sábado, 13 de febrero de 2021

Horas de meditación. Nos vemos mañana a pie de urna.

 

 

Estas son horas de meditación. Eso nos dicen las normas y las convenciones al uso. Día de reflexión se llama. Lo que, sin embargo, no impide que meditemos sobre algunos de los acontecimientos más recientes de este final de campaña electoral.

Algunos refitoleros han considerado demagógico que se hayan comparado determinas actitudes del independentismo con las reiteradas prácticas de Trump. Otras voces han calificado las patrañas que propalaban los independentistas como un error. Reflexiono detenidamente: no se trata de un error, ni tampoco de un descuido. Porque cuando un error se repite en demasía es, con toda seguridad, una opción que se hace a sabiendas y queriendas.

El independentismo se ha contagiado –unos con más antigüedad que otros— del trumpismo. Se diría que es la última ratio que le queda a Laura Borràs, ahora amenazada en sus aspiraciones a presidir la Generalitat por el gasolinero Canadell. Se trata del contagio del trumpismo más agresivo, porque ya no se trata de eso que ahora llaman fakes news, sino de calumnias. Según la volcánica Borràs, Salvador Illa se había vacunado sin respetar los protocolos; incluso llegaron a fabricar un documento que daba fe de ello. El «todos contra Illa» --excepto Jéssica Albiach--  funcionó perinde ac cadaver. Al coro se sumaron el mustio Carrizosa (Ciudadanos) y el irrelevante Fernández (Partido Popular) junto a algunos radiofonistas  de carajillo y bustos parlantes televisivos de tagarnina. ¿Para qué contrastar una información si podemos armar la zahúrda? A continuación se demuestra que ese papel y la noticia son más falsas que un duro sevillano. Nadie rectifica, ni nadie pide disculpas.

Así pues, el protocolo contra Illa ha empezado antes de las elecciones. Que Borràs se haya metido en ese lodazal es comprensible, porque su política de tierra quemada le lleva a eso. Cuestión distinta es que los de Aragonès García hayan seguido ese juego de una manera tan obediente. ERC, el partido europeo más confuso, sigue siendo subalterno a Waterloo en lo fundamental. El infundio contra Illa, sin embargo, ha provocado las iras de la Musa del independentismo que, como periodista que conoce las truculencias del oficio y sus repercusiones, sabe que eso favorece al candidato socialista. Seguramente porque el consumo de fakes, como el de sapos, tiene un límite tras la derrota de Trump. La Rahola ha tomado nota de que, cansados de tanta basura –sobre todo, calumnias— más de 140.000 norteamericanos se han dado de baja del Partido Republicano tras el asalto al Capitolio. Que –se recuerda— Puigdemont, Comín y Ponsati se negaron a censurar en el Europarlamento.

En resumidas cuentas, la toxicidad del trumpismo y del independentismo es idéntica en lo fundamental y ligeramente distinta en lo accesorio. Agotados ambas partidas solo les queda la mendacidad militante.

 

Post scriptum.---  «Lo primero es antes», según decía don Venancio Sacristán. O sea, «antes» de votar cerciórate de que tu papeleta es la más idónea para mañana y pasado mañana. 

 

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