Tengo
la impresión de que estamos asistiendo a un concurso. Es el festival del
insulto mediterráneo. Andan a la búsqueda del primer premio los dirigentes de
las tres derechas españolas, los periodistas de fortuna y muchos espontáneos en
las redes sociales. A todos ellos la fuerza se les escapa por la bragueta o la
portañuela. Un tema es de obligado cumplimiento: para participar en este
festival es obligatoriamente canónico introducir la palabra traición o
cualquiera de sus derivaciones. Tras ella se pueden –y se deben-- añadir los aliños que se estimen conveniente,
siempre y cuando su conjunto sea un zafarrancho sintáctico. Es la derecha, una
y trina, formada intelectualmente en las zahúrdas del dómine Cabra. Es la
derecha de los tertulianos endogámicos, por lo general escribas agachados.
Estas facciones nunca se mantendrán pacíficas mientras tengan sus propios
cardenales, dijo más o menos el secretario florentino en el capítulo XI de El Príncipe. Menos todavía en este 2020, año de Beethoven y don Benito Pérez
Galdós. Año bisiesto.
2.---
Josep Ramoneda ha dejado escrito que «el horizonte de la futura coalición de
izquierdas [PSOE – UP] es la refundación de la socialdemocracia dentro de los
parámetros del marco europeo», en El País de ayer mismo. Calma. Eso son
palabras mayores. No digo que no, pero ni siquiera me parece que sea algo
implícito en las intenciones de los coaligados. Entiendo, no obstante, que el
objetivo es ofrecer un programa de gobierno progresista que pueda enmendar los
graves desaguisados que se han hecho en España en los últimos tiempos.
La
tormenta que se ha desatado está tomando como excusa el resultado de las
negociaciones entre el PSOE y ERC. A mi juicio el tratamiento que se da a la
cuestión catalana es la espuma de la confrontación de las derechas contra el
gobierno de coalición de izquierdas. No digo que sea irrelevante, sino que el
quid de la cuestión está, primero, en el hecho de que se haya conformado dicha
coalición, y, segundo, en el programa de gobierno, eminentemente progresista.
El problema catalán es el adobo que se le pone para exacerbar los ánimos, las
emociones y los sentimientos. Dispensen, pero el recurso al lenguaje antiguo
viene al pelo en esta ocasión: las derechas arremeten contra la coalición y el
programa con una posición «de clase». Que, en buena medida, es coincidente con
el ataque de alferecía de los post post
post convergentes –la derecha chanel número 5--
contra el pacto de los socialistas y los de Junqueras.
Menuda
legislatura nos espera. La borrascosa situación de la famosa «tempestad sobre
Washington» será un vientecillo plácido comparado con lo que puede ocurrir
aquí. Naturalmente, sin Charles Laugthon.
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