El
hombre de Pontevedra ha dejado el Partido Popular hecho unos zorros. Tras su espantá se ha podido
comprobar hasta qué punto hay leyendas inconsistentes. Ayer se presumía de una
unidad granítica; hoy cada candidato a presidir el partido afila los cuchillos.
Ayer, con Mariano, la
aparente unidad se hacía en torno a un pacto de no-me-zarandees-la-poltrona y
yo haré lo mismo contigo; hoy, descabezados, exhiben una discordia que no se
basa en ningún planteamiento político sino en zarandear la poltrona.
Cada
día que pasa sube el tenor de la trifulca. Incluso el letraherido de Margallo afina su
mordacidad no exenta de ingeniosa elegancia. El resto de las candidaturas con posibilidades
atruena con su ausencia de razón en marcha: las dos vestales se arañan
contundentemente, mientras el joven Pablo Casado navega con diez cañones por banda en su velero
bergantín. Es la pugna por la túnica sagrada de Mariano.
Con
el hombre de Pontevedra se construyó la leyenda de los más de 800.000
militantes, el partido más numeroso de Europa y sus alrededores. Ningún
candidato sabe cómo se llegó a esa imponente cifra ni –menos todavía—de qué
manera se ha ido reduciendo, reduciendo, reduciendo la cifra hasta quedar en el
esqueleto. Enrique Jardiel Poncela, celebrado
dramaturgo de los viejos tiempos, se preguntó si alguna vez hubo once mil
vírgenes. Pues, igual. Ahora, los candidatos y el propio partido están presos
de tan mendaz leyenda.
El
Partido Popular, ha sido siempre, un partido de cortesanos. La «militancia», al
igual que en otras organizaciones, siempre ha sido considerada como una fuente
de problemas. De modo que la lógica de absorción de los grupos dirigentes fue
deglutiendo el hecho de participar. Sólo se recurre a ella en los proclamados
momentos de plebiscito. El plebiscito de aquel «¿Queréis a Jesús o a
Barrabás?», que nos relató el apóstol Mateo. Es la primera consulta popular de
la que tengo noticia.
Cierto,
en la mayoría de las organizaciones sucede tres cuartos de lo mismo, a saber:
la militancia como metáfora política. Pero de ello hemos hablado en muchas otras
ocasiones. En resumidas cuentas, en la ópera Così fan tutte (libreto de Lorenzo da Ponte,
música de Mozart) se dice que «todo el mundo
habla del ave Fénix, pero nadie sabe dónde está». Es decir, igualico que la
militancia.
Sugerencia:
no tengáis miedo de la militancia.
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