Tengo
la impresión de que se oyen pocas voces que llamen al sosiego. Las noticias y
reportajes en los diversos medios nos traen el clima de extremada aspereza
política y social que realmente se vive en Madrid y Cataluña. Las voces que
faltan para decir la suya no lo hacen –entiendo yo— por equidistancia sino
porque están a la expectativa.
La
bronca superlativa provoca que, por ejemplo, se esté dando escasísima atención
a un dato relevante: el cien por cien del grupo etario de los mayores de 80
años ya está vacunado contra el covid y el 64 por ciento haya pasado ya la
segunda vacuna. Lo que vende mediáticamente
son los elementos –dramáticos algunos de ellos-- que están perturbando la política y la convivencia.
No alcanza, sin embargo, su debida atención que el Consejo de Ministros haya aprobado
el plan de los 140 mil millones de euros de los fondos europeos contra los
efectos de la pandemia. Esto tampoco vende.
Es la lógica de lo extravagante: no es noticia que un perro muerda a una
persona, pero sí lo es que una persona muerda a un chucho.
Los
medios no están haciendo pedagogía de masas. En el mejor de los casos, pocos, hacen
de notarios fidedignos de lo que está sucediendo; por lo general o bien practican
el tremendismo o bien azuzan sin orden ni concierto en clave nihiista. Cuando
hablo de ´pedagogía´ no me refiero a ocultar las noticias; estoy hablando de la
necesidad de sosegar, calmar a la opinión pública. Y, especialmente, a no
agobiarla. ¿Es necesario que el ochenta por ciento de los telediarios se
dedique a informaciones sobre el covid?
Es
necesaria esa pedagogía de masas cuando leemos que el 90 por ciento de los
españoles «no confía en los partidos políticos», según comunica el
Eurobarómetro de la Comisión Europea.
Atención,
Madrid: procura no convertirte en el espejo cóncavo de Cataluña. Porque
puedes ir entrando en la decadencia.
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