He
perdido la cuenta de las veces que el Partido Popular ha hecho una excursión al centro, en realidad
viajes a ninguna parte. Han sido excursiones o viajes coincidentes con su
progresiva inclinación al más allá de la derecha. Ahora, en puertas del aluvión
de casos de corrupción pendientes de sentencia por parte de los tribunales, Pablo Casado vuelve a sacar
del viejo baúl de los recuerdos las cartas del arte de marear y, brújula en
mano, se reorienta –quiere hacernos creer— hacia el centro, ese lugar inasible
y más metafísico que físico. Pero el puente de mando de la nave con contaba con
la monja alférez, Isabel
Díaz Ayuso.
¿´
Centrismos a mí´? parece decir la doña. Y lejos de Santiago de Compostela
arremete descentradamente contra Francisco, el
Papa de Roma. Al papa argentino le ha puesto como un pingo porque ha pedido
perdón a México «por los pecados personales y sociales de la Iglesia».
Bergoglio ha sido contundente: los pecados personales y sociales.
Lo
estrambótico es la dogmática que ha utilizado doña Isabel: «A mí me sorprende
que un católico que habla español…». Si lo hubiera dicho en lengua tagala
tendría un pase, viene a decir tan ilustre señora.
Las
derivas de Casado a tierras de más allá de la derecha explican el ascenso y
consolidación de Ayuso como
jefa de una parte no irrelevante de la derecha ultra. Y de esa manera el grano
que el PP tiene en el culo se va agrandando.
No sería de extrañar que el sector Cañizares haya caído en deliquio tras tan suculentas declaraciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.