O
en el convento de monjas donde estudió Inés Arrimadas no se intrigaba –cosa realmente extraña-- o esta mujer hizo un Fabrizio del Dongo en aquellos años. Tal vez de
aquella actitud le vengan algunos de los problemas de hoy a la dirigente de Ciudadanos. En todo caso,
Arrimadas sigue teniendo una singular característica: necesita patológicamente
que se hable de ella y, en consecuencia, propone de vez en cuando declaraciones
que, a simple vista, parecerían inesperadas por sorprendentes. Tal vez sea una
manera eficaz de desviar el foco que mira obsesivamente el éxodo de dirigentes
de ese partido hacia otras territorios de jara y sedal.
Dos,
han sido dos, las declaraciones de Arrimadas después de varias semanas de
silencio ursulino. Sus mensajes, aparentemente dirigidos a Albert Rivera y a la madrileña
Ayuso, no han tenido
la conveniente repercusión ya que el partido se ha convertido en un minifundio
casi irrelevante y porque hay otra casquería informativa que, en apariencia,
parece tener más enjundia.
Primero,
Arrimadas nos dice que «no cree que Rivera se acerque al Partido Popular». Se
observa que se usa el lenguaje ´en negativo´, como quien no se atreve a
descartar la cosa de manera rotunda. Esto es, no se dice que ´Rivera sigue
siendo uno de los nuestros, de
Ciudadanos´. Retórica de mermelada. Segundo, Arrimadas defiende renovar el
pacto con Díaz Ayuso.
De
acuerdo, no se trata solamente de la patológica obsesión de hablar para que
hablen de ella. Es, sobre todo, la necesidad de proclamar que Ciudadanos sigue
en la brecha, que los recientes desperfectos sólo han sido rasguños, que sólo
necesitan tiritas y mercromina. Otro Fabrizio del Dongo. Vana ilusión.
Con
todo lo más espeluznante es el miedo a sacar conclusiones políticas de la
hecatombe de Ciudadanos en Cataluña y de las deserciones de importantes
dirigentes hacia el Partido Popular. Digamos, entre paréntesis, que el caso más
mediático, el de Toni Cantó,
sólo es una muestra de la grotesquez de la situación. Miedo, pues, a sacar conclusiones;
miedo a ubicarse en un lugar autónomo, propio. Por lo que, vuelta la burra al
trigo: proponen al PP la reedición del gobierno que existía antes de que Ayuso
cogiera la guadaña.
Fracaso,
pues, de una fuerza política que dijo ser regeneracionista y equidistante de
los mimbres del bipartidismo. Fracaso porque cada semana quería ser una fuerza distinta
a cómo era la anterior. Fracaso anunciado por su inveterada subalternidad a la
derecha mayoritaria.
Moraleja:
la importancia de todo ello para la orografía política española parece
evidente, ya que este desvanecimiento de Ciudadanos engorda a la derecha ultra
y a la ultra derecha.
Post
scriptum.--- ¿Se sabe en este caso qué quiere decir exactamente ese «antes» que
necesariamente, según don Venancio Sacristán, antecede
a lo «primero»?
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