integración de los socio-político (¿por qué prescindir de esa categoría?)en la acción sindical sin caer en un "sustituismo" que denota ya claramente una cierta "división del trabajo": lo laboral para el sindicato, lo político para el partido. La sustitución del actuar del partido político sería la intervención del sindicato en lo "socio-político". O sea, zapatero a tus zapatos. Será por deformación profesional, pero el trabajo con los inmigrantes y los parados, requiere una intervención en el territorio, en el barrio, y una fuerte mediación cultural que el sindicato está obligado a hacer si no quiere quedarse fuera de muchos problemas decisivos para la vida de las personas que lo están pasando mal a costa de su trabajo o porque no encuentran trabajo. Recordemos a los venerandos miembros de la IWW, un sindicalismo de acción en el territorio y basado en la movilización de la precariedad laboral. Perdón por el excesivo espacio utilizado.
ResponderEliminarSupongo que El Apotegmas habrá leido este comentario, don Andrés. Le diré que prepare una respuesta y este comentario y lo que diga Prudencio lo metemos en una entrad. De todas formas dejemos que Prudencio pase el Primero de Mayo. Saludos, don Andrés.
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