Lean
con detenimiento el reportaje de La Vanguardia de hoy –página 6— titulado «La
juventud europea se derechiza». Se trata
de un breve estudio bastante serio. En todo caso, entiendo que en realidad el
problema de fondo no es sólo que la juventud se haya derechizado o se esté
derechizando sino que se ha marchado –tal vez, definitivamente de la política.
Lo curioso del caso es que no hace tantos años protagonizó un resurgir de la
política en España con el 15 M y en otros países como Egipto y Argelia. Poco
rescoldo queda de aquello.
Nuestro
principal problema no es el paro, ni la corrupción. El primer problema que
tenemos es la situación de la juventud. Los jóvenes lo perciben con un presente
a trancas y barrancas, un mañana incierto y un futuro inquietante. Y sin
embargo la política ha tiempo que enmudeció sobre ese particular. Ni siquiera
las ´ramas juveniles´ de las organizaciones saben nada en concreto. Esas
juventudes están a la espera de que se
vaya llenando el vertedero de los escombros políticos para ir cubriendo el
escalafón. Mientras tanto, en la franja de edad de 18 a 34 años se opta por
inscribirse en la derecha. De manera que la ausencia del problema de la juventud
oscurece la política general que se haga.
De
entrada, me parece a mí, las derechas tienen un lenguaje para la juventud; las
izquierdas, sin embargo, están rotundamente silentes, por lo que ni quieren
saber ni desean contestar. Y comoquiera que nadie –o yo no lo he sabido
encontrar— opina sobre ello, tengo la impertinente pretensión de apuntar los
siguientes rasgos que provocan que la juventud esté hecha unos zorros.
Primero.
El tránsito del fordismo a la sociedad informacional se ha producido sobre la
base de profundísimas desigualdades sociales, salarios basura y trabajos
precarios a cascoporro, que ha golpeado salvajemente a la juventud. Las
izquierdas han descuidado esa situación.
Segundo.
Los continuos planes de estudio han provocado una desorientación en el
profesorado y en los alumnos: nadie tenía asegurado que lo diseñado por el
Ministerio durara una temporada. Para rematar la cuestión, la faena más tremenda fue la eliminación de la
asignatura de la Filosofía: aprender esa disciplina ha sido considerado por la
política (en su conjunto) como una baratija.
Tercero.
La revolución conservadora –dispensen el oxímoron-- de finales del siglo pasado envió a la
izquierda a los balates de las carreteras. Solo en momentos puntuales levantó
la cabeza.
Corrijan
y enmienden lo dicho, maticen lo que gusten y, si lo prefieren, tírenlo a la
basura, pero investiguen, hagan tanteos y aproxímense al problema.
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