martes, 1 de noviembre de 2022

Feijóo no es el problema


 

La caótica línea política del Partido Popular está, como es lógico, ligada a la extraña personalidad de su primer dirigente formal. El tantas veces deseado y esperado, Feijóo, ha venido a recordarnos la incompetencia de aquel rey felón, el séptimo Fernando, que en un abrir y cerrar de ojos mudó la esperanza  puesta en él por una de las mayores tirrias colectivas que se ha tenido contra un gobernante.

Feijóo, el esperado, el deseado hasta el punto de que los medios borraron algunas de sus fotos de juventud con personas poco recomendables, ha sido –está siendo— un fiasco de padre y muy señor mío. Su actuación política –especialmente en torno a la cuestión de la renovación del Consejo General del Poder Judicial— es el obstruccionismo más sangrante que se ha hecho contra la Constitución. Ahora bien, un dirigente que llega a un acuerdo con otro de distinta formación y, a continuación, le flaquean las piernas tras una llamada de la Ayuso no es de fiar: en primer lugar para su propio partido y, definitivamente, para la guía del país.

Pero el problema del PP no es Feijóo. Feijóo fue aclamado porque la dirección submergida del partido le consideraba un chisgarabís, un veleta que no tendría empacho de afirmar García Márquez, en completa soledad tardó cien años en escribir una novela. El problema es el PP en tanto que tal: en su viraje hacia la confusión, en su constitucionalismo de mercadillo, en la substitución de los fines de la política por la ocupación de las poltronas: desde las togas y puñeras hasta la emisión de almojarifazgos. Y con esas características no puede haber mirlo blanco alguno.

En conclusión Feijóo es un pobre cabo furriel que estará ahí hasta que la  dirección sumergida lo aguante.

 

Post scriptum.--- Felicidades, Lula.

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