«Del
caño al coro y del coro al caño» rezaba un viejo dicho. Pues bien, los sujetos
políticos del independentismo más almidonado han estado exigiendo que «España
negocie», que «España se siente a la mesa»… Así lo han venido reivindicando desde el
camaranchón de Waterloo a
los secretamente emboscados del llamado Tsunami democràtic. Ahora, cuando todo indica que se abre un
nuevo ciclo en España –incremento del salario mínimo, inicio de desmontaje de
la contra reforma laboral del PP-- se han iniciado las negociaciones,
conversaciones o llámele usted como quiera. El «reencuentro» como lo ha
definido Pedro Sánchez. Ahora –siguiendo el
refranillo de marras-- estamos en el coro.
En el coro de la mesa de diálogo.
Pero,
lo que son las cosas, quienes (Waterloo) tenían una prisa infinita en su exigencia ahora
se lo toman con santa pachorra, lo que viene a significar retroceder al caño. Mejor
dicho, ponen palos a las ruedas para que fracase la operación. La exigencia del observador
internacional forma parte de la viejuna táctica del negociador que no quiere llegar
a ningún acuerdo, o sea, «y dos huevos duros». Permanente exigencia de dos
huevos duros.
¿Zascandileo?
En absoluto. Es la expresión de un tan áspero como tosco conflicto entre las
dos banderías del independentismo. De un lado, los milenaristas de Waterloo; de
otro lado, los ´realistas´ sobrevenidos. De una parte, Waterloo que retrasa la
convocatoria de elecciones hasta no tener ungido a su Enviado en la Tierra, vale
decir, su candidato electoral; de otra parte, Junqueras que con Teresa de Ávila parece decir «vivo sin vivir
en mí / y de tal manera espero / que muero porque no muero». Así pues, habrá
elecciones cuando interese a Waterloo, a menos que ERC
–aliada con Satanás-- decida saltar del
coro al caño.
De
momento Waterloo está preparando una nueva edición de fuegos artificiales: el
día 29 próximo se celebrará un magno mitin en Perpiñán. Convoca el Consell de la República, un organismo pintoresco,
cuyos miembros son elegidos a dedo por su no menos pintoresco presidente, Carles Puigdemont. Ya lo anticipamos: acudirán
decenas y decenas de miles de personas. Las carreteras no tendrán impedimento alguno. Los objetivos ya no son exigir nada a Madrid. Ahora se trata de presionar a
ERC para que vuelva al redil de los cantares de gesta. En concreto, el objetivo
central del acto de Perpiñán es que ERC se retire del «reencuentro». Y de esa
guisa, los de Junqueras volverían a su vieja posición ancilar de Waterloo. Y,
como telón de fondo, las elecciones catalanas para el veranillo de San Martín.
No
olviden ustedes la ´segunda derivada´ de todo ello: impedir que se concrete el
nuevo ciclo de derechos y reformas en España. ¿Acaso no han advertido que las
derechas se disfrazan de independentistas para no infundir sospechas?
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