miércoles, 8 de abril de 2020

La Arrimadas en su minifundio




Hay comentaristas políticos que, en vez de pluma con fundamento,  manejan el florete, aunque con modos torticeros.  Y los hay que escriben a la remanguillé. Pongamos que hablo de las amistades de ese minifundio que rige Inés Arrimadas. Que han leído la encuesta que relata el humor de los españoles: un 90 por ciento cree necesario un gran pacto para salir de este diluvio universal, aunque el 70 por ciento opina que no será posible dada la actitud de las fuerzas de la derecha. Con lo que tales escribidores y tertulianos de calisay surfean entre las dos magnitudes. Es decir, saben cuál es la opinión mayoritaria (al menos en estos momentos) pero no se atreven a ir en su contra. De ahí que cojan la brocha gorda para darle una mano de pintura a ese 90 por ciento.

Cierto, hay que ir a un pacto, pero…    Hay que meterse en harina, pero…  Es el viejo y reconocible lenguaje del siperismo, el «sí, pero».  El eterno siperismo de quienes, cagadudas diplomados, compran a cómodos plazos la energía que les falta. Es, por lo demás, el argumento –o, mejor dicho, la apariencia de argumento--  de algunos políticos que necesitan pasar del Trópico de Cáncer al de Capriconio sin despertar sospechas de cambiar de opinión. Los que no tienen la gallardía de sir Winston --«Más de una vez me he tenido que tragar mis palabras y debo decir que son una dieta recomendable»-- necesitan el chicoleo de la palabra, ora mirando a barlovento, ora a sotavento. O simultáneamente a las dos como la niña de El exorcista.

El siperismo tiene ahora esta expresión: apoyamos al Gobierno siempre y cuando rompa el PSOE rompa con  Unidas Podemos, estamos por un gran acuerdo, siempre que Unidas Podemos se vuelva a sus cuarteles de invierno.

Con lo que –tan claro como que el caballo blanco de Santiago (Apostol, no el de Merimée) era de color blanco— podemos colegir que la intención de estos comentaristas no es ni echarle una mano al Gobierno ni participar en las negociaciones (cuando llegue la hora) para abordar la solución al diluvio universal. La cuestión es expulsar a Unidas Podemos del gobierno. No conviene –afirman los escribidores de ambigú--  que se refuerce el cuerpo socialdemócrata de la izquierda española. Por lo que a Unidas Podemos hay que arrojarla a la barricada de «los hijos del pueblo». A que se achicharre buscando la ciudad del Sol como Ícaro moderno. Unidas Podemos –para estos «sí, pero»-- debe estar no en la city sino en el bidonville.

Más todavía, tales fifiriches se habrán quedado de piedra con la frase que Enric Juliana pone en boca de un redivivo Santiago Carrillo a Iglesias y Garzón: «Ahí os quiero ver».  Ese ahí es negociando. Cuando llegue la hora. El Gran Fumador reaparecido, que posiblemente –nada es seguro, oiga--- ganará esta batalla estando muerto.  Para mayor desesperanza, además, de José María Aznar, hidalgo de bragueta.  Y mayor angustia de Arrimadas en su minifundio.



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