martes, 20 de septiembre de 2022

Esta autonomía gótica, fase de degradación de la autonomía


 

El estilo gótico de la arquitectura de la España de las autonomías –o sea, su práctica política--  está llevando al país a lo que en la Vega de Granada llamamos follaero. O sea, lío, desbarajuste. Es una palabra expresiva y tan plástica que mi tío, don Gaspar Quevedo, cura santaferino, aunque bilbaíno dese el primer botón de la sotana hasta el tejo, la usaba con frecuencia. Pues bien, España se está convirtiendo en un follaero de mucha consideración. Vamos camino del autonomiaje y no parece que haya autoridad para achicar esa agua sucia que corre de norte a sur y de levante a poniente.

Madrid que no es una parte de España sino España de parte coloca los impuestos que le salen de los sobacos a doña Isabel III de Castilla, nacida plebeyamente  Díaz Ayuso. La situación es tal que la brecha entre Madrid y la autonomía que más paga crece hasta un 21 por ciento. Se trata de una política fiscal depredadora de otras autonomías, que se pone en marcha y se desarrolla sin ningún freno que lo impida. No es la autonomía, es el autonomiaje. A su vez, Andalucía suprime el impuesto de patrimonio y rebaja el IPRF en un intento de aprender a agredir fiscalmente a otras autonomías.

Se trata de un desorden fiscal, que favorece a los altos capitales y a la mesocracia—cohíba al tiempo que arruina el conjunto de regiones de España. Así pues, las desigualdades se incrementan sin que ni siquiera lleguen virutas a las clases menos favorecidas.

Atención: este follaero autonomista destartala la economía española, lesiona a la inmensa mayoría de la sociedad y es el camino inverso para consolidar una arquitectura consistente. Por lo que esta autonomía gótica no puede conducir al federalismo, de una parte; y, de otra parte, estas prácticas de prestidigitación fiscal me llevan a no tener entusiasmo por el federalismo. Porque entonces la cosa puede ser peor que la casa de la Troya.  Sobra decir que este quilombo lo ha organizado la derecha, que es tan gótica como don Rodrigo. El de Guadalete.    

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