El
movimiento feminista dio ayer el do pecho en las calles y plazas. Día grande
para las mujeres y la democracia. Lástima que tan importante jornada estuviera
presidida por la división del movimiento. Hubo algunas excepciones. Una
exultante Carme Ortega me cuenta que «en Mataró
ha habido una sola manifestación unitaria, grande y hermosa». No me extraña,
las dirigentes mataronesas son mayoritariamente trabajadoras del textil, con
décadas de experiencia sindical y vecinal. Siempre al grano.
Sin
embargo, ayer quedó señalado el día que públicamente se expresó organizadamente
la división. Es decir, cada bando del movimiento feminista exhibió su propio
carné de identidad en detrimento de las banderas de la unidad. Mi primera
conclusión provisional: el virus izquierdoso de las escisiones y continuas
rupturas también ha llegado al movimiento de las mujeres. Y, como
desgraciadamente bien se sabe, cuando un movimiento se rompe, dicha desgracia
tiene los siglos contados. Fíjense hasta qué punto el movimiento sindical, cuyos
orígenes y motivos desconocen la mayoría de sus dirigentes actuales, sigue hoy
cada uno en su casa a pesar de que unos
y otros exhiben a diario menos diferencias.
Posiblemente
cada sector del feminismo entrará en una
fase de autolegitimación contra la del otro, en un itinerario de justificar sus
diferencias. Y es que la división se
teoriza, mientras la unidad requiere pocas palabras.
Sería
ilusorio y, predicando en el desierto, si ahora propugnásemos el reencuentro y
la unidad de los dos grandes cachos del feminismo. Pero sí es responsable que
entiendan que, al menos, deberían practicar la unidad de acción. Siempre y
cuando unas y otras sean ellas mismas y piensen con su propia cabeza; siempre y
cuando rechacen ser un instrumento ancilar de ´mamá partido´, que –como
madrastra chicoleante— siempre va a lo suyo.
P/S.--- Carme Ortega en la manifestación de ayer en
la ciudad de Mataró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.