Seguramente
me quedé corto ayer al definir la aprobación de la ley de la eutanasia como
«importante». Reconozco ahora que fui excesivamente austero –más bien, cicatero--
en mi valoración. Está uno tan saturado de momentos históricos que, cuando uno
de ellos verdaderamente lo es, se pasa de tacaño. Mea culpa.
Sesión
parlamentaria histórica. Quienes practican la angustiosa gimnasia del «me duele
España» deberían hacérselo mirar. Y tres cuartos de lo mismo se podría decir de
la agrupación de profesionales de la devaluación, que viene desde los tiempos
de Indíbil y Mandonio. Lo de ayer se corresponde con la España de Blanco White y Larra,
de Rey Pastor y Severo
Ochoa, de Mariana
Pineda y María Lejarreta… Es, sobre todo, la negación de las décadas
ominosas y de todas las largas noches de las dictaduras.
Y,
sin embargo, la derecha está triste. La derecha está triste, ¿qué tendrá la
derecha?, podría decir el poeta. Mejor dicho, la derecha está echando pestes
porque, de momento, ha perdido el control de los grandes temas de civilización.
Ya no los tiene en sus manos en exclusivo monopolio porque, entre otras cosas, se ha enquistado en
su autoexilio de la realidad. Que es el resultado de su voluntario y empecinado
itinerario de radicalización extremista para que Vox no le moje la oreja.
La
derecha está triste. También lo estaba cuando se aprobaron el divorcio, el
aborto y el matrimonio entre homosexuales. En aquel tiempo dijo Aznar a sus discípulos: «España
se hunde». Exageraciones de un energúmeno diplomado. En aquel tiempo simularon inquina.
Pero a continuación empezaron a preparar los papeles para divorciarse a
destajo; y abortar como lo hicieron siempre ora en Londres ora en Perpiñán; o a
salir de los armarios para irse a la cama legalmente y no de tapadillo como
siempre lo habían hecho a espaldas de Aznar. Gays clandestinos de la derecha que
le deben al presidente Zapatero la dignidad de
llevar la cabeza alta. Maroto,
lenguaraz y trapisondista, de te fabula narratur.
La
derecha está triste. Pero algunos de los que votaron en contra de la ley de la
eutanasia, si viene al caso para ellos o sus familiares, podrán ejercer ese
derecho, a pesar de su partido: un partido que tiene disciplina de voto, pero
no liderazgo. Un sufrimiento que no tendrán.
La
derecha está triste. Aparenta que está triste para no infundir sospechas. Ahí
tienen ustedes a ese quídam europarlamentario húngaro, que en su país persigue
a los gays pero que en Bruselas se viste de «farfallone amoroso», naturalmente
clandestino. Según este eurodiputado el culo es pecado en Budapest, pero en
Bruselas es gloria divina. Es la versatilidad de la derecha.
Honor
a todos, que no son pocos, los que con su sufrimiento y lucha han posibilitado
esta ley.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
enseña don Venancio Sacristán.
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