Cuando
la marquesa de Casa Fuerte (nacida Cayetana Álvarez de Toledo) dijo lo que dijo sobre su partido
en el País Vasco estaba avisando que la dirección máxima no había puesto todas
sus complacencias en Alfonso Alonso. Se armó la de Dios es Cristo, pero la
advertencia ya estaba lanzada. La señora marquesa les decía que en Madrid no
compartían el liberalismo de Alonso y los, reales o aparentes, chicoleos con el
PNV y su gobierno: «enemigos de España».
Alonso captó al vuelo que doña Cayetana no había improvisado el quilombo.
No era un pronto del grupo de niñatos de Madrid. Alonso entendió que la mano de
Aznar es eternamente alargada.
Le honra que siguiera en sus trece y –más aún— se enfrenta a la casamata de
Génova con relación al pastel de Ciudadanos.
El
Aznar chico cesa a Alonso. Diríase que es una carambola: por un lado, se quita
de en medio al vasco; por otro lado, lanza una advertencia a Feijóo para que no
se llame a engaño sobre quien manda en el partido. Porque, efectivamente, esto
no va de política de alianzas, ni de constelaciones electorales. Esto va de
obediencia ciega al Mando. El acuerdo con Ciudadanos es solamente el escaparate
de los grandes almacenes. Así que cuando el Mando ha dado el Parte todo lo demás –incluidos
generales, jefes y oficiales-- es
marinería y tropa.
Borja
Samper se opuso con modestia a la señora marquesa; Alonso ha discrepado,
también con modestia, del Aznar chico. Se corrobora lo que el secretario
florentino dejó escrito: «La modestia no aplaca a un enemigo jamás». Lo pueden
ver en los Discursos de Maquiavelo sobre las décadas de Tito Livio.
P/S.--- Cría cuervos que Casado te sacará los ojos.
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