Ni
en brazos de Enrique Jardiel Poncela, y ni siquiera bajo el
poder de las uvas –dos situaciones distintas--
se hubiera sospechado la pirueta berlanguiana de los últimos días: Díaz Ayuso pone las bases procesistas de una política que
consolide a Madrid como jardín fiscal frente a un Gabriel Rufián que, siguiendo los pasos de Miquel Roca i Junyent, plantea la armonización fiscal
como política de Estado. Es una lástima que no tengamos a Tip y Coll entre
nosotros, porque le hubieran sacado punta a este lápiz tan chocante.
Ayuso
agrede al resto de las comunidades autónomas, también a las gobernadas por el Partido Popular, con su
jardín fiscal –seamos serios, todavía
Madrid no es un paraíso fiscal— por lo que aquel malestar de tiempo atrás
contra Cataluña se ha trasladado, hogaño, hacia Madrid. Y, comoquiera que aquí
resolvemos las cuitas inter territoriales a base de dicharachos, es posible que
pasemos a un lema como este: Madrid nos exprime.
Aznar --con su «España se
ha roto»-- no podía prever que el sujeto destructor no fuera Cataluña. Ni que
el procesismo fuera tan contagioso
que afectara al macizo de la raza. (Esos procesismos tienen raíces profundas en
el mundo del parné). Porque ahora quien intenta romper las cuadernas de la nave
no es Cataluña, y no lo es –dígase sin pelos en la lengua— porque no puede. Ahora
quien tiene la tea en la mano es Ayuso. Lo dicho, Jardiel Poncela. Por lo que
si Vox estuviera al
tanto quedaría como único albacea de esa sedicente ruptura de la herencia--España.
Pero los de Abascal
están absortos en las cosas de la finca Cantora y los litigios de Paquirrín con su madre, Pantoja, la ex viuda de
España. Cantora como
metáfora de España.
Jardiel
Poncela, numen de ciertos acontecimientos domésticos, nos propone otra
situación chusca: los de Rufián consideran que su aportación a los Presupuestos
–importante, a mi entender— les supone beneficios para las próximas elecciones
autonómicas; en cambio, Arrimadas
entiende que apoyar las cuentas públicas les perjudica.
Atención
a una novedad que algunos temen: ERC está buscando ser el pal
i paller de Cataluña, la centralidad de aquella vieja Convergència pujolista. De
ahí que haya encargado ropa nueva a medida centrista. Necesita el voto moderado,
inquieta por las baladronadas esperpénticas de Waterloo y sus franquicias.
Más
novedades: Arrimadas, que no apoyará las cuentas públicas, ha abandonado la
mesa de negociaciones sin armar bronca. Es más, lo primero que ha hecho ha sido
arremeter con los de Casado. Que cada cual lo interprete como lo mande su
paladar, pero a un servidor le parece que esa marcha tranquila de las negociaciones
merece una meditación sosegada.
Hacen
mal esos sectores de la izquierda y sus proyecciones en el Gobierno propiciando
que Ciudadanos se mantenga en el triángulo escaleno de la plaza de Colón. Si esa
izquierda entiende que ello le favorece es
urgente su visita al oftalmólogo. Porque todo lo que sea consolidar el área de
ese triángulo es inclinar la balanza hacia la derecha de secano y orinal.
Oigan, no es un problema de sutileza sino de facilitarle las cosas a esa vieja
dama que es doña Correlación de Fuerzas.
Lo
dicho, Jardiel Poncela vuelve por sus fueros en plena pandemia.
Punto
final: ¡qué bien se está en casa sin esperar a la ambulancia!
Post
scriptum.--- Me imagino que saben ustedes quién cantaba «entre italiano y
flamenco». Era de Sevilla y se llamaba Silverio.
Don Venancio Sacristán era de Chinchón y dejó
dicho: «Lo primero es antes».
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