El independentismo no ha condenado la reiterada violencia que sufre
Barcelona desde hace unos días. Es más, algunos de sus sectores más exaltados
son los que provocan tan lamentable situación: la CUP arenga y Arran ejecuta. Que callen todos los
grupos restantes del independentismo –desde el territorio helado de Waterloo hasta las zonas templadas de ERC— no es un error. Es una opción política (rechazable, por
supuesto) que ellos entienden como la más apropiada para sus intereses, pero
que en el fondo esconde, además, la cobardía de no querer enfrentarse con tales
grupos violentos a quienes consideran como los suyos, que
combaten contra el enemigo, España y/o el Estado español.
Estos razonamientos me recuerdan situaciones del pasado. Ciertos sectores
de la izquierda italiana de los años setenta se resistían a condenar los
asesinatos y otros atentados de las Brigadas Rojas a quienes
consideraban compagni che sbagliano (compañeros que se
equivocan). La actitud de los comunistas de Enrico Berlinguer y los
sindicalistas, con Luciano Lama a la cabeza, fue la más
determinante contra el terrorismo italiano, desmontando las caritativas excusas
de la izquierda que estaba en la inopia. No, las Brigadas Rojas no eran la
izquierda, sino terrorismo puro y duro.
La CUP arenga --«apreteu, apreteu»-- y Arran concluye; de momento con
sprays, piedras y gasolina. El intento de quema de un furgón de los Mossos de l´Esquadra, la policía autonómica, es un salto
desgraciadamente cualitativo en ese intinerario de las pintadas, los adoquines
y el fuego. El silencio de los partidos independentistas y, más todavía, las
jaculatorias del gobierno catalán dan alas a los violentos, y en cierta medida
la legitiman. A esa gente hay que empezar a calificarla como terroristas. Sin
contemplaciones.
Entiendo que la incitación a la violencia por parte del Estado
mayor tiene una explicación: que la situación se degrade hasta tal
punto que se tiren a la calle millones de catalanes exigiendo la independencia
como ´solución´ al problema. Es una quimera, por supuesto. Pero esta
es una forma temeraria de razonar que han practicado –y con la que han
coqueteado-- determinados movimientos políticos y sociales a lo largo de la historia.
Por lo general nunca sacaron nada claro que dichas aventuras. La vieja idea del
«contra peor, mejor» siempre fue irremediablemente ´a peor´. A peor, peor.
De momento, el Estado mayor de la violencia, tiene un objetivo: impedir que
la izquierda pueda formar gobierno. De ahí que los violentos nos
estén dando un anticipo del programa de investidura.
Punto y aparte. Hemos vivido algunas situaciones estrambóticas: recuerdo
aquellos viejos tiempos que los nacionalistas de Cataluña no seguían (y no apoyaba)
la violencia terrorista de ETA y el silencio cómplice del
gobierno vasco; ahora el Partido
Nacionalista Vasco y el
gobierno euskaldún no siguen la loquinaria actitud de los independentistas
catalanes. Resultados: el País Vasco va como una moto; Cataluña se dirige de
victoria en victoria hasta el despeñadero final.
Hay que remediarlo.
Post scriptum.--- «Lo primero es antes», proponía don Venancio Sacristán. La muchacha del 78 cada vez que lo
leía esbozaba una sonrisa.
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