«Gastar,
gastar, gastar». Así titula Jordi Juan, director de La Vanguardia, su billete
(casi una editorial) de hoy, domingo. Ese es el leitmotiv de su escrito. De
acuerdo, lo diga el FMI o su porquero. Esta recomendación es, si cabe, mucho
más necesaria para España, toda vez que –la verdad, no sabemos bien por
qué-- estamos en el vagón de cola de los
países de la OCDE en el porcentaje de gasto público sobre el producto interior
bruto contra la crisis. Solamente un modestísimo 3,6 por ciento. Este es el dato
que ofrece el FMI referido al pasado mes de septiembre. Las autoridades
españolas deberían aclarar, primero, si el dato se ajusta a la verdad y, de ser
así, segundo, cuál es la razón de esa poquedad. Excusas, las menos posibles.
Ahora
bien, de acuerdo con la nueva doxa --«gastar, gastar, gastar»-- el primer término de la ecuación hay que
equilibrarlo con el segundo, vale decir, con los ingresos para que sea posible
gastar, gastar, gastar. En caso contrario se estaría hablando por boca de
ganso. O hay una política fiscal concordante con ese gasto necesario o la
consigna se quedará en agua de borrajas. Es aquí donde a los partidos políticos
les entran las cagarrinas. Hablar de impuestos les provoca alferecía.
Se
precisa un gran acuerdo de “política fiscal de emergencia”. Es decir, para este
periodo excepcional, mientras dure la tremenda situación en la que nos
encontramos. Esta es, pues, la ocasión para que el gobierno progresista tenga
un importante instrumento en sus manos; de igual modo, es la oportunidad de que
Pablo Casado no use palabras centristas como substituto de
las acciones de centro. O, por lo
menos, de derecha no asilvestrada. De momento, no se puede decir que Casado
haya cruzado el Rubicón, con lo que las cosas –en la práctica, que es lo
importante—figuran como ex ante del
discurso versus Abascal.
Así pues, queda dicho: hay que plantearse una política fiscal de emergencia.
La
cosa durará lo suyo. Por eso es necesario que el gobierno tenga la vista muy
larga, también la oposición. Una mirada muy larga. Tanto como la de aquel
isleño siciliano. Dice Claudio Eliano (170 –
235), en sus “Historias diversas” que «aquel isleño tenía una mirada tan aguda
que, cuando dirigía las vista desde Lilibeo a Cartago, no se le escapaba nada.
Dicen que indicaba el número de barcos que llegaban a Cartago. Nunca se equivocaba». Hombre, ni
tanto ni tan calvo. Vale.
Nota
bene.--- El maestro Enric Juliana ha vuelto a
citar a Weimar en su importante artículo de hoy en La Vanguardia. Me ha
parecido oportuno recomendar a mis amigos, conocidos y saludados el libro “La
Alemania de Weimar, presagio y tragedia”, de Eric D.
Wetz (Turner Noema, 2009).
Francisco habla de Weimar, por Enric Juliana - La Vanguardia
Post scriptum.--- «Pienso, luego existo», dijo Descartes. Faltaría más. «Lo primero es antes», remató don Venancio Sacristán.
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