Sigue
la política española en estado de zahúrda. Casado casaseno mantiene el tono agrio y áspero,
faltón y engreído, ordenando a Teo,
aprendiz de sochantre, que, ni por pienso, se le ocurra decir o hacer nada con
punto de vista fundamentado. Sigue, además, la tenaza que protagonizan el
hombre de Marbella y el de Waterloo: hay que votar siempre en contra, incluso
contra el teorema de Pitágoras.
Todo
eso es verdad. Sin embargo, la mirada sería más completa si añadiésemos otros
detalles no menos relevantes. Son esos pormenores en lo que por lo general no
caen las almas chuchurrías, que
siempre prefieren estar rodeadas de desgracias por todas las partes, menos por
una que les une al nihilismo. Decidídamente, es cierto que se mantiene el
zafrarrancho político. Pero no dejen de mirar más atentamente. Porque…
…
están apareciendo ciertos fragmentos que interfieren modestamente el
zafarrancho: la CEOE vuelve a la mesa de negociaciones de la agenda social. Una
vez que ha demostrado su enfado la organización empresarial vuelve al lugar
donde se ventila la solución –mejor dicho, la aproximación de la
solución-- de los problemas. En los
despachos de la calle Génova se mascullan palabras de recio grosor contra
Antonio Garamendi. El imprudente Teo, aprendiz de sochantre, ha dicho –según
fuentes aproximadamente fiables-- «¿Qué se puede esperar de un vascongado?».
Más
pormenores: nos informan que dentro de Ciudadanos va calando la idea de concretar la excursión al
centro. No será sin zigzags y meandros. Pero de hecho es el único –o casi el
único-- viaje de Ciudadanos, una vez que
el Partido Popular se está aproximando a marchas forzadas a Los Persas.
¿Optimismo
de la voluntad? No. Se trata que la mirada abarque toda la pantalla. Algo así
como la técnica de los cinéfilos que no se pierden ningún detalle. Que ven no
sólo el movimiento más grueso, sino además aquel pormenor, aquel gesto –casi
siempre sutil-- que no puede escaparse.
Por ejemplo, cuando Peter Clemenza, uno de los lugartenientes de Vito Corleone,
prepara unas albóndigas a la boloñesa y confiesa que el truco consiste en
agregar una pizca de azúcar. Claro, El Padrino es Marlon
Brando, pero Richard S. Castellano (Clemenza)
es un portentoso detalle.
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