martes, 9 de febrero de 2021

Pablo Iglesias, las elecciones y los rusos


Pablo Iglesias el Joven habla demasiado y demasiado mal. Cada vez que abre la boca sus parciales se estremecen y otean el horizonte intentando saber cuántos votos ha desperdiciado y cuánta gente no se adhiere a las candidaturas que parece patrocinar. Es de una inmoderada facundia que necesita hablar por los codos no tanto para explicar sus propias responsabilidades como para opinar sobre los quehaceres de los demás. Todavía, es un poner, no nos ha dicho nada sobre la Agenda 2030.  

Pablo Iglesias es el narcisismo político por antonomasia. Esta es una cualidad que se le ha ido acentuando con el paso del tiempo y en el ejercicio de sus altas responsabilidades políticas e institucionales. Por lo general, este personaje –además de querer sorprender al respetable— tiene el don de la más absoluta e irresponsable inoportunidad.

Pablo Iglesias ha puesto en duda la «normalidad democrática» de España. Aquí se ha pasado de rosca porque pone en tela de juicio si estamos en un Estado de derecho o en el corral de la Pacheca. Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno, duda del diapasón democrático del Estado, del que es un alto cargo. La verdad, sólo él sabe los motivos que le han llevado a afirmar tan caballuno desatino.

Pero, además, ¿qué utilidad electoral tiene para los suyos lo que ha dicho? En principio, sus declaraciones favorecen especialmente a Waterloo y a los de Aragonès García. Es decir, a los rivales de la candidata Jéssica Albiach, su teórica candidata en las elecciones del domingo que viene. Una candidata batalladora que está presionada, de un lado, por el efecto Illa y, del otro, por la facundia de Iglesias. Y --pienso yo--  sorprendida por la reincidencia del jefe podemita en las lisonjas a Waterloo. Chocante, además, que en ese sentido hayamos podido ver a nuestro hombre en plena coincidencia con los de Vladimir Putin: la anormalidad democrática de España.

Jessica Albiach necesita apoyos y, sobre todo, más apoyos tras esas declaraciones tan erróneas, inoportunas y extravagantes.

 

Nota bene.---  Cuando yo era jovenzuelo me extrañaba que los dirigentes soviéticos, cuando había elecciones francesas, recibían por todo lo alto en el Kremlin a Charles de Gaulle en vez de apoyar a sus camaradas del Partido Comunista Francés. Jacques Duclos y Marchais eran  ninguneados por Moscú. ¿Es eso lo que ha aprendido Pablo Iglesias?

 

Post scriptum.---  «Lo primero es antes», nos enseña don Venancio Sacristán. 

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