Esquerra Republicana de Catalunya,
uno de los partidos más confusos de Europa, vuelve a sus tradicionales andadas.
Por lo que se ve estaba incómoda con el papel que se le había atribuido de
pragmatismo y moderación. Añoraba posiblemente sus extremistas meandros
–anteriores a su viaje en el camino de
Damasco-- y, una vez más, está con la vuelta de la burra al trigo.
O
se había exagerado el giro de ERC al seny
o el partido, auténtico almacén de desbarajustes, vuelve al caos del otoño de
2017. Con un meandro de lo más característico en su historial: la
subordinación, en lo más decisivo, a la política de la derecha independentista.
La
irrupción de la candidatura de Salvador Illa ha
generado un considerable pánico a los de Junqueras. Con toda seguridad han considerado la posibilidad
–hasta ahora difícil, pero no improbable--
de que el candidato socialista les sobrepasara electoralmente. Por otra
parte, no somos pocos los que consideramos que a este Junqueras no le
entusiasma que el joven Pere
Aragonès encabece la candidatura y, según su hipótesis, pueda
convertirse en presidente de la Generalitat. Eso representaría que el actual
vicepresidente se consolidaría y taparía definitivamente a Junqueras como
candidato a la más alta magistratura catalana. Ambas hipótesis no son
contradictorias entre sí, más todavía: de hecho son complementarias.
En
otro orden de cosas, Waterloo necesitaba más tiempo –mucho más tiempo-- para levantar el vuelo, después del par de
garapullos que le ha puesto la Junta Electoral Central con relación a los
derechos electorales. Y comoquiera que Junqueras no podía ser candidato para el
14 F, por no haber sido indultado todavía, también le interesaba retrasar la
fecha todo lo que se pudiera. La lucha por la hegemonía del independentismo es
compatible con momentos de tregua y la pugna por ganar las elecciones no impide
que se produzcan cambalaches si ello favorece a ambos. Ambos partidos acuerdan
la martingala. Jugada maestra de Waterloo: consigue responsabilizar a Pere Aragonès, que es el
que firma el dislate jurídico de la suspensión de la fecha electoral si las
cosas van mal, al tiempo que consigue que diversos partidos de motu proprio se
hayan apuntado al «coro del canguelo», según la feliz expresión de Lluis Rabell. En
todos los partidos era muy relevante la adhesión que provoca Illa como
candidato. Movimientos peristálticos en los partidos del coro.
Disparate
jurídico –léase decisión ilegal por parte del governet catalán— como argumentábamos ayer en “Elecciones catalanas suspendidas: un dislate”, que
podría costarle muy caro a Pere Aragonès, en favor de Waterloo. Pero en
realidad, más que decisión ilegal se trata de una transgresión de la legalidad,
un hábito al que no son extraños tanto Waterloo como, en el 2017, aquella ERC
que acusaba a Puigdemont
de Judas Iscariote. De ahí que la madre
del cordero no está en la celebración o no de las elecciones el día 14 de F en
función de la gravedad de la pandemia. El problema está en la transgresión de
la legalidad, a sabiendas y queriendas, por parte del governet. Y, de ahí, en el
qué hacer contra ello. Más todavía, de lo que se haga –o no se haga— se
favorecerá la abstención, cuando se hagan las elecciones.
El governet no tiene a nadie, hasta el momento, que
haya justificado su transgresión. No
cuentan quienes lanzan regüeldos por tuiter afirmando que quienes están en
contra del ´aplazamiento´ electoral les importa un comino la salud pública. De
momento, ningún apoyo hemos visto.
Francesc—Marc
Álvaro, experto en meandros, no se atreve a entrar en el
fondo del problema y con técnica cuasi filibustera nos dice: «A una gran
mayoría le es absolutamente indiferente la fecha de las elecciones al Parlament
de Catalunya». (Hoy en La Vanguardia). Oiga, ese no es el problema: el problema
es si importa o no la transgresión de la legalidad. Sorprendentemente ha sido
el irascible filósofo Bernat
Dedéu quien, abandonando su facundia anti española, califica la decisión
del governet como «política
nauseabunda» (1). Podría ser que los
filósofos tuvieran bula para, desparpajadamente, pasar del caño al coro y del
coro al caño.
Una corazonada: el coro
del canguelo podría contribuir con su inacción frente y contra el decreto a
que el vestiglo de Vox
diera un descomunal estirón. Por lo que abro el archivo de mis recuerdos y me
parece oír a Fabián Estapé: «Me dice usted que
ya hemos tocado fondo. No se preocupe todavía se puede escarbar». Personaje
irrepetible el profesor Estapé. En la primera rueda de prensa que dimos CC.OO.
en la legalidad se presentó con cinco pegatinas del sindicato en las solapas de
la chaqueta. Estapé en la foto de arriba.
Post scriptum.--- Don Venancio Sacristán: «Lo primero es antes».
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