Ayer
corrió como la pólvora que Nissan
dejaba tirados en la cuneta a sus 3.200 trabajadores de sus plantas de
Cataluña. Más tarde la cosa se fue concretando: el próximo día 28 de este mes
sabremos a qué atenernos. Hay, pues, un respiro –remotísimo, desde luego-- que debería aprovechar el sindicalismo
confederal y la política para frenar el cierre de Nissan. Posibilidad
remotísima, pero posibilidad.
Estamos
hablando de Nissan, Renault y Mitsubishi. Con lo que, en el fondo, el
sindicalismo se enfrenta no sólo a una empresa sino a la Alianza de las tres más
grandes del sector. Con lo que, por estas y otras razones, es obligatoria –lo apuntaba
recientemente Isidor Boix-- la acción del sindicalismo global (1).
Nissan
se plantea retirarse de Europa en favor de Renault y centrar su actividad en
Japón, China y Estados Unidos. Por lo que el sindicato global tiene una papeleta
que no puede ignorar. De momento, ha dicho que «trabajaremos estrechamente con nuestras organizaciones
miembros representadas en la empresa fuera de España, así como con el Comité de
Empresa Europeo». Nunca pensé que llegaría a decir lo que diré a continuación:
«No seáis crédulos, eso es pura retórica». Hará, todo lo más, una nota de
solidaridad retórica y a otra cosa, mariposa.
La única posibilidad de corregir la decisión de
la Alianza está aquí, en nuestro país. En la capacidad de explicar a la población
la alternativa de los sindicatos en Nissan, en la movilización general que ello
genere y en la relación que el sindicalismo se procure con las fuerzas
políticas y las instituciones. Amén de la unidad interna de todos los
trabajadores de Nissan.
Hay
alternativa en Nissan como lo demuestra el planteamiento de Javier Pacheco hoy en La Vanguardia:
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