jueves, 8 de septiembre de 2022

Yolanda, Unai y Alvarez: trigonometría esférica


 

En mi modesto parecer Yolanda Díaz es una gran ministra de Trabajo. Sabe su quehacer porque lo ha mamado en la práctica de su profesión, la de iuslaboralista. No es la primera  vez que hablo –ni, espero, sea la última— del buen hacer de esta dama de la izquierda. Contemporáneamente ha coincidido con la madurez de dos sindicalistas de alto coturno –Unai Sordo o el carisma tranquilo y Pepe Álvarez o la veteranía hecha un grado--  que son tan corresponsables como Yolanda de los recientes logros sociales de la presente legislatura. Nunca el sindicalismo confederal había alcanzado, desde su propia independencia, tan buenas relaciones con el Gobierno, también con su propia autonomía. La argamasa que se ha utilizado ha sido la práctica de la negociación con sus síntesis sucesivas. De  momento, y visto con perspectiva, el papel de la patronal no ha sido tan incordiante como en tiempos pasados.

Estamos ante una nueva situación: ha aumentado significativamente el número de afiliados a la Seguridad Social y, además, se está contratando mucho más empleo por tiempo indeterminado o fijo que de eventuales. Nueva situación, pues. Que nada tiene que ver con lo visto y sufrido hasta la presente. Sigue habiendo problemas, justo hay que decirlo. Pero las novedades positivas no conviene que pasen desapercibidas. Es más, en este nuevo marco qué se sabe de la evolución de la afiliación a los sindicatos. Tras las nuevas conquistas, ¿cómo se implican, y de qué manera, los no afiliados? ¿dan el salto a organizarse o siguen ´gorroneando´ y aprovechándose de lo que logran los afiliados?

Estamos en el tiempo de una trigonometría esférica con tres sujetos: Yolanda, Unai y Alvarez. No obstante, hay que decir que Yolanda está opacando a los dirigentes sindicales. Tiene su explicación: es una ministra, es muy celosa de su perfil propio tanto en el universo en que se mueve (Unidas Podemos) y, por lo general, tiene buenas relaciones con el resto del Gobierno. Lo que la convierte en una pieza mediática de primer orden. Así pues, con sólo su presencia obscurece a sus acompañantes. De ello, en primer lugar, los sindicatos  salen favorecidos; pero, en segundo lugar, éstos aparecen como acompañantes de la ministra. Yendo por lo derecho: no son vistos como coprotagonistas, sino –ya se ha dicho—meros acompañantes. Con lo que los beneficios de los logros los recibe el Gobierno y los garbanzos menos apetitosos de todo pacto o acuerdo se lo comen los sindicatos.

Sin lugar a dudas, el amplísimo activo sindical miles de personas está al tanto  y sabe valorar las conquistas sociales, pero la población asalariada española mira las cosas desde otro enfoque menos sofisticado. Por ejemplo, de esos nuevos centenares de miles de asalariados con contrato indefinido ¿qué saben del protagonismo de Unai y Pepe?

Ya me gustaría dar una solución al problema que veo, aunque quizá no haya tal problema y lo mío son cuestiones de viejo tiquismiquis. Lo que sí puedo decir es que en mis cercanías nadie ha explicado que a estas conquistas, de las que los sindicatos son coprotagonistas y no acompañantes, corresponde mayor fuerza afiliativa. Y si nadie ha aparecido por aquí, no hay que echarle en cara al gorrón que es un aprovechao porque no se afilia.

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