[Paco Rodríguez de Lecea con gafas de sol y un mozalbete en un acto celebrado en Parapanda]
Mi viejo compañero Francisco Prado Alberdi (conocido cariñosamente como Pipas) escribe un comentario en mi entrada en este mismo blog CODETERMINACIÓN EN LA FLEXIBILIDAD (y 2): “Totalmente de acuerdo. Pero para conseguirlo hay que reforzar, en algunos casos conquistar, el "poder sindical" en las pequeñas y medianas empresas, así como en algunos sectores de las nuevas industrias (p.e.: sector tecnológico y medioambiental) y servicios, que están abandonados de la mano de dios. Pregunto: ¿Para lograr estos objetivos no debemos revisar nuestra actual estructura organizativa? Es una pregunta retórica porque yo digo que sí”.
La pregunta del amigo Alberdi apunta al vínculo entre “representatividad” y “representación” de la acción colectiva que es el sindicalismo confederal. Entiendo por “representatividad” la capacidad sindical de aprehender las reivindicaciones, colectivas e individuales, del conjunto asalariado y llevarlas a la práctica. Y defino la “representación” como la forma organizativa que asume el sindicalismo, dentro y fuera del centro de trabajo, para hacer posible las funciones de tutela y promoción de los derechos de los asalariados. Atina Alberdi, por consiguiente, cuando afirma –preguntándose retóricamente, dice-- que para lograr unos determinados objetivos (los que se definen en el artículo de referencia u otros) hay que revisar el modelo de representación que tenemos. Yo, por mi cuenta y riesgo, añado que la actual forma sindicato es ya una rémora. Es más, su rutinario mantenimiento es responsable de que el modelo reivindicativo se encuentre no sólo estancado sino principalmente agotado. Es un modelo que atiende única y exclusivamente en la “distribución” sin entrar de lleno en la “producción”. Una producción que atraviesa los sectores industriales y terciarios. O, lo que es lo mismo: no me estoy refiriendo a la granindustria sino a todos los sectores, incluidas –como señala Alberdi— la pequeña y pequeñísima empresa.
Uno de los problemas que tenemos es que, por lo general, lo que convencionalmente se llama “el proyecto” aparece separado de los grandes temas organizativos. Si Alberdi no tiene nada en contra, diré una vez más que esta separación artificiosa es una herencia no positiva que los sindicalistas de mi quinta dejamos a las generaciones posteriores. El proyecto no es sólo la literatura programática sino la acción colectiva, esto es, el proyecto-que-se-organiza. Para decirlo gramscianamente: la praxis.
Por otra parte, la nueva formulación del sindicato de las diversidades, que algunos con sabio criterio reiteran, ¿acaso no presupone una nueva praxis en la asunción y propuesta de nuevas reivindicaciones que deben ser gestionadas por una representación acorde a dichas diversidades? Por supuesto, no es cosa de diseñar un modelo abstracto. Bastaría, por ejemplo, leer la narrativa contractual de los fitecos españoles. Porque en Fiteqa –un sindicalismo maduro— hay suficientes indicios para (gradualmente) darle la vuelta a la tortilla.
Si ello se pone en marcha –algo al respecto insinuó Toxo en su discurso de clausura en el pasado congreso confederal— estaríamos ante la “gran transformación” del sindicato.
La pregunta del amigo Alberdi apunta al vínculo entre “representatividad” y “representación” de la acción colectiva que es el sindicalismo confederal. Entiendo por “representatividad” la capacidad sindical de aprehender las reivindicaciones, colectivas e individuales, del conjunto asalariado y llevarlas a la práctica. Y defino la “representación” como la forma organizativa que asume el sindicalismo, dentro y fuera del centro de trabajo, para hacer posible las funciones de tutela y promoción de los derechos de los asalariados. Atina Alberdi, por consiguiente, cuando afirma –preguntándose retóricamente, dice-- que para lograr unos determinados objetivos (los que se definen en el artículo de referencia u otros) hay que revisar el modelo de representación que tenemos. Yo, por mi cuenta y riesgo, añado que la actual forma sindicato es ya una rémora. Es más, su rutinario mantenimiento es responsable de que el modelo reivindicativo se encuentre no sólo estancado sino principalmente agotado. Es un modelo que atiende única y exclusivamente en la “distribución” sin entrar de lleno en la “producción”. Una producción que atraviesa los sectores industriales y terciarios. O, lo que es lo mismo: no me estoy refiriendo a la granindustria sino a todos los sectores, incluidas –como señala Alberdi— la pequeña y pequeñísima empresa.
Uno de los problemas que tenemos es que, por lo general, lo que convencionalmente se llama “el proyecto” aparece separado de los grandes temas organizativos. Si Alberdi no tiene nada en contra, diré una vez más que esta separación artificiosa es una herencia no positiva que los sindicalistas de mi quinta dejamos a las generaciones posteriores. El proyecto no es sólo la literatura programática sino la acción colectiva, esto es, el proyecto-que-se-organiza. Para decirlo gramscianamente: la praxis.
Por otra parte, la nueva formulación del sindicato de las diversidades, que algunos con sabio criterio reiteran, ¿acaso no presupone una nueva praxis en la asunción y propuesta de nuevas reivindicaciones que deben ser gestionadas por una representación acorde a dichas diversidades? Por supuesto, no es cosa de diseñar un modelo abstracto. Bastaría, por ejemplo, leer la narrativa contractual de los fitecos españoles. Porque en Fiteqa –un sindicalismo maduro— hay suficientes indicios para (gradualmente) darle la vuelta a la tortilla.
Si ello se pone en marcha –algo al respecto insinuó Toxo en su discurso de clausura en el pasado congreso confederal— estaríamos ante la “gran transformación” del sindicato.
Es cierto, a los temas organizativos nunca le dimos la importancia debida. Quizás se deba a que nos transformamos en sindicato con "mala conciencia", sentíamos que de alguna manera estábamos traicionando aquello del sindicato de nuevo tipo y del sindicalismo unitario... Eso nos llevó a improvisar constantemente, sin debatir a fondo el modelo organizativo.
ResponderEliminarComo siempre das en el clavo cuando hablas de "proyecto-que-se-organiza" ¡Esa es la clave!
Está claro que no hay dos sin tres.
ResponderEliminarEs bien cierto que la organización es nuestra asignatura pendiente.
Yo siempre digo que es tan importante el qué como el cómo.
Es importante tener proyecto, propuestas, iniciativas, pero si no planificamos cómo llevarlas a cabo, seguro, seguro, que no llegan a ninguna parte.
En organizaciones tan grandes como la nuestra, a veces cuesta, porque además la participación es fundamental, pues la participación genera compromiso, y no puede haber participación sin planificación. O se establecen calendarios en los que la participación es posible, o no vamos a ninguna parte.
Otra de las cuestiones que tu planteas, es básica y fundamental. Qué es más importante, tener más afiliados o tener más representación. Ese es un tema clave, pues nuestra organización en lo interno no valora nada la representación, que yo creo que es lo más importante, que los trabajadores y trabajadoras nos valoren.
Es por eso, que en los sitios donde puedes sacar poca afiliación, que menciona Alberdi, para algunos no sean importantes, y eso es un gran error, pues principalmente somos un sindicato de clase y hemos de centrar todos nuestros esfuerzo en estar en todas partes, y representar a mucha gente, aunque eso no nos de un rédito, en la lucha de poder interna.
Yo creo que nuestra organización tendría que cambiar el modelo de organización y participación, tomando como variable central la representación y no la afiliación, así seguro, seguro que nos preociparíamos por lo que dice Alberdi.