Enric Juliana nos alerta
hoy de las posibles complicaciones de los fondos europeos para la recuperación.
La posición del gobierno húngaro es preocupante: «Viktor Orban no acepta que el pleno respeto al
artículo 2 del Tratado de la Unión, donde se fijan los principios fundamentales
de una democracia liberal europea, pueda condicionar la percepción de los
fondos». Se corre, por ello, el peligro de que Orban bloquee el asunto. No le
faltarán apoyos al húngaro, tanto europeos como norteamericanos. Estamos
avisados, pues. Sugiero que el avisado lector lea detenidamente el artículo que
referimos (1).
Ahora bien, una cosa me parece clara: ni se pueden aceptar chantajes de ese
calibre a la espina dorsal de la Unión Europea, ni se debe tolerar ninguna
zancadilla a los fondos de recuperación. Si «lo primero es antes», póngase en
marcha una intensa actividad diplomática en múltiples direcciones. Después, la
zanahoria; y si la mollera de Orban se empecina en su chamizo, no habrá más
remedio que el palo. Pero cada cosa en su tiempo y los nabos en adviento, un
refrán sabio que, siendo yo niño chico, escuchaba cada dos por tres en mi casa
santaferina.
Con todo, la atenta lectura del artículo de Juliana me ha llevado a tiempos
de antaño. A principios de la década de los noventa, Marcelino Camacho me envió a Budapest para asistir al
primer congreso de los sindicatos húngaros tras la caída del Muro de Berlín. Lo
cierto es que jamás he vivido un momento tan extraño. El congreso no analiza
qué ha ocurrido en los últimos cuarenta años de ´socialismo real´ y por qué la
cosa se ha ido a freír espárragos; ni tampoco señala qué metas se fija a
continuación. Se discute sólo y solamente el reparto del patrimonio de los
sindicatos del anterior régimen, que es inmenso. Se aprueban los estatutos, y
se elige la dirección. La dirección es la misma que la de antes, salvo alguna mano
de pintura. Por ejemplo, la presidencia recae en una mujer que no estaba
afiliada al sindicato. Salió elegida por los pelos. Según supe después era la
única persona que le daba cierto lustre de democracia a la nueva dirección.
Me dije para mis adentros que esta gente no era de los míos. Y así se lo
dije a Marcelino.
Hungría, nunca «me llenaron de luz tus canciones», que compuso el maestro Serrano en Alma de Dios.
1) https://www.lavanguardia.com/politica/20201011/483987867849/hungria-orban-recuperacion-ue-fondo.html
Post scriptum.--- «Lo primero es antes»,
según enseñaba don Venancio
Sacristán. Los
congresistas húngaros no le hicieron caso.
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