El
insuceso de Nadia Calviño en el Eurogrupo por Paschal Donohoe, el
candidato irlandés (un hombre partidario de políticas fiscales muy benévolas
con las empresas trasnacionales) ha sido interpretado por diversos medios como
una rebelión de los países pequeños contra los grandes. En cambio, la prensa
española del colmillo retorcío no ha
tardado en celebrarlo ya que –afirma-- se trata de un «fracaso de Pedro Sánchez»; es la prensa que tiene escrito el
nombre de España en los pliegues del escroto. Tres cuartos de lo mismo ha dicho
Casado casaseno. Nuestra
opinión es la siguiente: ni lo uno ni lo otro.
La
posición de los países que han votado contra Nadia Calviño se corresponde con
una triple idea: 1) la plena integración europea no es recomendable; 2) los
países del Sur –con independencia de los colores políticos de sus respectivos
gobiernos-- no son muy de fiar; 3) es,
ciertamente, un aviso de los llamados ´frugales´ hacia quienes han conducido
hasta ahora la locomotora europea. Y hasta cabe la posibilidad que el mensaje
que están mandando es el deseo de que Alemania y Francia cambien de alianzas. Los
´gobiernos frugales´ vieron con preocupación las declaraciones del ministro de
Asuntos Exteriores alemán, Heiko Maas, en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores,
celebrado hace pocos días. Maas afirmó con una rotundidad inusitada que la
política alemana se basa en el futuro de la UE con dos pilares: «solidaridad y
soberanía». Es decir, principio de reciprocidad y soberanía.
Los
´frugales´ percibieron que esa Alemania había dejado de ser la «potencia
reticente». Alemania apostaba fuerte. De ahí que los frugales hayan mandado ese
mensaje tan directo: ha sido una coz a Calviño en el culo de Angela Merkel. Una
manera de decirle a Alemania: ojito con lo que hacéis durante este semestre.
En
resumidas cuentas, es un voto coherente con la posición que tienen sobre
Europa. Que sea coherente no quiere
decir deseable y ni siquiera útil para tales países frugales. En pocas
palabras, es la consecuencia de cómo está la Unión Europea que, dicho
caritativamente a la manera sevillana, es pura aljofifa. Pues bien, así las
cosas vamos a encontrarnos que la Unión seguirá su caminata con pasos de
borracho, sin nadie que intente poner un ápice de responsabilidad. Por ejemplo,
¿se sabe cuál es la posición de la Confederación Europea de Sindicatos? Sólo sabemos de ella que
va por la calle Roi Albert II (Bruselas) «con los nardos apoyaos en la cadera».
Lo que lleva –lógicamente, aunque no sea deseable-- a que el sindicalismo europeo sea un tropel
de organizaciones sin ninguna relación coherente entre sí, ni con un proyecto
europeo. Desde que el gran Emilio Gabaglio se
fue por el camino verde, camino verde que va a la ermita lloran de pena las
margaritas. La fuente se ha secado. Habrá que esperar a la estación de las
lluvias.
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