«¡Con
qué trabajo tan grande / deja la luz a Granada!»
escribió el poeta de La Fuente. Y yo me digo a estas horas tan tempranas:
«¡Cuánto le cuesta a la noche dejar Pineda de Marx!».
La ambulancia llega, siendo noche huidiza. Mejor, menos tránsito. En un dos por
tres nos ponemos en can Ruti. Es lo contrario
del calvario que pasan los pacientes de La Seu d´Urgell
y sus alrededores: 280 kilómetros diarios para recibir el mismo o similar
tratamiento que el de un servidor. Oigan, arreglen eso de una vez por todas.
Seguramente
la solución de este problema no ha figurado en ningún programa electoral de
elecciones pasadas, ni en las que se anuncian para el día de san Valentín.
Porque si el tiempo lo permite y la pandemia lo consiente habrá elecciones el
14 de febrero próximo. De momento el Centro de Investigaciones Sociológicas ya
ha dado el parte. En este caso el barómetro de la intención de voto se me antoja
muy extraño.
Que
Esquerra Republicana de
Catalunya esté en primer lugar entra dentro de las previsiones que se
han barajado en los últimos meses. Waterloo tragará quina. Que el PSC
suba y ocupe el segundo lugar no sería raro. A partir de aquí parece que el
barómetro –ojo, es un barómetro, no una encuesta-- haya entrado en zafarrancho
de desorden: los de Waterloo en quinta posición, sobrepasados por los Comunes y Ciudadanos. No es que no me guste, es que es difícil creerlo. Retengan
ustedes que sólo las fuerzas de izquierda, socialistas y comunes, avanzan
electoralmente. Pero no lo olviden, es solamente un barómetro.
Con
todo, me dicen amigos de olfato fiable que, de momento, las tendencias más
claras son: una, la victoria de ERC y, dos, la subida de los socialistas. Del
resto, prudentes, esperan más movimientos de polen.
Por
lo demás, me digo para mi coleto, sorprende el silencio del hombre de Waterloo
desde hace unas semanas. Y el de sus senescales. Lo más seguro es que, como
disponen también de otras encuestas, estén al corriente del deshilachamiento de
meniscos electorales de la nueva formación, que ha salido de la pila bautismal
con el nombre de Junts.
Me repito para no echar las campanas al vuelo: es sólo un barómetro.
Ahora
bien, cualquier lector atento de la prensa barcelonesa ha caído en la cuenta de
un dato realmente nuevo: la gran mayoría de los analistas políticos de probada
militancia o simpatías soberanistas –excepto la Musa del independentismo-- hablan indisimuladamente del fracaso del procés. Hay quien, con nocturnidad y
trapacería, ha acuñado un término: el nuevo independentismo. La tesis es: la
pandemia ha hecho inviable el independentismo del 1 de Octubre de 2017. Igual
que Felipe II que se quejaba de que ´los elementos´ terminaran con su armada,
llamada Invencible. Es preciso, pues, construir un «nuevo» independentismo. O
lo que es lo mismo: hay que convertir la gallina en un pavo real. Tanto da,
gallina o pavo real, el independentismo está en el ángulo muerto.
Me
entrevisto con la doctora Caro. Ha mirado las novedades que reseña el
ordenador; mi tratamiento va como aquella jaca que galopa y corta el viento. Sonríe:
«Todo va según las previsiones; está usted hecho un jabato». Yo le sonrío,
ufano.
Post
scriptum.--- El próximo día 25 se presenta en Barcelona el libro de Enric Juliana “Aquí no hemos venido a estudiar”. Sindicalistas
de ayer y de hoy presentamos el libro—testimonio de nuestros mayores. Pero ´antes´
no olviden la celebérrima máxima de don Venancio
Sacristán: «Lo primero es antes».
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