No
insistiré acerca de la bondad de los contenidos del importante acuerdo
tripartito (sindicatos, patronal y gobierno) ya convalidado en las Cortes. No
lo haré porque voces tan autorizadas como las de Antonio
Baylos, Isidor Boix, Joan Cosubiela, Quim González
y Nicolás Sartorius, entre otros, han escrito y conferenciado sobre
dicha cuestión. Ahora bien, me permito una coletilla que no ha sido vista
todavía: el acuerdo tripartito ha puesto, además, los andamios para la
construcción itinerante de un nuevo cuadro de relaciones laborales y derechos
sociales acordes con el proceso de innovación y reestructuración de los
aparatos productivos y de servicios. Es decir, además de recuperar las
cuadernas que demolió Rajoy, abre unas
perspectivas de renovación. Eso demuestra la utilidad y la eficacia de labrar
consensos entre los distintos al tiempo que censura el improductivo chillerío y
la retórica de mostrador de taberna de quienes se han opuesto a tan importante
medida.
Pero,
antes que nada, hay que deshacer esa matraca que han abierto la caverna y la
taberna: el voto del diputado del PP cacereño (un caballero que ha tenido sus más
y sus menos con la Justicia) debe contabilizarse como negativo al ser –afirman sin
haber estudiado técnicamente el caso— un «fallo técnico». La sombra de aquel Trump es alargada. Pero no cuentan que los votos
de los dos diputados de UPN, que traían el mandato de votar afirmativamente, fueron
interferidos por metafóricamente por el espíritu de aquel Tamayo. Con todo, tenemos reforma laboral a pesar
de los hunos y de los hotros.
A
pesar de Esquerra Republicana de Catalunya.
Es una organización que hoy se empeña en recordarnos que sigue siendo aquella
ERC que dio los votos para que Jordi Pujol fuera
investido presidente en vez de Joan Reventós. Que
se opuso militantemente contra la gran huelga general de aquel 14 de diciembre
famoso. A mí no me lo han contado, yo lo viví personalmente.
Tengo
amigos que no encuentran explicación seria a la decisión del grupo—Rufián de
votar en contra. Confieso que yo tampoco las encuentro. Pero aquí lo que importa
son los hechos. Hechos tozudos que sitúan en la votación a ERC, la caverna y la
taberna en el mismo tugurio.
El
pintoresco Rufián se estira y retóricamente sanciona: que coincidir con la
CEOE, el Banco de Santander y Ciudadanos explica la maldad del acuerdo tripartito. De te fabula narratur, Rufian: ¿y por qué no te aplicar el chascarrillo, tú
que coincides con el PP, Vox y lo mejorcito de cada casa.
El
clásico preguntó ¿qué hacer? Doctores tiene la iglesia, buenos doctores. Ellos
saben por experiencia propia que hay que organizar tamaña conquista, que es
imprescindible elevar la afiliación estable a las organizaciones sindicales.
Saben, además, que se han sentado las bases –los andamios, decíamos antes— para
humanizar el trabajo, según enseñaba
nuestro Bruno Trentín.
Post
scriptum.--- Estoy tan contento que mientras me tomo unas
copitas de cava Parapanda (gran reserva) me pongo a cantiñear Los campanilleros
por la madrugá.
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