martes, 4 de agosto de 2020

Calma, no me sean impacientes: no se confundan de momento y etapa

En el tercer día de las cabañuelas Juan Carlos primero estaba ya fuera de España. Forzado, más bien. Más temperatura en este tiempo de calores caniculares. Esta es la comidilla en los medios de comunicación, recientemente acusados de favoritismo gubernamental por el joven dirigente del Partido Popular, en las tabernas y terrazas en las barberías unisex y en el mercado de abastos. Eso es lo que está sucediendo en la trigonometría esférica española. 

1.---  El rey emérito cruzó la frontera cuando –según enseña el maestro Enric Juliana--  en España se viven cinco crisis simultáneas: sanitaria, económica, de reputación de la monarquía, de credibilidad de los partidos políticos y la territorial. Cada una por separado es una crisis de bigote; todas juntas en el espacio—tiempo español constituyen un infierno. Cada una por separado serían una prueba durísima para cualquier gobierno; todas juntas son la de Dios es Cristo.

2.---  Como es preceptivo cada cual analiza, valora e intenta sacar conclusiones de la marcha de Juan Carlos. Los tertulianos lo hacen porque de ello comen caliente; los partidos políticos hablan de ello porque –según cómo--  vinculan su literatura a las vicisitudes del egregio excursionista; y nosotros --Paco  Rodríguez de Lecea y un servidor— escribimos sobre ese particular antes de que nos lo exijan nuestros amigos, conocidos y saludados que ya nos han tomado por la sección de discos solicitados. 

3.--- Yo tengo conocidos impacientes y saludados ansiosos. Nada más bajarse del avión el rey emérito han empezado los aspavientos. Y, quien impetuosa cuarentona, ha exigido ya la celebración de un referéndum sobre «monarquía o república». Es el síndrome de querer ser el primero, no sea que otro intranquilo le pise la idea. Es la izquierda que pretende ser veloz, sólo rauda en prontos que más tarde se archivan con un ascenso para arriba. 

Estoy con Paco Rodríguez de Lecea (PRL) cuando afirma: «Me cago en quienes salen con prisas para abolir la monarquía justo ahora. La izquierda tiene en esta coyuntura una ventana de oportunidad para revertir un lastre pesadísimo de desigualdad creciente. La mínima prudencia exige no tocar las superestructuras cuando se está trabajando de firme en la reforma de las estructuras. A Felipe VI se le debe exigir neutralidad en la batalla principal. Pretender moverle el asiento en momentos en que tantas cosas están en juego para nuestra gente, para los trabajadores precarios y empobrecidos, es el peor síntoma de la enfermedad infantil que denunció Lenin en todos los tonos. Si se coloca a la Corona como primer objetivo de las reformas, la Corona nos caerá encima y nos aplastará». Entiendo que no necesito argumentar mi acuerdo a este planteamiento. Sin embargo, creo obligado explicar por qué me uno, no sólo al argumento sino al rotundo «me cago», una enérgica novedad en la siempre pulcra sintaxis de mi viejo amigo. En todo caso, es un «me cago» que se me antoja nieto de las maldiciones que soltaba Gabriel Celaya a los neutrales. 

4.--- La «ventana de oportunidad» citada es la posibilidad de continuar con la senda de una nueva generación de derechos sociales, un avance hacia la isonomía social, dentro y fuera del ecocentro de trabajo. 

Escribí en “No tengáis miedo de lo nuevo” (Plataforma editorial, 2017) que el ciclo de derechos sociales se había agotado con la crisis de 2008. Durante ese lapso de tiempo, hasta nuestros días, los trabajadores y sus familias han sufrido los efectos de la mutilación de derechos sociales. Ha sido, en consecuencia, una democracia demediada. El gobierno progresista de Pedro Sánchez, coaligado con Unidas Podemos, ha empezado a invertir la situación. Estamos ante la posibilidad real, no sin enormes dificultades,  de abrir un nuevo curso de derechos: el nuevo Estatuto de los trabajadores, por ejemplo.  Por eso, es exigible, enseña PRL, «no tocar las superestructuras cuando se está trabajando de firme en la reforma de las estructuras». Tan claro como el agua clara de la fuente del Avellano. Así pues, plantear ahora ese referéndum –«monarquía o república»--  es contraproducente porque, queriéndolo o sin querer, introduciría un clima de desestabilización e incertidumbre  que imposibilitaría consolidar las incipientes conquistas sociales y mantener ese ciclo. 

Conclusiones provisionales: mucho ojo con las políticas de boys scouts, diseñadas al calor del fuego del campamento. La historia está llena de atascos y fracasos gracias a esos cinco duros de ideología campamentista. Un consejo vehemente: canten los impacientes el Kumbayá en sus momentos de tiempo libre, no durante su actividad política.

 Artículo de referencia: PRL:  GANAS DE BRONCA

  

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