«Roma
se derrumba por sus propias fuerzas», escribió el viejo Horacio en aquellos momentos
tan convulsos de finales de la república. Los poetas no subvencionados de hoy
dirían tres cuartos de lo mismo: el procés
se ha derrumbado por sus propias fuerzas. El acta de defunción la redactó el
mismísimo Quim Torra
tras comprobar que el presidente del Parlament, Roger Torrent, le impidió que continuara como
diputado. Fin del procés, aunque –como
hemos advertido en otra ocasión-- el
problema continúa.
Sabias
palabras las de Xavier Vidal—Folch en El País de
hoy comentando la decisión de Torrent: «Supone la ruptura más categórica de la
estrategia ilegal y unilateralidad secesionista; el entierro del unanimismo independentista, acuñado por Pierre
Vilar; el reconocimiento implícito de la esterilidad del procés y de su cénit de 2017 y la conversión de quien encarna en
una mera sombra de la nada». No solo es contundente la apreciación, es sobre
todo exacta. La cosa se ha derrumbado «por sus propias fuerzas».
Ahora
bien, Roger Torrent es de esa laya de politicastros que, tras tomar una
determinada decisión, vigila sus espaldas para que no se le confunda con el
enemigo. Seguramente ha tenido personajes en los que inspirarse: es licenciado
en Ciencias Políticas. Por lo que nuestro hombre, para no infundir sospechas de
que es independentista de muchos quilates, afirma que «España es un Estado
demofóbico». En la emisora RAC 1. Lo que intenta este caballero es que Waterloo le aprieta pero no
le ahogue.
Temple,
hay que tener mucho temple en el terreno político, especialmente cuando
declaraciones como éstas son, también, los códigos de un niñato que, dada la poquedad
de la política independentista, ha llegado a presidir el parlamento catalán.
Temple, por lo tanto. Lo que no quita el debate de ideas –mi padre lo llamaba
lucha ideológica.
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