No
es obligatorio que Pau Donés guste a todo el
mundo, especialmente a los desaboríos. Pero tampoco es obligado que quien sea
de ese jaez deba exhibirlo, especialmente cuando el cantante está de cuerpo
presente. Al menos por caridad montserratina.
Esto
es lo que ha sucedido, tras la muerte del primero de Jarabe
de Palo, con un grupo de nacionalistas, esas heces de Cataluña. Destaca
por su irracionalidad el contenido del retrato que preside este post. Pero no
hay que extrañarse: estamos ante una evidente expresión de la decadencia de una
corriente, que sigue siendo muy importante, de Cataluña. Decadencia moral,
concretamente.
Discrepo
de los que califican a estas gentes de supremacistas. A mi juicio no son
exactamente supremacistas; simulan serlo como autodefensa de su poquedad, como
gratuita exhibición de que son algo
en este mundo. De ahí que, en el fondo, deseen ser una mierda a no ser nada.
Por eso quieren ser supremacistas como trampantojo de su poquedad.
Parece
evidente que esa gente estaba sumergida. Hace ya tiempo que afloró: el
nacionalismo político de raíz lombrosiana les ha dado alas. Y desde las más
altas covachuelas de la Generalitat se les anima, organiza y subvenciona.
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